Para un presidente en tiempos de guerra, la única amenaza política más peligrosa que un general querido por la gente es un general querido por la gente que ha sido despedido sin contemplaciones.
Al parecer, Volodímir Zelenski está dispuesto a correr ese riesgo al no haber logrado convencer al general Valeri Zaluzhni de que dimita como comandante en jefe de las fuerzas armadas de Ucrania, según han publicado diferentes medios de comunicación. Si bien algunos políticos ucranianos abogan por una reconciliación entre ambos, los rumores sobre el inminente despido del general continúan circulando en Kiev.
Aunque Zelenski es sin duda el rostro de Ucrania en el extranjero, Zaluzhni rivaliza con el presidente por su popularidad en casa. Su cara cuadrada de bulldog aparece en innumerables memes de Internet y carteles por toda Ucrania, como el que lo muestra arrastrando a Vladímir Putin ante un tribunal internacional en La Haya.
Según Oleksi Goncharenko, diputado opositor afín a Zaluzhni, en el centro de la crisis está precisamente esa rivalidad por la popularidad. “Esto es por las relaciones personales entre ellos, no creo que sea por cómo se está llevando la guerra”, dice. “No olvidemos que Zelenski ha sido actor y es como si quisiera ser la única estrella del espectáculo; ambos están agotados emocionalmente después de estos últimos dos años”.
Zelenski nombró a Zaluzhni jefe de las fuerzas armadas en julio de 2021. Entonces, Ucrania llevaba siete años luchando para defenderse de las fuerzas rusas en sus provincias orientales mientras Putin comenzaba a juntar al otro lado de la frontera una fuerza para una invasión mucho mayor.
Una vez en el cargo, Zaluzhni apenas tuvo siete meses para prepararse para la embestida rusa. Sorprendió al mundo con su defensa de Kiev, con la forma en que aplastó a la mayor parte de las fuerzas invasoras cuando esta quedó bloqueada en su marcha hacia la capital y con un contraataque en el que ha recuperado más de la mitad del territorio perdido.
Pero cuando la tan esperada contraofensiva del verano de 2023 no logró recuperar el terreno que Kiev y sus partidarios esperaban, Zaluzhni admitió al semanario The Economist que la guerra estaba estancada y que, sin un gran salto tecnológico, “lo más probable” es que no se produzca “ningún importante y hermoso avance”.
La entrevista a The Economist irritó a la oficina de Zelenski pero aparentemente no afectó al prestigio que tiene Zaluzhni entre los ucranianos de a pie, según encuestas de opinión que lo destacan como la única figura pública capaz de rivalizar con Zelenski.
El general de 50 años representa la transformación militar que ha vivido Ucrania desde la rigidez y el verticalismo de la era soviética hacia un estilo occidental moderno en el que los oficiales subalternos deben tomar las decisiones correctas en el fragor de la batalla sin esperar a las órdenes de sus superiores.
Un rápido ascenso
Zaluzhni nació en 1973 dentro del viejo sistema, literalmente: llegó al mundo en una guarnición militar soviética del norte de Ucrania donde su padre prestaba servicio. Pero al crecer, su instinto lo llevó a ignorar el legado militar y uno de sus primeros intereses fue desarrollar una carrera como cómico, la misma profesión que eligió Zelenski.
Al final se impuso la tradición familiar y, en 1997, Zaluzhni se graduaba con honores en el Instituto de las Fuerzas Terrestres de Odesa. Demasiado joven para ser instruido en la cultura soviética de mando, que se centra en la obediencia incondicional a los mandos superiores, Zaluzhni dedicó su tesis a analizar la estructura del Ejército estadounidense.
Después de que, en 2014, Putin se hiciera con Crimea y lanzara su ataque contra las provincias orientales ucranianas, Zaluzhni ascendió a un ritmo acelerado en el escalafón sin abandonar un espíritu de informalidad –hay muchas fotografías en las que aparece en pantalones cortos y camiseta– y bonhomía con sus soldados que lo distinguía radicalmente de los oficiales de más edad.
En el verano de 2021, estaba bebiendo una cerveza en el cumpleaños de su esposa cuando recibió la llamada de Zelenski pidiéndole que asumiera el mando de las fuerzas armadas. “¿Qué quieres decir?”, fue su primera respuesta, según contó después a la revista Time. Aquello fue como si le hubieran dado “no solo un puñetazo por debajo del cinturón, sino directamente un nocaut”.
¿Ambiciones políticas?
En público, Zaluzhni mantiene una imagen de modestia y falta de ambición, insistiendo en la separación total entre la política y los asuntos militares, pero la oficina del presidente no termina de creérselo. Los asistentes de Zelenski sospechan que la fundación benéfica del general puede acabar transformándose en una plataforma política, y creen que sus crecientes publicaciones en redes sociales junto a su esposa proyectan una imagen de candidato presidencial.
Nada empujaría más a Zaluzhni a unirse a las filas de la oposición que ser destituido. Está claro que no quiere irse, se niega a dimitir y se mantiene firme frente a la campaña organizada de rumores sobre su inminente marcha.
Una ruptura seria
No está claro por qué Zelenski está dispuesto a correr el riesgo de enemistarse con alguien que puede ser un rival muy popular. Si entre los dos hay diferencias sobre táctica y estrategia, no se han hecho públicas. Sea cual sea el origen de la ruptura, su evidente gravedad y la forma en que se está gestionando han dejado al descubierto las fragilidades de Kiev.
“Con la guerra en Ucrania llegando al final de su segundo año, no queda ni rastro de la antigua unidad entre la élite ucraniana”, dice Konstantin Skorkin, analista político de la Fundación Carnegie para la Paz. “Cuanto más se prolongan los combates, más tentador resulta buscar culpables, y más cierta la amenaza de desestabilización interna”.
“Temo que una destitución de Zaluzhni perjudique a la moral de la sociedad, el problema es ese”, dice Goncharenko. “No creo que tenga una influencia directa en el campo de batalla, creo que el verdadero problema es cómo influirá en el ánimo de la sociedad”.
Traducción de Francisco de Zárate