El neoliberalismo es una estafa y un fraude y la crisis de vivienda que sufre el Reino Unido es el mejor ejemplo de ello. La promesa populista del neoliberalismo siempre ha sido que los ciudadanos tengan más opciones. En una sociedad que funcionase bien, una que lamentablemente no tenemos, los jóvenes británicos podrían decidirse por una acogedora casa de protección oficial con arrendamiento protegido, o por una casa de alquiler estable y precio asequible, o por una vivienda en propiedad. Las tres alternativas han sido destruidas.
Cientos de miles de personas languidecen en las listas de espera para las viviendas de protección oficial porque no hay nuevas en edificación. El sector privado de los alquileres desregulados implica rentas altísimas y falta de seguridad, lo que deja a los inquilinos sin capacidad de arraigo en las comunidades. Y como demuestra una nueva investigación del Instituto de Estudios Fiscales, en sólo dos décadas la tasa de propiedad de viviendas para adultos jóvenes con ingresos medios se ha reducido a menos de la mitad.
Los tories construyeron este sistema de inseguridad endémica. No es ninguna sorpresa que la población en edad de trabajar los castigara en las urnas para votar en cambio por la promesa laborista de romper un statu quo que ya no funciona.
En la década de los ochenta, el “derecho a comprar” tu casa de Margaret Thatcher fue visto como una genialidad política: puso a los laboristas a la defensiva y dio la impresión de que iba a crear toda una generación tory de propietarios de viviendas.
Pero a largo plazo esta política fue la que sembró las semillas de la actual crisis tory. Cuatro de cada diez casas vendidas durante aquel programa de Thatcher pertenecen hoy a propietarios privados: sus inquilinos pagan el doble de alquiler que en una casa de protección oficial. Se agotó la reserva de viviendas sociales sin que hubiera un reemplazo y los precios de las viviendas se dispararon.
Atención, sorpresa: la propiedad de casas en el Reino Unido está ahora en los niveles que tenía en los años ochenta. Obtuvieron una ventaja a corto plazo a cambio de una crisis a largo plazo: un breve resumen de la filosofía conservadora.
Si los tories quisieran recuperar de verdad el apoyo político de los votantes más jóvenes, estarían ahora mismo despertándose en medio de la noche empapados en sudor y pensando cómo resolver la crisis de la vivienda. Pero eso necesitaría un programa serio de construcción de viviendas sociales y el temor de los conservadores, como lo han dicho claramente George Osborne, David Cameron, o Nick Clegg, es que la vivienda social “sólo crea votantes laboristas”.
Los tories también temen cualquier medida que pueda bajar el precio de las viviendas de su núcleo duro de votantes: los not-in-my-backyard (no en mi jardín) y los contrarios a nuevas edificaciones son mayoría en las filas tories.
Hace falta tomar medidas radicales para poner fin al nivel más bajo de construcción de viviendas en tiempo de paz desde la década de 1920. Es hora de construir, construir y construir. En la postguerra, el gobierno laborista se comprometió a construir viviendas sociales de mejor nivel que las privadas. Ese compromiso debe renovarse. Las hipotecas respaldadas por autoridades locales deben ser promocionadas masivamente. Tanto la tasa de actos jurídicos como el injusto sistema de impuestos locales (el council tax) deben ser abolidos en favor de un impuesto progresivo sobre el valor de la tierra.
En lo referente a alquileres privados, los laboristas hacen bien en proponer la inflación como subida máxima en los aumentos de alquileres y contratos por tres años. Pero también se debe otorgar a las autoridades locales el poder de imponer controles al precio de los alquileres. Las viviendas desocupadas deberían poder ser compradas de forma obligatoria para transformarse en viviendas municipales. A las compañías y fideicomisos sin sede en Gran Bretaña también les deberían prohibir comprar viviendas.
Los tories son incapaces de introducir tales medidas. Su ideología se los impide. No es el partido que generalizará la propiedad de la vivienda: es el partido de la crisis de la vivienda. Y de nuevo, vaya estafa es su filosofía. No amplían la oferta de vivienda: la restringen. Andan llorando con lo de la promesa de la libertad individual: ¿pero qué libertad puede tener un ciudadano sin seguridad y con un salario que es devorado por el alquiler?
La bancarrota del conservadurismo británico se resume en esta crisis de vivienda que no vino del cielo: fue creada de forma consciente. Por eso no vale con retocar o ajustar el desmoronado orden social que gobierna Gran Bretaña. Hay que reemplazarlo por completo.