Fue una revolución muy poco parisina, aunque comenzara en una calle del centro de la ciudad. No se montaron barricadas para bloquear los bulevares cercanos y ningún estudiante radical lanzó adoquines arrancados del asfalto. Nadie cortó la cabeza a ningún monarca.
En cambio, a lo largo de la rue de l'Aude se instaló una mesa de banquete de 215 metros de largo, con 648 sillas y llena de comida casera, y se instó a los presentes a pronunciar libremente la más subversiva de las palabras: bonjour.
Para algunos, ese “buenos días” supuso el primer intercambio importante con sus vecinos. “Jamás había visto nada igual”, dice Benjamin Zhong, que regenta una cafetería en la zona. “Sentí que la calle me pertenecía, que nos pertenecía a todos”.
Aquel día de septiembre de 2017, los revolucionarios juraron su lealtad a la autodenominada 'République des Hyper Voisins' [la república de los hipervecinos] en un tramo del distrito 14 de la margen izquierda de la capital francesa que abarca unas 50 calles y 15.000 residentes. En los cinco años transcurridos desde entonces, la república –un “laboratorio de experimentación social”– ha intentado abordar las deficiencias de la vida moderna en la ciudad, que puede ser transaccional, acelerada y solitaria.
El experimento anima a los vecinos no solo a saludarse más por la calle, sino a relacionarse a diario a través de proyectos de apoyo mutuo, intercambio voluntario de conocimientos y encuentros organizados.
“El estereotipo del parisino es el de una persona brusca y antipática” dice Patrick Bernard, experiodista y vecino del barrio que ha puesto en marcha el proyecto. “Pero la vida en la ciudad no tiene por qué ser desagradable y anónima. Queremos generar una atmósfera de pueblo en un espacio urbano”.
“La convivencia entre vecinos no es solo una sensación agradable”, dice Bernard. “También puede convertirse en un poderoso activo, en un factor económico y social esencial en la construcción de las ciudades del futuro”.
“Si necesito ayuda siempre hay alguien”
En la actualidad, casi 2.000 habitantes asisten a almuerzos y aperitivos semanales en restaurantes locales, salidas culturales, intercambios de recuerdos o actividades infantiles, entre otras iniciativas. Durante la pandemia de COVID-19, los vecinos se movilizaron para fabricar mascarillas, entregar las compras a los vecinos más vulnerables y hacer pasteles para apoyar a una organización benéfica local. Otra clave de esta iniciativa es su dimensión digital: se han creado decenas de grupos de WhatsApp para reparar aparatos rotos, vender artículos de segunda mano y compartir información sobre salud.
Anna Morosova, de 31 años y originaria de Rusia, cree que el proyecto le ha dado una estabilidad incalculable a su vida desde que se divorció. “Vivo sola, pero si necesito ayuda siempre hay alguien”, dice Morosova, que es arquitecta y ahora planea montar clases de tango para sus vecinos:. “Este lugar me da energía”.
Mireille Roberdeau, una viuda de 86 años que se mudó a esta zona de París en el 2000, cuenta que esta iniciativa le ha dado una razón para levantarse por la mañana. “Antes era bastante tímida”, dice. “No hablaba con nadie. Fruncía el ceño al ver a los demás. Pero ahora tengo ganas de salir. Es bueno porque mi médico me dice que me conviene salir”. Roberdeau, que ahora es una entusiasta usuaria de los grupos de WhatsApp, fue hospitalizada en marzo. Explica que los vecinos le llevaron comida cuando llegó a casa. “Hay buen ambiente en el barrio”, dice. “Me ha cambiado”.
Transformar los barrios
Más allá del “comer, beber y celebrar como ingeniería social”, en palabras de Bernard, que definieron las etapas iniciales de Hyper Voisins, los objetivos a largo plazo –dirigidos a transformar la propia naturaleza y funcionamiento de un barrio urbano– se sustentan en cuatro pilares: medio ambiente, sanidad, espacios públicos y movilidad.
Ha colaborado, por ejemplo, con la organización sin ánimo de lucro Les Alchimistes [Los alquimistas] para instalar puntos de eliminación de residuos orgánicos en las antiguas plazas de aparcamiento y convertir la materia en compost. Y, lo que tal vez es más radical, en un momento de presión en la asistencia sanitaria en Francia, el barrio está poniendo en marcha una clínica de salud centrada en las necesidades de los vecinos. El Ayuntamiento de París ha financiado este proyecto con 500.000 euros. Contará con una plantilla de 10 personas y tendrá un amplio horario, consultas sin cita previa y visitas a domicilio. Lo más importante es que los “ciudadanos usuarios” apoyarán a los cuidadores y participarán de cerca para estar más informados sobre su propia salud.
“Un vecino puede estar en el hospital y tal vez no puede regresar a casa si nadie le garantiza que tendrá apoyo”, dice Bernard. “Pero ¿qué pasaría si pusiéramos en marcha un plan para que los niños de la zona hicieran la compra de estas personas, de modo que pudieran volver a casa una semana antes? Sería mejor para los pacientes y supondría un gran ahorro para los servicios públicos”.
Para reducir el uso del coche por parte de residentes y comerciantes, Hyper Voisins tiene previsto comprar bicicletas eléctricas con remolque e instalar un cargador de bicicletas eléctricas comunitario. También está negociando con el Ayuntamiento de París la posibilidad de cobrar un impuesto local a comercios menos deseados como las agencias inmobiliarias, los bancos y puntos de entrega, e incluso dar a los residentes la posibilidad de votar si pueden instalarse allí. “Queremos favorecer las tiendas que mejoren nuestra vida cotidiana”, dice Bernard. “Si no es así, como quien contamina, deben pagar”.
