Fue en septiembre del año pasado, un día como cualquier otro, cuando Celina María Turchi Martelli recibió una llamada que le cambiaría la vida para siempre. Era un amigo del Ministerio de Salud en el centro de Brasil, un lugar donde todos conocen a Turchi. Allí se crió y allí pasó la mayor parte de su carrera como médica especializada en enfermedades infecciosas y, más tarde, en epidemias. Hasta que hace diez años se mudó a más de 1.600 kilómetros, a Recife (Pernambuco), al noreste del país.
Su amigo le contó que estaban llegando al ministerio una sorprendente cantidad de casos de bebés nacidos en Recife con cabezas más pequeñas, una condición llamada microcefalia. ¿Podría Turchi echar un vistazo para ver qué estaba pasando?
Encantada de ayudar, Turchi se puso en marcha. Lo que encontró fue devastador. “Fui a tres hospitales y a un laboratorio y, ni bien los vi, no pude dejar de pensar en ellos; jamás había visto nada igual. Todos tenían el mismo aspecto”, dijo. El daño cerebral sufrido por los bebés eran evidente a simple vista. “Hasta mi abuela hubiera podido hacer el diagnóstico”, explica Turchi. En los casos típicos de microcefalia, los bebés presentan cabezas más pequeñas con relación a su cuerpo. Los bebés de Recife tenían la cabeza aplastada y deformada en la zona de la coronilla, como si les faltara una parte.
Para Jailson de Barros Correia, pediatra, profesor de la cátedra de enfermedades infecciosas y jefe de salud de Recife, “es como si la corteza cerebral estuviera dañada tan gravemente que el cerebro se empequeñece casi de inmediato”. “Al parecer, sucede de una manera muy rápida. Estos bebés presentan piel sobrante. Cabezas pequeñas con piel sobrante”.
Según Correia, es angustiante. Después de ver a estos bebés uno comprende por qué el repentino aumento de bebés nacidos con esa condición causó alarma en Pernambuco y en los Estados aledaños de Bahía y Paraíba. Los obstetras, pediatras y neurólogos estaban consternados, así como todos los que tratan a bebés y especialistas en daño cerebral. Empezaron a circular por WhatsApp mensajes de nerviosismo con casos y cifras. En cualquier otro año, en Recife podría haber cuatro o cinco casos de microcefalia. En octubre, sólo hacía falta que pasara una semana para llegar a la misma cantidad de bebés con daño cerebral. Si bien es posible que en el pasado los casos de microcefalia general hayan pasado inadvertidos, es muy poco probable que se hubieran pasado por alto los casos de bebés con un patrón de deformidad tan distintivo.
Una emergencia mundial
“Estábamos consternados”, dice Turchi. “Todos los médicos me decían que jamás habían visto nada igual”. Extrañamente, los bebés de Recife tenían un peso normal y la mayoría tenía un buen índice de Apgar, que mide el pulso, la respiración, el tono muscular, los reflejos y el color de la piel del recién nacido. Además, sus madres pudieron darles el pecho a los bebés. Pero el tipo de calcificación cerebral que se pudo observar en las tomografías computarizadas indicaba que la posibilidad de que se desarrollaran normalmente era nula. Algunos sufrían de espasticidad. Muchos, también de irritabilidad. “Desde un principio, los niños no dejaban de gritar y gritar. Es muy difícil para las familias lidiar con eso”, explica Turchi.
Los médicos de Brasil entendieron enseguida que estaban en el frente de batalla de una posible emergencia sanitaria mundial. Según Turchi, “es una amenaza para todos, es una amenaza social”. “Cada vez que iba a un hospital o a un laboratorio, veía gente trabajando hasta el cansancio. Gente joven y médicos muy mayores. Se portaron de forma excelente tratando de comprender el problema y de colaborar”. Para Turchi, las autoridades sanitarias de Recife y el ministro de Salud, en Brasilia, también tuvieron una actuación ejemplar.
En cuanto a ella, durante meses apenas pudo respirar.
En los escaneos de rutina a mujeres embarazadas se descubrían más y más casos de bebés con daño cerebral. La doctora Adriana Melo, investigadora de medicina fetal en Campina Grande (Paraíba), extrajo muestras de líquido amniótico del vientre de dos mujeres y las envió a un laboratorio en Río de Janeiro. En ellas encontraron Zika, un virus nuevo para Latinoamérica, que había estado propagándose por la región nordeste de Brasil. El virus estaba atravesando la placenta, que protege a los bebés de la mayoría de las infecciones, entre ellas el VIH. Más tarde, otros laboratorios descubrieron que el Zika podía destruir el tejido cerebral; y luego aparecieron las pruebas de que también se contagiaba por transmisión sexual.
