Imaginen un programa estilo El aprendiz, pero con Condoleezza Rice, Henry Kissinger y Tony Blair –o, al menos, sus más jóvenes homólogos– peleándose por el estado del salón, por quién debe ser director de proyecto o por los aciertos o errores de la última entrega del “informe Chilcot” sobre la guerra de Irak. Ah, e imaginen de paso que el programa se graba en China.
Pues bien, eso es exactamente lo que ofrece un nuevo máster (Schwarzman Scholars) que empieza este mes en la Universidad Tsinghua, de Pekín. Según su página web, Stephen Schwarzman, director ejecutivo y cofundador de Blackstone –el famoso fondo de inversión estadounidense–, invirtió 100 millones de dólares en dicho programa para dar “el poder de cambiar el curso de la historia a los líderes futuros con más talento” y “provocar cambios a escala global”.
El programa, que financia a candidatos excepcionales de entre 18 y 29 años para que vivan y estudien en China durante un año, se inspira en las becas Rhodes, establecidas tras la muerte del magnate minero y político imperialista Cecil Rhodes (1902) con el objetivo de ofrecer educación universitaria en Oxford a líderes internacionales jóvenes comprometidos con el servicio público.
Nigel Thrift, un antiguo vicerrector de la Universidad de Warwick que ahora ejerce de director ejecutivo de Schwarzman Sholars, afirma que se trata de un “intento concertado de reunir a un grupo de alumnos de talento extraordinario, así como de introducirlos en China y crear una red de relaciones que, en el futuro, les sea de utilidad a ellos y al propio país”.
El suyo no es el único programa inspirado en las becas Rhodes que pretende influir en la próxima generación de líderes mundiales; de hecho, la Universidad de Pekín tiene un programa parecido (las becas Yenching), que está en marcha a pesar de que se anunció después. Pero Schwarzman Scholars tiene una ventaja sobre sus rivales: una junta de asesores verdaderamente estelar, de la que forman parte Blair, Rice, Kissinger, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, el ex secretario de Estado de los EE.UU. Colin Powell y sir James Wolfensohn, antiguo presidente del Banco Mundial.
Thrift afirma que el trabajo de los asesores consiste en “prestar ayuda cuando se necesita ayuda”, y pone como ejemplo a Kevin Rudd, un ex primer ministro australiano con dominio del chino mandarín que echó mano de sus muchos contactos en China para ponerlos al servicio de la causa.
Asesores “salidos de la guerra de Irak”
Un académico comenta a The Guardian que algunos de los asesores parecen salidos de “una reunión de la guerra de Irak”, y otro –que rechaza dar su nombre por miedo a perjudicar a los estudiantes que quieran participar en el programa– dijo: “La idea de que se puedan crear líderes mundiales con un curso de un año es bastante reduccionista. Los líderes se forman tras periodos más largos y experiencias más plurales. Nelson Mandela no surgió de un programa como ese”. En su opinión, el planteamiento de Schwarzman Scholars es simplista por concentrarse excesivamente en los negocios y preocupante por la connivencia de políticos y empresarios que expresa su junta de asesores.
Entre los miembros de dicha junta hay varios pesos pesados del mundo financiero; personas como Robert Rubin, el ex directivo de Goldman Sachs y Citigroup que fue secretario del Tesoro con Bill Clinton; Bob Dudley, director ejecutivo de BP y John L. Thornton, otro discípulo de Goldman Sachs, que dejó la presidencia del banco de inversiones en al año 2003 y ahora es director de “liderazgo global” en la Universidad de Tsinghua.
El hijo de Thornton, J.R. –que publicó su primera novela –Beautiful Country– en abril–, estará entre los 111 becados iniciales. El libro, basado en su experiencia como aprendiz de jugador de tenis en Pekín, recibió la siguiente crítica de Niall Ferguson, profesor de la Universidad de Harvard que se encuentra entre los conferenciantes del programa: “en muchos sentidos, es la novela 'ameriquimérica' por excelencia de la generación del cambio de milenio”.
Los organizadores recibieron más de 3.000 solicitudes, y los candidatos pasaron por un proceso de selección riguroso. Los 300 “semifinalistas” se sometieron entonces a entrevistas realizadas en Pekín, Bangkok, Londres y Nueva York por jurados entre los que estaban personajes como Brian Mulroney, ex primer ministro de Canadá; David Walker, ex presidente de Barclays; Lionel Barber, director del Financial Times y Ólafur Grímsson, presidente de Islandia.
