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¿Puede un proyecto de casi 500.000 millones de euros devolver el hielo al Ártico?

Robin McKie

El físico Steven Desch ha presentado una novedosa solución para los problemas que aquejan a la región ártica. Junto a un equipo de colegas de la Universidad Estatal de Arizona, quiere reponer el hielo marítimo que está menguando utilizando 10 millones de bombas de viento ubicadas en el casco polar ártico. En invierno, las bombas se utilizarían para regar la superficie del hielo con agua, para que se congele y la superficie se haga más gruesa.

Estas bombas de aire podrían añadir un metro extra de espesor al casco polar actual de la región ártica, según Desch. La superficie actual de hielo no suele superar los 2 o 3 metros de espesor y sufre una erosión constante debido al cambio climático del planeta.

“Una superficie más espesa se traduciría en hielo más duradero. Así se reduciría considerablemente el riesgo de que desaparezca todo el hielo marítimo de la región ártica durante el verano”, dijo Desch a the Observer.

Desch y su equipo han publicado un artículo con su investigación en Earth’s Future, la revista científica de la Unión Geofísica Americana, y han estimado cuánto costaría llevar a cabo el proyecto: 471.000 millones de euros.

La cifra asombra. Sin embargo, ese desembolso sería necesario si quisiéramos detener el drama al que se enfrenta la región ártica, dice Desch, quien –al igual que muchos otros científicos– se ha alarmado con los cambios de temperatura de la región. Afirman que la temperatura está aumentando a un ritmo dos veces mayor del que predijeron hace sólo unos años, y calculan que los compromisos acordados en 2015 en París serán insuficientes para prevenir que se derrita completamente todo el hielo marítimo de la región durante el verano, posiblemente hacia el año 2030.

No se trata solo del uso de combustibles fósiles

“Pareciera que en este momento la única estrategia que tenemos es decir a la gente que deje de utilizar combustibles fósiles”, señala Desch. “Es buena idea, pero hará falta más que eso para detener la desaparición del hielo marítimo de la región ártica”.

La pérdida del casco de hielo sobre las aguas de la región ártica durante el verano pondría en peligro a muchas especies, desde el bacalao ártico hasta los osos polares, y destruiría un ecosistema inmaculado. Además, aceleraría aún más el calentamiento del planeta al faltar el hielo que refleja la radiación solar y la devuelve al espacio, alterando patrones climáticos en todo el hemisferio norte y derritiendo permafrost, liberando aún más gas carbónico hacia la atmósfera.

El proyecto de Desch propone utilizar bombas de viento para traer agua que está aislada del frío ártico a la superficie helada, donde se congelará y espesará el casco de hielo marítimo. Y este físico no es el único que propone una solución al problema: otros proyectos para detener la pérdida de hielo marítimo incluyen uno que busca blanquear artificialmente la región ártica repartiendo partículas de pulverizador de color claro para aumentar el reflejo de la radiación solar, y otro que sugiere rociar agua de mar en la atmósfera sobre la región para generar nubes que también reflejen la luz solar lejos de la superficie de hielo.

Todos los proyectos son muy imaginativos y extremadamente costosos. El hecho de que se los esté teniendo en cuenta demuestra el nivel de preocupación de los investigadores. “La situación nos preocupa enormemente”, asegura la profesora Julienne Stroeve, del University College de Londres. “Es mucho más grave que lo que sugerían nuestras estimaciones más pesimistas”.

No hiela en el Ártico

El pasado noviembre, cuando comenzó el invierno y la capa de hielo debería haber empezado a espesarse sobre el Ártico, la temperatura de la región aumentó. Si bien la temperatura debería haber caído a menos 25ºC, quedó varios grados sobre el límite de congelamiento.

“La temperatura ha permanecido 20ºC por encima de lo normal en casi todo el océano ártico. Esto no tiene precedentes”, declaró a the Guardian en noviembre la profesora e investigadora Jennifer Francis, de la Universidad Rutgers. “Estas temperaturas están absolutamente fuera de lo normal para esta época del año. Es alarmante. La región ártica ha roto todos los récords este año. Es interesante pero también da miedo”.

Y los meses siguientes, la situación no ha mejorado. Las cifras publicadas por el Centro Nacional de Datos sobre Hielo y Nieve de Estados Unidos (NSIDC, por sus siglas en inglés), ubicado en Boulder, Colorado, revelaron la semana pasada que la capa de hielo marítimo del ártico tuvo en enero una extensión de 13,38 millones de kilómetros cuadrados, la superficie más pequeña para el mes de enero de los 38 años de registros que se tienen desde que los satélites comenzaron a aportar datos de la región.

Esa superficie es 260.000 kilómetros cuadrados menor que la de enero del año pasado, que había sido el récord mínimo para ese mes, y –más preocupante aún– 1,26 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio a largo plazo para el mes de enero.