“Si fuera directora de cine y contara una historia como esta, la gente diría que estoy loca. ¿Una enfermedad congénita transmitida por un vector que está en todas partes y que, además, se puede contagiar por transmisión sexual?”, describe Turchi. “Desde un primer momento, tuve la sensación de estar en una película de terror, sin ninguna cura para la enfermedad”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice ahora que es “muy probable” que el virus del Zika esté ocasionando los casos de microcefalia en los bebés. Según José Paulo Pereiro, director de Obstetricia en el Instituto Fernandes Figueira Fiocruz de Río de Janeiro, el momento de la indecisión ya pasó. “No sé qué espera la gente”, dijo. “¿Qué otra prueba necesitamos?”
No solo microcefalia
Según un estudio propio, llevado a cabo en conjunto con la Universidad de California (Los Ángeles), y recientemente publicado por el New England Journal of Medicine, Pereiro sugiere que lo que está ocurriendo a las mujeres embarazadas e infectadas con el virus del Zika es aún peor de lo que se temía en un principio. Desde mediados de diciembre, Pereiro ha estado buscando, estudiando y realizando controles médicos a mujeres embarazadas en Río de Janeiro con la picazón característica del Zika. Las cifras todavía son bajas pero, de las 42 que accedieron a hacerse un ultrasonido (28 se negaron), 12 tenían un embarazo que presentaba una variedad de anomalías. Encontraron que un poco más común que la cabeza pequeña, era un desarrollo deficiente en el vientre y un volumen muy bajo del líquido amniótico que rodea al bebé. Desde entonces, dos bebés nacieron muertos. De los otros seis que nacieron, tres estaban en condiciones normales, uno padecía daño cerebral grave y otros dos tenían poco peso.
Según Pereiro, “la microcefalia es una anomalía importante, pero no la única”. “Si no se percibe la microcefalia en el feto durante el escaneo, en el segundo o tercer trimestre pueden aparecer otros problemas, como la insuficiencia placentaria”. Eso puede significar que el bebé no está recibiendo todos los nutrientes y el oxígeno que necesita.
Pereiro no puede saber cuántas de las mujeres embarazadas infectadas con Zika tendrán bebés con daño cerebral. El estudio todavía es de alcance limitado. “Cuando tengamos 100 o 200 casos, tal vez podamos responder esa pregunta”. Pero de entre las 42 mujeres (infectadas durante distintas etapas del embarazo), encontraron siete fetos con daño cerebral grave causado por la calcificación o por la microcefalia. “Eso es el 18%. Se acerca más a la cifra real que tenemos en este momento. No creo que vaya a aumentar. Es más, tal vez baje”. Pero, si la cifra real termina siendo un 10% o hasta un 1%, como sugiere un estudio realizado en la Polinesia francesa sobre mujeres embarazadas infectadas con el virus del Zika durante los primeros tres meses de embarazo, varios miles de bebés podrían sufrir daño cerebral en Brasil, un país donde nacen tres millones de bebés cada año.
Según Laura Rodrigues, profesora de epidemiología de enfermedades infecciosas en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, si los científicos todavía no han declarado que el Zika sea la causa principal de la microcefalia es solo porque no encuentran rastros del virus en los bebés al nacer. Rodrigues ahora pasa mucho tiempo en Recife. “La duda surge porque no hay muchos bebés con Zika en los casos de microcefalia. Sigue siendo poco frecuente. Cuando los bebés tienen rubéola, siguen expulsando el virus aún después de nacer, pero no es así en el caso del Zika. Es muy probable que la infección no dure hasta el nacimiento. En mi opinión, tienen la infección, aparecen las lesiones cerebrales, la corteza queda dañada y entonces la infección desaparece”.
Rodrigues no tiene dudas. Piensa que el estudio que desarrolla junto a Turchi y otros colegas, a partir de 200 bebés con microcefalia y otros 400 sin rastros de la anomalía, probará su teoría: “La respuesta será afirmativa. Será rotundamente afirmativa”.
“Nos piden que usemos repelente y no tenemos comida”
El virus del Zika también está relacionado con una pequeña cantidad de casos de adultos con el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad del sistema nervioso que debilita los músculos. Esta enfermedad ha estado presente en todos los países en los que ha habido casos de Zika. Si forma parte parte de un patrón, los casos de Guillain-Barré en Colombia, Venezuela y otros países de América Latina podrían ser los precursores del nacimiento de muchos bebés con daño cerebral.
“Es grave, muy grave”, afirma desde Río de Janeiro Paulo Gadelha, director de Fiocruz, el instituto científico con subvención estatal más importante de Brasil. “En términos de salud pública, es una amenaza global”.
Según Gadelha, el virus del Zika sigue siendo un gran misterio: “Creo que quedó establecido claramente que no solo causa microcefalia, sino también otras anomalías congénitas”. Si se transmite a través del mosquito Aedes aegypti, como se sospecha, el virus podría propagarse a los estados del sur de EEUU y a Europa.
Más del 60% de los 6.906 presuntos casos informados en Brasil entre el 22 de octubre y el 2 de abril todavía no han sido investigados de forma exhaustiva, pero se confirmó que el 36% está relacionado con el Zika. De los 1046 casos asociados a infecciones durante el embarazo en todo Brasil, la mayor cantidad se dio en el nordeste: 303 casos en Pernambuco, 194 en Bahía y muchos otros en localidades aledañas. Los científicos han alertado que desde el nordeste, donde comenzó, el virus se va a desplazar ahora hacia el resto del país.
Pero nadie descarta que haya otros factores involucrados: que en el nordeste afecte más gravemente por ser una de las más pobres del país. Es posible también que esté involucrada otra infección anterior: más del 90% de las madres de hijos con microcefalia han tenido dengue. La mayoría vive sin una fuente adecuada de agua potable o en condiciones poco higiénicas.
En una favela de Linha do Tiro, como en tantos otros barrios marginales de las laderas que delimitan la ciudad oficial de Recife, las casas construidas con más solidez en la parte inferior del valle abren paso a chozas de una sola habitación con paredes desmoronadas y techos de zinc en las partes altas del valle. Por caminos empinados y llenos de escombros, pasando por redes plásticas negras que se fijan en las laderas para prevenir deslizamientos en caso de lluvia, se encuentra la deteriorada vivienda que Bruna Figueiredo, de 16 años, comparte con sus tres hermanos, su mamá y, en ocasiones, el novio de su madre con su hijo.
La familia de Figueiredo sabe acerca del Zika porque la ciudad ha enviado autoridades sanitarias a todos los hogares para advertir a los grupos familiares que deben protegerse del mosquito Aedes Aegypti. No solo propaga el Zika, sino también el dengue y el chikungunya.
Todo el mundo en la zona ha padecido dengue, una enfermedad endémica durante los últimos 30 años. En la actualidad, ha cobrado protagonismo el virus chikungunya, que produce una enfermedad muy dolorosa que afecta las articulaciones. En todo 2015, sólo se informaron 30 casos en Recife. En lo que va de año, ya son casi 2.000. Dos meses atrás, también Figueiredo pasó un día en el hospital para tratarse de chikungunya.
A Figuiredo le “preocupa el Zika”: “La gente habla del tema. Sé que si estás embarazada y te infectas con Zika, podrías tener un bebé con microcefalia”. Pero, en el exterior de la vivienda, aunque el gran tanque esté cubierto, el agua se acumula en el fondo de los recipientes de plástico y baldes donde proliferan los mosquitos. “Tenemos un día en el que el agua llega por las tuberías a la favela y cuatro días en los que no hay agua”, dice Figueiredo. Por eso tienen que almacenarla donde puedan.
Figueiredo dice que utiliza repelente para mosquitos, como lo aconsejan las autoridades sanitarias. No piensa lo mismo Ademilson Barros, administrador de la ONG Centro de Atendimento a Meninos e Meninas donde se brinda un lugar seguro, educación y sostén a los niños de la localidad. “La joven no tiene repelente. Ni tampoco tiene comida”, dice Barros sobre Figueiredo.
Más abajo en la ladera, Marli Amara (50) y su hermana, Lenira Amara Luna (56) viven en casas contiguas donde los grifos sin agua están abiertos todo el tiempo. “El agua empieza a salir a las dos de la madrugada y a la mañana ya se acaba”, explica Marli. Cuando en mitad de la noche escuchan el borboteo del agua, las hermanas se levantan de la cama y llenan todos los recipientes que tengan a mano.
