Lo que los parabrisas de los coches revelan sobre el “apocalipsis” de los insectos

Damian Carrington

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Dos estudios científicos sobre la cantidad de insectos que chocan contra la parte delantera de los automóviles han puesto de manifiesto que ha disminuido de forma considerable la cifra de insectos en distintos puntos de Europa.

Las investigaciones se suman a una evidencia cada vez mayor de lo que algunos científicos han denominado el “apocalipsis de insectos”, que amenaza con provocar la desaparición del mundo natural que sustenta a los seres humanos y a toda la vida en la Tierra. Un tercer estudio también evidencia una caída drástica de la población de insectos acuáticos en los arroyos.

El primero de ellos, un estudio de los insectos que chocan contra los parabrisas de los automóviles en las zonas rurales de Dinamarca, se ha basado en datos recabados todos los veranos de 1997 a 2017, y ha concluido que la cifra de insectos ha disminuido un 80%. Los investigadores también constataron que, paralelamente, también ha disminuido el número de golondrinas y vencejos, aves que se alimentan de insectos.

En el segundo estudio, llevado a cabo en el condado de Kent, Reino Unido, en 2019, se examinó la rejilla delantera colocada sobre las placas de matrícula de los automóviles. La investigación revela que hubo un 50% menos de insectos aplastados que en 2004. El estudio incluía automóviles de hasta 70 años de antigüedad para ver si su forma menos aerodinámica provocaba que más insectos chocasen contra la rejilla, pero concluye que, en realidad, los vehículos modernos impactan con una cifra ligeramente superior de insectos.

“Esta diferencia es de suma importancia, porque refleja los patrones de declive que se están denunciando mucho en otros lugares, y los insectos son absolutamente fundamentales para las redes alimenticias y la existencia de la vida en la Tierra”, señala Paul Tinsley-Marshall, de la ONG Kent Wildlife Trust. “Es una realidad bastante espantosa”.

“La mayoría de los naturalistas que trabajan sobre el terreno ya hace tiempo que lo veían venir”, indica Anders Pape Moller, de la universidad francesa Paris-Sud, que desde hace medio siglo visita la zona ahora evaluada por el estudio danés. “Mis compañeros recuerdan que cuando eran pequeños veraneaban en esta zona y sus padres tenían que parar el coche para limpiar el parabrisas para poder continuar. Sin lugar a dudas, eso ha dejado de ser un problema”.

Tanto en Alemania como en Puerto Rico se han constatado caídas drásticas de la población de insectos, y la primera revisión científica mundial, publicada en febrero de 2019, concluyó que la caída generalizada amenaza con causar un “colapso catastrófico de los ecosistemas de la naturaleza”. Los insectos polinizan tres cuartas partes de los cultivos. Otro estudio reciente mostró una caída drástica de la cifra de insectos polinizadores en toda Gran Bretaña.

Las causas de la disminución son la destrucción del hábitat natural, los plaguicidas y los efectos de la crisis climática. La contaminación lumínica también se ha citado como un factor clave que “causa el apocalipsis de los insectos”.

En la encuesta realizada en Kent se analizaron casi 700 desplazamientos en automóvil llevados a cabo por voluntarios entre junio y agosto de 2019. Se contaron las salpicaduras de insectos en la placa de matrícula para calcular el número de impactos por kilómetro. La cifra fue un 50% inferior a la de un estudio de 2004 realizado por la RSPB [Real Sociedad para la Protección de las Aves, en español] con la misma metodología.

“Lo más sorprendente de todo es que en las matrículas prácticamente no encontramos nada”, señala Tinsley-Marshall. A pesar de que los datos evidencian que los coches modernos impactan contra más insectos, es posible que los modelos más antiguos empujen una mayor capa de aire, y también de insectos, sobre el vehículo.

La investigación danesa, publicada en la revista Ecology and Evolution, utiliza datos con un promedio de 65 viajes en coche al año en el mismo tramo de carretera y a la misma velocidad entre 1997 y 2017. Moller tuvo en cuenta la hora del día, la temperatura, la velocidad del viento y la fecha del viaje, y encontró una disminución del 80% en la cantidad de insectos durante un periodo de 21 años. Los controles con redes de insectos y trampas pegajosas mostraron la misma tendencia.

Moller afirma que es probable que esta disminución se deba “a todo un poco”, pero puntualiza que el calentamiento global es el responsable de algunos cambios significativos. “En mis 50 años, la temperatura en abril, mayo y junio ha aumentado en un grado y medio de media en mi área de estudio”, subraya. “La cantidad de lluvia ha aumentado en un 50%. Estamos hablando de un cambio radical”.

La investigación sobre los arroyos, publicada en la revista Conservation Biology, ha analizado los datos semanales de 1969 a 2010 en un arroyo de una reserva natural alemana, donde el único impacto humano importante es el cambio climático.

“En general, la temperatura del agua aumentó 1,88 grados y los patrones de descarga cambiaron significativamente. Estos cambios fueron acompañados por una disminución del 81,6% en la abundancia de insectos”, señalan los científicos. “El resultado de nuestra investigación constata que el cambio climático ya ha alterado radicalmente la fauna y la flora, incluso en áreas protegidas”, concluyen.

Crear espacios menos hostiles para los insectos

Matt Shardlow, director ejecutivo de la organización benéfica Buglife, indica que estos estudios “nos permiten comprender mejor la peligrosa y rápida desaparición de insectos, tanto en el aire, como en el agua”. “Está quedando cada vez más claro que los cuatro jinetes del apocalipsis de los insectos son el cambio climático, la destrucción del hábitat, la fragmentación del hábitat y la contaminación. Es de vital importancia que creemos espacios menos hostiles para los insectos, para que estén a salvo de los pesticidas, el cambio climático y otros daños”, prosigue.

La mayoría de las investigaciones científicas hasta la fecha han mostrado graves disminuciones en el número de insectos en los lugares estudiados. “Los estudios no dejan lugar a dudas”, afirma Moller. “De lo que sí hay una ligera duda es del grado en que ocurre en diferentes escalas geográficas y temporales”.

Existen pocos estudios elaborados durante largos periodos de tiempo y la mayoría se realizan en Europa y América del Norte. También se han llevado a cabo algunos en Australia, China, Brasil o Sudáfrica, pero en casi ningún otro lugar. Los investigadores tampoco se ponen de acuerdo sobre cuál es la mejor metodología a seguir.

“Sin embargo, esto no es lo más relevante”, puntualiza Tinsley-Marshall. “Creo que está bastante claro que lo que está pasando tiene consecuencias catastróficas”. Kent Wildlife Trust está trabajando en una aplicación para móviles que hará más sencillo para los voluntarios proporcionar información sobre las salpicaduras de insectos.

Traducido por Emma Reverter