De hecho, el crecimiento del hielo marítimo se detuvo durante la segunda semana de enero –en pleno invierno ártico–, mientras que el casco de hielo se redujo entre los mares de Kara y de Barents, y en el mar de Ojotsk. Además, el archipiélago Svalbard, normalmente cubierto de hielo, no ha tenido casi hielo por la llegada de una corriente cálida del Atlántico al lado oeste de las islas. Aunque se ha recuperado un poco, el hielo marítimo sigue rompiendo récords por su escasez.

La situación actual del hielo marítimo es un mal augurio para el verano ártico, cuando los niveles de hielo llegan a su mínimo anual, y podrían romper un nuevo récord. La mayoría de los científicos estima que, con el nivel de emisiones actual, la región ártica se encontrará seguramente libre de hielo durante el verano de 2030.

Cuando dicen “libre de hielo” se refieren a que haya menos de un millón de kilómetros cuadrados de hielo marítimo en toda la región, con la mayoría en bahías y canales remotos, dejando el océano Ártico central completamente abierto. Y “seguramente” significa para los científicos que haya cinco años consecutivos con menos de un millón de kilómetros cuadrados de hielo para el año 2050. Pero también creen que el primer año sin hielo llegará mucho antes de lo previsto.

Y cuando eso suceda, las consecuencias serán nefastas tanto para los humanos como para la fauna de la región. Una región ártica sin hielo quedaría totalmente expuesta a la explotación comercial, por ejemplo. La empresas mineras, de combustibles y de turismo ya han comenzado a planificar operaciones en la región, algo que podría hacer estragos en la forma de vida de las comunidades indígenas de la región.

Algunos animales necesitan ese hielo

Igual de preocupante es el impacto en la vida salvaje, asegura Stroeve. “Al bacalao ártico joven le gusta quedarse bajo la capa de hielo de la superficie. Los osos polares se apoyan en el hielo marítimo para pescar, y las focas dan a luz sobre el hielo. No tenemos idea de qué sucederá cuando desaparezca todo el hielo. Además, está el problema de los golpes de calor, que hacen que llueve en lugar de nevar. Esa lluvia luego se congela sobre el suelo y forma una capa dura que evita que los renos y los caribús encuentren comida bajo la nieve”.

El resto del planeta no estaría exento de problemas. Con menos hielo que refleje la radiación solar hacia el espacio, las aguas marítimas de los océanos del norte subirán de temperatura y la región ártica se calentará aún más.

“Si el Ártico se calienta, se reducirá la diferencia de temperatura entre los polos y las latitudes medias, y eso afecta el vórtice polar, los vientos que soplan entre las latitudes medias y altas”, explica Henry Burgess, director del departamento del Ártico del Consejo Británico de Investigación sobre el Medio Ambiente.

“Normalmente, este proceso tiende a mantener el frío en el extremo norte y aire más templado en las latitudes medias, pero hay cada vez más riesgo de que ese equilibrio se altere si disminuye la diferencia de temperatura. Podríamos tener golpes de frío más y más prolongados que provengan del Ártico, períodos de tormenta atlántica más prolongados y suaves, y períodos más templados en la región ártica. Lo que sucede en el Ártico nos afecta a todos. Es difícil de creer que puedan desaparecer millones de kilómetros cuadrados de hielo a unos miles de kilómetros al norte de nosotros y que eso no impacte en el clima aquí en el Reino Unido”.

Stroeve lo expone de forma aún más desoladora: “Estamos llevando a cabo un experimento a ciegas sobre nuestro planeta y es imposible adivinar el resultado”.

En esto coincide Desch. “El hielo marítimo está desapareciendo rápidamente del Ártico. Tenemos que investigar y discutir sobre las opciones que proponemos. Si somos provocadores y hacemos que la gente se ponga a pensar, eso es bueno”.

“Si me preguntáis si creo que mi proyecto podría funcionar, la respuesta es sí. Estoy convencido de que funcionaría. Pero tenemos que ser realistas respecto al costo. No podemos seguir diciéndole a la gente ‘dejad de usar el coche o se acaba el mundo’. Hay que ofrecer opciones alternativas y al mismo tiempo hay que calcular su coste”.

La gran reducción

El casco de hielo ártico alcanza su máxima extensión en marzo, y durante los siguientes seis meses, empieza a reducirse. Hacia mediados de septiembre, cuando finaliza la estación de deshielo, se llega al punto mínimo. Entonces vuelve a comenzar el ciclo del hielo. Sin embargo, a fines del siglo pasado comenzó a disminuir el índice de crecimiento. Según meteorólogos, la superficie de hielo sobre el Ártico está en su punto mínimo y cada década se reduce un 13%, como consecuencia directa del calentamiento por los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.

Aquellos que niegan el cambio climático argumentan que esta pérdida se equilibra con el aumento del hielo marítimo en la región antártica, pero esto no es cierto. Las variaciones de hielo antártico son ínfimas comparadas con la pérdida de hielo ártico, y si combinamos los cambios en ambos polos, se calcula que en 30 años habremos perdido más de un millón de kilómetros cuadrados de hielo.

Traducido por Lucía Balducci