Cada 15 días, alguien de la ciudad se acerca para colocar larvicida en su principal tanque de agua. Ellas dicen estar de acuerdo. Los rumores de que el larvicida puede ser un factor en los casos de microcefalia, desmentidos rotundamente por los científicos del Fiocruz y la OMS, todavía no han llegado a oídos de las hermanas Amara.
“Nos dicen que demos vuelta las botellas, que cubramos el tanque de agua y que usemos repelente”, dice Lenira. “No tenemos dinero para comprar repelente. Dicen que lo usemos pero no nos lo dan”. ¿Y qué opinan de la recomendación de usar ropa con mangas largas? Marli Amara, vestida con un chaleco amarillo y pantalones cortos naranja, se ríe como si la sugerencia fuera ridícula: “Hace demasiado calor”.
Hace 35 años, Barros fundó el centro para niños junto a su esposa, nacida en una favela. Hay más de 5.000 niños registrados en el centro. No es posible controlar los mosquitos, dice Barros señalando la basura del piso, donde se acumula el agua de lluvia y la suciedad. El agua sucia baja lentamente desde la cima de la favela hasta el fondo.
Según Barros, decirle a la gente que cubra los tanques de agua no es suficiente: “Es una cuestión de educación”. No se refiere a educación escolar: “En estos hogares, las familias no comen juntas, no hablan ni discuten y no tienen jardines. Cuando los niños llegan a nuestro centro, se les enseña a cuidarse los dientes y su salud en general, pero cuando vuelven a su casa, no tienen comida ni familia. Las madres trabajan y ellos se quedan solos. Y en algunos hogares, los espera un padre abusivo o involucrado en la venta de drogas”.
El rompecabezas
El estudio de Rodrigues y Turchi será una pieza importante del rompecabezas. Junto a otros colegas, están reuniendo a 200 de los bebés con microcefalia y a sus respectivas madres, y a 400 bebés que no fueron afectados por el virus, todos provenientes de la misma zona y atendidos en ocho hospitales de Recife. Además de establecer, de una vez por todas, el vínculo entre el Zika y la microcefalia y de hacer un seguimiento de la evolución de los bebés, Rodrigues y Turchi están a la caza de cofactores.
“Estamos en la búsqueda de otro tipo de exposiciones, como vacunas y drogas administradas durante el embarazo o en algún momento anterior de la vida de la madre, y otras anomalías congénitas dentro del seno familiar”, asegura Turchi. Según la OMS, no hay ninguna prueba de que las vacunas estén relacionadas con la microcefalia, pero el estudio debe tomar en cuenta todo a lo que la mujer y su hijo han estado expuestos.
Correia, el jefe de salud de Recife, sigue planeando y organizando la batalla contra los mosquitos, satisfecho porque sus equipos encuentran cada vez menos áreas de proliferación del mosquito en los hogares. Sin embargo, en la batalla contra el dengue, ya han fracasado dos intentos anteriores de erradicar al mosquito Aedes Aegypti. Las cifras bajaron y luego aumentaron de nuevo.
Otros científicos han planteado la posibilidad de que se esté culpando al mosquito equivocado. La doctora Constancia Ayres del instituto Fiocruz de Recife ha demostrado en un laboratorio que un mosquito mucho más común, el Culex Quinquefasciatus, que se cría en aguas estancadas (el Aedes Aegypti se cría principalmente en aguas limpias), puede infectarse con el virus del Zika.
En unos meses, cuando las mujeres infectadas con el virus del Zika durante el embarazo den a luz, se sabrá con certeza si Colombia y otros países también comenzarán a tener una cantidad sin precedentes de bebés con daño cerebral. De ser así, aparecerán nuevos temores de que la epidemia pueda propagarse hacia los EEUU y el sur de Europa. Pero pasarán años antes de que los científicos estén seguros de entender lo que está sucediendo y encuentren la forma (probablemente una vacuna) de detener la enfermedad.
Mientras tanto, las mujeres de las favelas, cuyas vidas ya se encuentran limitadas por la pobreza y a veces por la violencia, se enfrentan a otra amenaza desesperante: una amenaza para los hijos que llevan en el vientre.
Traducción de Francisco de Zárate