“Las entrevistas fueron muy duras”, dice Stephanie Burrell, de 24 años de edad, desde Quadring (Lincolnshire). Burrell, una graduada en ciencias biológicas por la Universidad de Oxford que había trabajado en Accenture y en la Oficina del Gobierno de Gran Bretaña, afirma que los seis miembros del jurado la sometieron a media hora de interrogatorio intensivo. Querían saber su opinión sobre asuntos como el futuro de la Unión Europea, aunque también hubo quien preguntó por sus intereses personales, que son las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial.
Natasha Rachman, de 22 años, es otra de las becadas británicas. Tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Oxford, empezó a trabajar para lady Faulkner, portavoz del partido Liberal Demócrata en la comisión de asuntos extranjeros de la Cámara de los Lores. Dice que se sintió atraída por el programa porque no costaba nada (además de matrícula, viaje, comida y alojamiento gratuitos, los estudiantes reciben un ordenador portátil, un smartphone y un sueldo de 3.500 dólares) y porque la ofrecía la posibilidad de relacionarse con un grupo de personas tan interesante como diverso.
El 45% de los becados proceden de los Estados Unidos; el 20%, de China y el 35% restante, de otros países. Sólo el 30% de las solicitudes recibidas eran de mujeres, que obtuvieron el mismo porcentaje en la selección; pero Thrift cree que ese problema se solventará con el siguiente grupo, cuyo proceso de entrevistas, dirigido a reclutar 125 estudiantes nuevos, comienza esta semana.
La Universidad de Harvard quedó en primer lugar por número de seleccionados (6), seguida a poca distancia por Tsinghua, Princeton y Tale (5). En cuanto a las universidades británicas, Oxford y Cambridge obtuvieron 3, por delante de la London School of Economics (2) y de Durham, Imperial, University College London y King's College (1).
Los seleccionados viajarán a Pekín el mes que viene y se alojarán en un colegio universitario específicamente construido para tal fin. Estudiarán liderazgo, tipos de gobierno e historia, cultura y valores chinos, además de toda una serie de asignaturas relacionadas con la política, la economía, el mundo de los negocios y los propios estudios internacionales. También trabajarán en empresas y organizaciones de China para evaluar su rendimiento.
El peligro de la censura china
No obstante, la presencia de dichos alumnos y el rumbo que puedan tomar en materia de medios de comunicación puede ser un problema en un país que, según el índice mundial de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, ocupa el puesto 176 de los 180 analizados. De hecho, el ministro de educación actual, Yuan Guiren, ha pedido que se aumente el control sobre los libros de texto que propagan “valores occidentales”, y hay informes sobre una reducción de la libertad académica en las universidades del país.
Rachman afirma ser consciente de ese peligro, y añade que una de las cosas que más le interesan del programa es la oportunidad de debatir sobre China y dilucidar si se está volviendo más o menos autoritaria, aunque los organizadores han asegurado a los alumnos que disfrutarán de libertad académica plena dentro del campus. “Eso es todo lo que pido –dice–. Además, si quieres estudiar y trabajar en un país extranjero, tienes que someterte a las leyes de ese país.”
Thrift declara que, hasta ahora, “no hemos tenido ningún problema relacionado con la libertad académica. Por supuesto, nadie puede asegurar que no lo tengamos en el futuro... Tendríamos que ser muy ingenuos para no considerar esa posibilidad cuando se trabaja en un país distinto y con expectativas distintas. Pero creo que esto es importante para los chinos, y que harán lo posible por facilitarnos las cosas”.
El programa dispone de una junta de académicos que aconsejan sobre las asignaturas y los profesores que las imparten. Entre ellos está Peter Tufano, decano de la Saïd Business School de Oxford, quien se encarga de las cuestiones relacionadas con la organización de la vida de los alumnos. Tufano dice que el secreto de su trabajo no está en ser excesivamente estricto, sino en permitir que los estudiantes organicen algunas actividades por su cuenta. “Son alumnos excepcionales, y estoy acostumbrado a tratar con alumnos excepcionales. Sus vidas no terminan cuando salen de clase”.
Sin embargo, Noam Chomsky, profesor emérito de lingüística del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y especialista en asuntos internacionales, se muestra más preocupado por el ejemplo que pueda dar la junta de asesores. “Sinceramente, yo no esperaría demasiado de semejante grupo”, remata.
Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez