La quiebra de Gibson y el temor por el fin de la guitarra eléctrica

Tom McCarthy

Nueva York —

Vestido de negro, Bruce Springsteen habla en un escenario de Broadway sobre el momento en que descubrió por primera vez el poder del instrumento que tenía en sus manos. “La guitarra era la clave, la espada en la piedra, el bastón de la rectitud”. “Esa maldita guitarra, como la bautizó mi padre”, afirma el músico de rock mientras hace un punteo con una Takamine P6N japonesa, su acústica favorita.

Entre las paredes del teatro Walter Kerr de Manhattan, donde lleva seis meses interpretando el espectáculo biográfico Springsteen en Broadway, la guitarra está a salvo en su estatus de objeto sagrado. Pero fuera, en Times Square, las noticias en las pantallas LED cuentan otra historia. El martes, la empresa Gibson Brands, Inc (dueña de la mayor línea mundial de productos en el negocio de guitarras) se declaró en suspensión de pagos bajo el peso de una deuda estimada en 500 millones de dólares y de una reinvención fallida en 2014, cuando trató de imponerse como la marca de “un estilo de vida”.

Los problemas en el mundo de las seis cuerdas no se limitan a Gibson. Diez años después del estallido de la recesión, la industria de la guitarra sigue tambaleándose en Estados Unidos. Según la revista Music Trades, en 2017 se vendieron 2.633.000 unidades en EEUU, lo que supone un 5% menos que en 2008. La principal tienda de guitarras estadounidense, Guitar Center, tiene una deuda de 1.600 millones de dólares.

Los rumores sobre el principio del fin de la guitarra surgen en cuanto uno piensa en los desafíos a los que se enfrenta por las últimas tendencias culturales y económicas: los cambios en gustos musicales, las ventas por internet, el atractivo de los smartphones y el eclipse de los héroes de las seis cuerdas. ¿Acaso está ya muerta?

Según Chris Martin IV, consejero delegado del legendario fabricante de guitarras acústicas CF Martin & Co, “la demanda de guitarras se ha ralentizado, eso es un hecho”. Pero no hay que extraer “conclusiones equivocadas” del caso Gibson, una empresa “demasiado endeudada”. “No concluyan que la guitarra está muerta. De una forma u otra, la guitarra ha existido desde Mesopotamia”.

Desde una perspectiva de mercado, la tradicional durabilidad del instrumento es uno de los problemas a lo que se enfrenta la industria. Muchos músicos prefieren las usadas antes que las nuevas y nunca ha sido tan fácil como ahora encontrar la guitarra usada apropiada.

Según Brian Majeski, editor de la revista Music Trades, “el mercado se ha ralentizado, no es tan vibrante como a principios de los años 2000”. “Creemos que un factor crucial ha sido la mejora en la oferta de productos usados y la llegada de una generación acostumbrada a comprar cosas por internet”.

De acuerdo con las estimaciones de Majeski, el sitio de compraventa de instrumentos musicales Reverb.com venderá guitarras por un valor total de entre 400 y 500 millones de dólares en 2018. “Y casi todas de segunda mano”.

La tradición de Gibson

El comienzo del final para Gibson llegó en 2014 cuando pagó 135 millones de dólares para quedarse con un negocio de audio y entretenimiento para el hogar de la multinacional holandesa Philips, además de varias incursiones que la empresa hizo en la electrónica de consumo con auriculares, altavoces y productos para DJ. “No tenía nada que ver con el negocio de la guitarra”, dijo Majeski. “Compraron un negocio de electrónica de consumo”.

Pero aunque fuera debido a una imprudencia, la caída de Gibson ha llenado de angustia a los aficionados a la música que aman sus guitarras, crecieron escuchándolas y creen en la tradición de la que forman parte. Gibson construyó guitarras de jazz para Charlie Christian y Bucky Pizzarelli y acústicas planas para artistas como los Everly Brothers o Sheryl Crow. Héroes de la guitarra tan importantes como Jimmy Page, Neil Young o Slash han tocado su Les Paul eléctrica.

Si bien no se puede decir que esa heterogénea tradición musical esté en peligro, lo cierto es que en la cultura de hoy ocupa mucho menos ancho de banda que en la de antes. La música pop basada en software, la música electrónica de baile y el hip hop, entre otras corrientes, la han dejado a un lado.

De acuerdo con George Murer, investigador en etnomusicología de la City University of New York, el desplazamiento es un fenómeno global constante en el mundo de la música, y ningún instrumento se ha beneficiado tanto del cambio de gustos como la guitarra: “La guitarra se ha convertido en un instrumento propio para mucha música neotradicional, especialmente en el norte de África, en la región del Sáhara y en Azerbaiyán, donde la guitarra eléctrica se ha vuelto increíblemente popular en la música tradicional azerí que se toca en las bodas”.

“Lo mismo ocurre con la región del Sáhara, con todos los tuaregs, los songhais, los fulanis y los bereberes del sur de Marruecos, toda una gama de culturas que durante mucho tiempo se relacionaron a través del Sáhara con intercambios a partir de estos laúdes y violines punteados. Ahora la guitarra se ha convertido en la pieza central para gran parte de ese repertorio”.

“Estoy bastante seguro de que las ventas globales de guitarras fabricadas por Fender y por Gibson deben estar en uno de sus puntos más altos porque a nivel mundial la música con guitarras crece y crece”.

Ed Sheeran al rescate

Tan lamentada como el declive en las ventas ha sido la desaparición de los héroes de la guitarra, Clapton, Hendrix, Page y el resto. Según Martin, las ventas de su guitarra acústica aumentan cuando surge un nuevo talento de la guitarra como Taylor Swift o Mumford and Sons en la década pasada. “Uno de los factores que más influyen en la demanda es la aparición de una banda pop que usa la guitarra”, explica. “Todos lo aprovechamos cuando eso ocurre, pero no significa que el negocio desaparezca si no sucede, sólo se nivela un poco”.

Por suerte para la compañía, entre los devotos de CF Martin & Co figura el guitarrista Ed Sheeran, cuyo instrumento es fabricado por la empresa a un precio de 699 dólares (587 euros). “Lo bueno de Ed es que está atrayendo a un cliente más joven”, cuenta Martin. “Y la guitarra que toca es una Martin muy asequible, así que el cliente más joven puede sentir que se la puede permitir”.

Según el productor musical Phil Schaffart, que hace dos años inauguró la tienda Ground Floor Guitar en Omaha (Nebraska), los jóvenes que representan a la próxima generación de músicos y aficionados son unos clientes sorprendentemente fuertes. “Todavía hay muchos niños”, afirma. “Es un poco cursi para mí decir esto, o tal vez no tenga sentido o alguien no sienta lo mismo, pero creo que el rock and roll es algo muy real dentro de la música, es como una religión”.

“Creo que eso es muy real y lo veo todo el tiempo con los chicos que vienen a nuestra tienda y se interesan por la guitarra, tanto los niños como las niñas. Lo más importante es poner la guitarra en sus manos, hacer que la toquen, que la sientan y que piensen: ‘puedo hacer esto'. La gente se emociona mucho con eso”.

Casi al final de su show en la noche del miércoles pasado, Springsteen describe una escena reciente de su vida, hablando con su madre una noche en la cocina sobre “todas las cosas que la guitarra nos había traído”. Luego inclinó la cabeza, levantó el brazo y la hizo cantar.

Traducido por Francisco de Zárate