Rusos de extrema derecha y admiradores del Tercer Reich que luchan del lado de Ucrania

Shaun Walker

Kiev —
29 de septiembre de 2023 22:14 h

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Denis Nikitin llega a la entrevista en un restaurante de Kiev con una pistola colgada del cinturón y flanqueado por dos guardaespaldas armados. No sería una imagen sorprendente en tiempos de guerra en Ucrania de no ser por un detalle: Nikitin es ruso. Antes de que Vladimir Putin invadiera Ucrania el año pasado, Nikitin era conocido por su ideología nacionalista y por sus vínculos con grupos de extrema derecha de toda Europa. En su día fue una figura importante en la escena del fanatismo violento por el fútbol en Rusia.

“Si nos hubiéramos conocido hace 10 años en la puerta del estadio de Luton quizá nos habríamos peleado, pero ahora soy una persona madura”, afirma, vestido de negro, mientras los dos guardaespaldas observan de cerca. En la actualidad, Nikitin lidera el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK, por sus siglas en ruso), una polémica unidad de combatientes que luchan junto al ejército ucraniano.

A principios de año, el RDK, junto con otro grupo de rusos que luchan del lado de Kiev, realizó varias incursiones transfronterizas y tomó por un breve tiempo pueblos dentro de Rusia antes de retirarse de nuevo a Ucrania.

Las incursiones –captadas en vídeos colgados en Internet– le dieron un gran impulso de relaciones públicas a Kiev, que trataba de mostrar la incapacidad de Rusia para controlar las fronteras y su vulnerabilidad a los ataques de partisanos. Las autoridades rusas calificaron el RDK de “terrorista” y sometieron a las ciudades ucranianas a un bombardeo de misiles más intenso de lo habitual como represalia.

Funcionarios ucranianos apuntan a que, tras una hipotética derrota militar total de Rusia y la caída de Putin, el RDK y unidades similares podrían formar parte de una fuerza proucraniana que marchara hacia Rusia, haciéndose con el control permanente de partes del territorio.

Lo cierto es que el RDK es un aliado incómodo para Ucrania. Muchos de sus miembros tienen posiciones de extrema derecha. Nikitin, que creció en Rusia y Alemania, tiene prohibida la entrada en la zona Schengen desde 2019 y tiene fama de ser uno de los neonazis más destacados de Europa. Se hace llamar White Rex, nombre también de una marca de ropa que creó y que utiliza simbología de extrema derecha.

Vive en Kiev desde 2017, un año después de que él y otros hinchas violentos rusos participaran en enfrentamientos con aficionados ingleses en Marsella. Desde Kiev, Nikitin dirigió una serie de competiciones de artes marciales mixtas a las que se atribuye haber reunido a activistas de extrema derecha de toda Europa.

Según contó él mismo, con el paso de los años se ha vuelto más contrario al Kremlin. Durante el encuentro con The Guardian en el restaurante, señala: “Nos dimos cuenta de que los inmigrantes no son el mal supremo; nuestro enemigo es el Estado. Nos dimos cuenta de que tenemos que luchar contra el Estado”.

Cuando Putin lanzó su ataque a gran escala contra Ucrania el año pasado, Nikitin tuvo la oportunidad que esperaba para luchar contra el Estado ruso. Llamó a amigos del ejército ucraniano y les preguntó cómo podía ayudarles. Lo que empezó con unos cuantos rusos en Kiev ayudando informalmente a sus amigos ucranianos, se convirtió poco a poco en el núcleo de un batallón.

La primera misión en Rusia tuvo lugar a principios de marzo. “Cruzar la frontera por primera vez fue una sensación embriagadora... Por un lado, esto es la Madre Patria, pero por otro, es tierra enemiga”, explica. Afirma que todos sus combatientes llevaban “una granada extra de último recurso” en caso de captura, conscientes de que les esperaban torturas o cosas peores si acababan en manos de las autoridades rusas.

Nikitin habla un inglés perfecto y está claro que disfruta de la fama que le brinda su colaboración con Kiev, pero tiene un carácter volátil y la jovialidad puede desaparecer en cualquier momento. Un periodista alemán que localizó a sus familiares para hacerles preguntas sobre su pasado “pagará por su cobertura algún día”, dice.

Qué dice Ucrania

Nikitin también culpa a los medios de comunicación de exagerar la fama que le precede. Nunca ha utilizado la expresión “supremacista blanco”, asegura, y afirma que solo le llaman “neonazi” porque está en contra de “la propaganda LGTB y el marxismo cultural”. Sin embargo, cuando se le pregunta por su opinión sobre la Alemania nazi, reconoce que aunque “el genocidio y las cámaras de gas son malos, lo haga quien lo haga”, admira mucho del Tercer Reich. “Me gusta mucho la cultura, el estilo. Me gusta mucho el ejército”, señala.