Una estrategia más amplia
El proyecto Hypers Voisins no tiene ninguna relación formal con el Ayuntamiento, pero se inscribe en una estrategia más amplia de animar a la gente a participar más activamente en la vida de sus comunidades. “París es una ciudad grande, cosmopolita y diversa, y debe seguir siendo una ciudad de la gente, un lugar en el que la gente conviva felizmente”, dice Pénélope Komitès, teniente de alcalde de París a cargo de programas que refuerzan la resiliencia. “A través de la convivencia, la solidaridad y los fuertes vínculos entre nuestros habitantes, podemos asimilar mejor los golpes inesperados”.
Hyper Voisins no solo se ve como una poderosa herramienta de cooperación a nivel micro, sino como una versión de base de la tan aclamada “ciudad de 15 minutos”, el concepto de diseño urbano desarrollado por el teórico franco-colombiano Carlos Moreno, según el cual los vecinos pueden cubrir todas las necesidades de su vida cotidiana muy cerca.
“Hypers Voisins encarna la cercanía entre los vecinos, y son ellos mismos los que impulsan sus propios proyectos”, dice Moreno. “Busca aglutinar a los habitantes y revitalizar los barrios. Sigo esta iniciativa desde que se puso en marcha. Me ha inspirado”.
Según la socióloga y antropóloga Charlot Schans, desde la pandemia de COVID-19 muchos europeos valoran más los espacios y las comunidades que les rodean. “Necesitamos ciudades centradas en las personas y espacios públicos que favorezcan la vida pública. Hyper Voisins es un excelente ejemplo de recuperación del desarrollo urbano”.
Schans dirige Place Making Europe, una red sin ánimo de lucro que opera en 30 países para promover mejores políticas en torno al espacio público. “Las ciudades tienden a desarrollarse de arriba abajo”, dice. “El resultado es que a menudo hay una soledad creciente, y se están convirtiendo en lugares menos móviles y menos saludables”.
“La creación de lugares como concepto refuerza la noción de que poseemos y creamos estos espacios juntos”, afirma. La ciudad española de Pontevedra, por ejemplo, ha restringido los coches, Barcelona ha desarrollado su sistema de 'supermanzanas' para dar más espacio a los peatones, y Ámsterdam ofrece fondos a organizaciones sin ánimo de lucro para que compren las tiendas para turistas y las sustituyan por negocios orientados al público local. Bernard también cita como inspiración el Solon Collectif de Montreal, un proyecto comunitario que ha reducido el consumo local de energía mediante un fluido de transferencia de calor común que circula por tuberías subterráneas y ha disminuido el desperdicio de alimentos enlatando frutas y verduras locales.
No hay una fórmula mágica
El Ayuntamiento de París tenía previsto formalizar el modelo de Hyper Voisins implantándolo en otros cuatro distritos de la ciudad. Sin embargo, la reducción sin precedentes del presupuesto municipal a causa de la pandemia ha paralizado este proyecto.
Un estudio elaborado por la socióloga Camille Arnodin ha revelado que Hyper Voisins –y otros dos proyectos de voluntariado comunitario en París– han reforzado la resistencia a la pandemia, han transformado los débiles vínculos vecinales en lazos fuertes, han mejorado la convivencia social y han reducido el aislamiento social. El informe de Arnodin pedía más recursos para respaldar planes similares para finales de 2023.
“Planeamos trazar una ruta para que otros barrios crezcan”, dice la teniente alcalde Pénélope Komitès. “La idea no es reproducir lo que hace Hyper Voisins en todas partes, porque cada barrio es diferente. Pueden ser iniciativas muy, muy diferentes”.
Hyper Voisins espera inspirar a otros distritos y está llevando a cabo una investigación en colaboración con dos universidades con vistas a desarrollar cursos que acaben formando a “amigos del barrio” para que desempeñen en otros distritos el papel que Bernard ejerce voluntariamente en el 14.
Pero, ¿podría la visión de Bernard funcionar más allá de su entorno primigenio, un barrio de izquierdas y de clase media en una zona relativamente rica de París? El estudio de Arnodin, por ejemplo, señala problemas de inclusión: el plan podría correr el riesgo de dejar fuera a quienes no desean participar en las actividades o a quienes “no se sienten incluidos o informados”.
“Siempre es posible hacer más para llegar a los distintos habitantes”, reconoce Bernard. “Pero no hay una fórmula mágica. Hay que adaptar el modelo. Hay que ver cómo funciona en zonas de derechas o de izquierdas, entre personas con discapacidad, ricas, jóvenes...”
Sin embargo, sigue siendo optimista sobre el potencial más amplio de la no tan silenciosa revolución impulsada por un millón de bonjours. “Hemos tenido mucho éxito. Hemos cambiado profundamente la forma de vivir de los vecinos”.
Un acto reciente en la plaza de los Derechos del Niño permitió a los vecinos celebrar la recuperación del espacio público. La plaza era, según Bernard, un cruce de carreteras sin vida que ya no cumplía su función de “plaza urbana”, un lugar de vida, interacción y encuentro. Pero tras consultar a los vecinos sobre lo que creían que debía ser la plaza, se limpió, se peatonalizó, se colocaron plantas y se acabó con el mobiliario urbano en desuso con una subvención de casi 200.000 euros del Ayuntamiento de París.
La nueva plaza pública se inauguró en un día soleado con comida casera, música en directo, juegos de mesa ecológicos para los niños y reparto de compost. “Aquí, la gente tiene tiempo para hablar”, dice Patrick Touzeau, de 46 años, que se mudó a la zona con sus tres hijos en 2018. “Es algo muy bonito. Es un esfuerzo colectivo. Los beneficios no se producen de inmediato, requiere tiempo. Pero creo que como filosofía debería estar en todas partes”.
Traducción de Emma Reverter