El restaurante donde nos ha citado Nikitin parece un lugar incongruente para una conversación de este tipo, ya que los jóvenes kievitas piden fiambreras coreanas. Mientras él reflexiona sobre el Tercer Reich acompañado por el ruido de una máquina de hacer batidos, dos diplomáticos escandinavos debaten en la mesa de al lado sobre el fortalecimiento de las instituciones democráticas y los derechos de las minorías en Ucrania. Ninguno de los dos parece percatarse de lo que se discute a su alrededor.

En un momento de la entrevista, Nikitin interrumpe la conversación durante una hora para saludar a una mujer que había llegado para verle; la hermana de un combatiente de la RDK que murió durante una de las misiones en Rusia. Le entrega una medalla póstuma de las autoridades ucranianas envuelta en una bolsa de plástico.

Para Ucrania, un país que lucha contra el expansionismo y el nacionalismo rusos, los radicales rusos de extrema derecha no son aliados naturales. Las autoridades ucranianas niegan cualquier vínculo oficial con el RDK y otros grupos de combatientes rusos, pero esto es más un troleo de la antigua afirmación de Rusia de no estar detrás de los “separatistas” en el este de Ucrania que una negación seria.

Después de todo, es inverosímil que Ucrania permita que grupos armados de rusos campen a sus anchas por el país sin supervisión ni dirección. Las incursiones en Rusia parecían incluir Humvees y otros vehículos blindados suministrados por Estados Unidos.

Nikitin sostiene que el RDK “puede confiar en los servicios de inteligencia ucranianos y en la infraestructura militar ucraniana”, mientras los combatientes estén dentro de Ucrania, pero una vez que cruzan a Rusia, están solos.

Al parecer, los gobiernos occidentales han presionado al Gobierno ucraniano para que garantice que la ayuda militar de Occidente no se utilice para misiones dentro de Rusia ni llegue a manos del RDK. Una fuente cercana a los servicios de inteligencia ucranianos afirma que sabe que sus “socios occidentales están muy descontentos cuando se trata de darles armas. Pero nos enfrentamos a una cuestión existencial de guerra”.

“Es lamentable que tengan esa ideología pero, ¿qué deberíamos hacer? Obviamente, los únicos que van a coger un Kalashnikov y cruzar la frontera con Rusia son, digamos, personas concretas”, sostiene la misma fuente.

Existe el peligro de que, al respaldar al RDK, Kiev alimente los persistentes tropos propagandísticos rusos sobre Ucrania como refugio de nazis, aunque el RDK constituya una fracción minúscula de las fuerzas combatientes ucranianas, y aunque haya más personas de extrema derecha luchando en el bando ruso en la guerra. Algunos de ellos son antiguos amigos de Nikitin de la escena de seguidores violentos del fútbol. “Ahora me envían amenazas de muerte. Me llaman traidor, yo les llamo traidores. Dicen que he traicionado a nuestra patria. Y yo les digo que ellos traicionaron nuestro ideario”, cuenta.

Las autoridades ucranianas prefieren centrar la atención en otra unidad de rusos, la Legión de la Rusia Libre, que llevó a cabo las incursiones en Rusia con el RDK y que no tiene el mismo bagaje de extrema derecha. Afirman que los batallones que se están formando ahora en Ucrania podrían tener un papel importante en una Rusia pos-Putin.

“En cuanto Rusia pierda la guerra, la estructura de poder de Putin se derrumbará y resultará que hay muchos ejércitos privados que intentarán hacerse con el control de varias regiones, será sin duda un periodo de caos... la Legión de la Rusia Libre será muy capaz de tomar el control de una o más regiones rusas”, sostiene Mijailo Podoliak, asesor del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

Hablar de la toma permanente de territorio ruso suena por ahora a fantasía. Tanto el RDK como la Legión de la Rusia Libre se niegan a revelar su tamaño, alegando las exigencias del secreto militar, pero la mayoría de las estimaciones sugieren que el número total de combatientes rusos en Ucrania puede contarse por centenares más que por miles: difícilmente una fuerza invasora. Pero, con el tiempo, los combatientes rusos esperan que sus batallones crezcan.

Nikitin señala que muchas personas de Rusia han mandado solicitudes para unirse al RDK, pero que aún no han podido viajar. Anastasia Sergeeva, del Consejo Cívico, una organización con sede en Varsovia que trabaja para ayudar a traer combatientes rusos a Ucrania, explica que hay “varios centenares” de solicitudes pendientes de rusos dispuestos a luchar del lado de Ucrania.

En un principio, el Consejo Cívico reclutó a combatientes en nombre de la RDK, pero ya no recluta para ellos, ya que el Consejo Cívico considera que algunos elementos de la ideología del RDK son “incompatibles” con sus valores. Ahora, el Consejo Cívico está trabajando para crear un tercer batallón de rusos dentro de Ucrania que se conocerá como Batallón Siberiano.

El principal problema del reclutamiento es que a los posibles voluntarios rusos no les resulta fácil entrar en Ucrania. Incluso si Ucrania les da permiso para entrar, obtener un visado para transitar por el espacio Schengen puede ser un quebradero de cabeza logístico. Tanto Sergeeva como Nikitin indican que creen que los procedimientos para traer ciudadanos rusos a Ucrania serán menos estrictos muy pronto, aunque no dan más detalles, citando lo delicado del asunto.

Agentes dobles

Las autoridades ucranianas someten a todos los reclutas rusos a la prueba del polígrafo, que incluye preguntas pensadas para identificar vínculos ocultos con los servicios de inteligencia rusos o posibles puntos vulnerables. Según dos personas, entre las preguntas formuladas figura la siguiente: “¿Traicionaría usted a Ucrania si su familia en Rusia se viera amenazada?”.

Una fuente oficial ucraniana cuenta que hay al menos dos hombres que decían querer luchar por Ucrania y que fueron identificados como “conocidos operativos rusos” tras llegar a Ucrania y ahora están en la cárcel en el país.

Por su parte, Nikitin afirma tener olfato para los agentes dobles, ya que durante años fue un hincha violento de fútbol, una escena en la que siempre había agentes de la policía infiltrados. Explica que si detectan algo sospechoso en el comportamiento de un recluta, lo ponen en su punto de mira: “Podemos ponerle a punta de pistola, mirar su teléfono, y si encontramos algo que no parece correcto, pasamos a la fase de interrogatorio propiamente dicha y vemos cómo va”.

“[Las personas que no han superado esta prueba] ya no se interponen en nuestro camino. Lo diré así”. En las filas del RDK también se aplica una disciplina diaria sin piedad, según el relato de Nikitin, que afirma haber introducido la flagelación como castigo para los reclutas que “hagan algo que dañe la moral o la imagen” del RDK.

En otro lugar de Kiev, The Guardian entrevista a un hombre ruso que pide ser identificado solo por su recién adquirido indicativo, “Conciencia”. Había viajado recientemente a Ucrania a través de una ruta especial organizada por el RDK. Se niega a dar detalles de la ruta, pero aporta pruebas de que había estado en Moscú apenas dos semanas antes. Conciencia se define como una persona de ideas tradicionales. Dice que nunca había asistido a protestas en Rusia, pero que llevaba tiempo disgustado con el sistema de Putin.

“Muchos ciudadanos rusos están en contra de esta guerra, pero suelen decir: 'Sí, no me gusta, pero ¿qué puedo hacer? Y yo pensé: 'A la mierda, voy a ir allí y voy a empezar a matar a esos cabrones'”, explica.

A través de un chat seguro de Telegram, Conciencia contactó con un viejo amigo que sabía que luchaba con el RDK y recibió instrucciones sobre cómo abandonar el país. No dijo a ninguno de sus amigos ni a su familia que se iba a Ucrania. De hecho, su madre aún cree que se ha ido de vacaciones. De camino a Ucrania, tomó una serie de fotografías de sus vacaciones que piensa enviarle periódicamente. “Entiendo que, probablemente, no volveré a ver a nadie de mi antigua vida”, dice con naturalidad.

“Darles armas es una idea pésima”

En un campo de tiro no muy lejos de Kiev, 10 nuevos reclutas del RDK, vestidos con uniforme militar, se tumban en el suelo y siguen las órdenes de su comandante. Disparan varias veces con armas automáticas a objetivos situados a 50 metros de distancia. Muchos se cubren la cara con máscaras, alegando preocupación por sus familiares que aún viven en Rusia. Según su comandante, pronto serán desplegados en el frente para apoyar las operaciones ucranianas.

La financiación del grupo procede principalmente de donaciones privadas de partidarios rusos y ucranianos. Un hombre de negocios ruso que vive exiliado en en Reino Unido ha reconocido a The Guardian haber ayudado a coordinar la recaudación de fondos para RDK, aunque pide el anonimato para proteger a los miembros de su familia que aún viven en Rusia.

El empresario resta importancia a las posiciones del RDK ya que cree que, a diferencia de la oposición política tradicional de Rusia, los combatientes están haciendo algo tangible para luchar contra el régimen de Putin: “Por primera vez he visto a gente que ha optado no solo por decir que Putin es malo y que la gente de Occidente, o del Planeta Marte, debería ocuparse de él, sino que han creado una unidad y arriesgan sus vidas para luchar contra el régimen”.

Por ahora, las autoridades ucranianas también parecen dispuestas a hacer la vista gorda ante el sesgo ideológico del RDK, pues consideran que la voluntad de luchar contra el ejército de Putin está por encima de cualquier publicidad negativa que pueda surgir. Pero no todo el mundo está de acuerdo. Un diplomático occidental que vive en Kiev afirma que apoyar el RDK podría ser una estrategia peligrosa para Ucrania. “Creo que darles armas es una idea pésima y espero de verdad que no les salga el tiro por la culata”, opina.

Nikitin utiliza una metáfora cinematográfica para explicar por qué cree que los gobiernos extranjeros deberían olvidar sus reservas y respaldar a su grupo con armas: “Siempre fue fácil en los westerns: los vaqueros con sombrero blanco eran los buenos, los vaqueros con sombrero negro eran los malos. Pero luego llegó El bueno, el malo y el feo... donde los malos luchan contra los muy malos. Así que míralo así: somos los malos, pero hacemos cosas buenas”.

Traducción de Emma Reverter