“Scholz lo arreglará”: el eslogan socialdemócrata que está conquistando a los votantes alemanes

Philip Oltermann

Berlín —
7 de septiembre de 2021 22:27 h

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De todas las vallas publicitarias y carteles políticos que llenan las calles de las ciudades y los pueblos alemanes, los que más llamaban la atención de los viandantes en los últimos días de verano han sido unos de color rojo semáforo.

Usando una combinación de colores que suele ser exclusiva de los partidos marxistas-leninistas de la izquierda alemana, los carteles sorprenden en más de un sentido: en el centro aparece un hombre calvo y trajeado con más aspecto del jefecillo que está analizando tu solicitud de préstamo en una sociedad de crédito regional que de agitador de izquierdas prometiendo cambios radicales.

El número de “burócrata en las barricadas” parece haber funcionado. A tres semanas de que los alemanes acudan a las urnas el 26 de septiembre, el hombre gris del traje, Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en alemán), se ha colocado inesperadamente en la primera posición para suceder a Angela Merkel como canciller de Alemania.

Scholz, vicecanciller del Gobierno de coalición durante los últimos cuatro años, está convenciendo mejor a la opinión pública de que puede ser el candidato de continuidad de Merkel que Armin Laschet, el aspirante del propio partido de la canciller.

En sondeos publicados la semana pasada, el SPD de Scholz, de centroizquierda, está por delante de la Unión Cristiano Demócrata de Laschet (CDU, por sus siglas en alemán), con una ventaja de entre tres y cinco puntos porcentuales, una posición que el SPD disfrutó por última vez cuando ganó las elecciones federales de 2002 con Gerhard Schröder.

Este martes, el bloque conservador ha acentuado su caída en los sondeos hasta situarse por debajo del 20%, récord histórico a la baja en cuanto a estimación de voto. Merkel, que hasta hace una semana ha mantenido cierta neutralidad, ha entrado de lleno en campaña, en medio del nerviosismo en sus filas por un posible paso a la oposición.

Desde el Bundestag, en su última sesión regular antes del fin de la legislatura, la canciller ha pedido a los votantes que refrenden la opción de un futuro Gobierno liderado por Laschet, de quien dijo que representa la “fiabilidad, la moderación y el centro” político.

“El SPD ha hecho la campaña perfecta”

El SPD es el partido más antiguo de Alemania y, durante gran parte de la última década, ha dado la impresión de ser una fuerza desgastada, desprovista de energía por las coaliciones que lo han comprometido con el partido de Merkel y sin un perfil propio tras pasar de la izquierda al centro del espectro político, y marcha atrás otra vez.

Pero el panorama actual parece sugerir que todo eso puede arreglarse con una campaña reñida y bien gestionada y cuando se tiene la suerte de enfrentarse a dos competidores menos llamativos.

“El SPD ha hecho la campaña perfecta”, dice Frank Stauss, experto en comunicación política y cuya agencia ha asesorado en el pasado a los socialdemócratas alemanes y al conservador austriaco ÖVP. “Está 100% en sintonía con el mensaje de Scholz”.

La CDU no acordó nombrar a Laschet como sucesor de Merkel hasta abril y su campaña, incongruente hasta llegar a lo cómico, no parece ni mucho menos hecha a medida para el candidato. “Para que Alemania siga siendo fuerte”, reza un cartel de la CDU con una foto de Laschet, percibido más como un forjador liberal de acuerdos que como un guardián firme (entre otras cosas, por su apellido: lasch significa “lánguido” en alemán).

El partido de los Verdes nombró a Annalena Baerbock como su primera candidata en la historia a presidir el país. En mayo, la formación subió brevemente hasta la cima de las encuestas pero da la impresión de haber perdido la confianza después de que Baerbock se tambaleara con unas acusaciones de plagio. Muchos de sus carteles la muestran en tándem con Robert Habeck, el colíder del partido de los Verdes, o recurren a imágenes de Photostock en las que aparecen jóvenes y familias montando bicicletas de carga.

Solo la campaña del SPD se centra por completo en el hombre al que quiere llevar al primer puesto. Ideada por el especialista en marketing deportivo Raphael Brinkert (responsable de campañas para futbolistas como Leon Goretzka y Joshua Kimmich), ha convertido en virtud la imagen de Scholz como tecnócrata aburrido pero competente.

En varios carteles, el exalcalde de Hamburgo, aparece inclinándose hacia atrás con su rostro inexpresivo y se coloca frente a la cámara una tarjeta con promesas electorales: aumento del salario mínimo, pensiones estables, y construcción de 400.000 viviendas al año. El eslogan es “Scholz packt das an”, que quiere decir “Scholz lo arreglará”.

Brinkert, que empezó a trabajar en la campaña en mayo de 2020, ha presentado a Sholz como un gestor eficaz, no como un político desesperado por caer bien. “A veces los que se atreven tienen suerte”, dijo cuando le preguntaron qué lecciones podían aprender los políticos del marketing deportivo.

Pero los carteles llamativos y los eslóganes pegadizos no ganan por sí solos las elecciones y hasta en el partido de Scholz la idea generalizada es que el SPD habría continuado su declive si los candidatos de la CDU y de los Verdes no hubieran sido tan impopulares ni hubieran demostrado ser tan propensos a meter la pata. “También se podría hablar de la teoría del caos”, dice un empleado del SPD para explicar el auge de la centroizquierda.

El renacimiento de los carteles

Pero, si hay un país donde los carteles pueden influir en unas elecciones, es Alemania donde el material impreso sigue desempeñando un papel importante. “El cartel político está experimentando ahora mismo un verdadero renacimiento”, dice Stauss.

La regulación de la publicidad política limita el tiempo de los partidos en televisión y, según Stauss, hay demasiados canales para que un partido prevalezca en las redes sociales. “Cada año decimos que queremos gastar menos en las costosas campañas de carteles, y cada año descubrimos que siguen marcando la diferencia”, dice. “Los votantes siguen teniendo que salir y se dan cuenta si no das la cara allí: piensan que te has rendido la lucha”.

Elecciones sin precedentes

Esta será una votación sin precedentes en Alemania, la mayor economía de Europa. Ningunas elecciones anteriores se han celebrado mientras la canciller en funciones sigue siendo enormemente popular aunque no se presente a la reelección. En esta situación, los pequeños gestos pueden suponer una gran diferencia para los políticos que se presentan como candidatos continuistas.

En el primero de los tres debates televisados, Scholz dejó que sus rivales se lanzaran al ruedo sin comprometerse, una imagen del estilo Merkel tan acertada que la mayoría de los espectadores lo dieron por claro vencedor de la noche. La propia canciller tuvo que intervenir al día siguiente para aclarar que entre ella y el candidato socialdemócrata había una “enorme diferencia para el futuro de Alemania”.

Lo más probable es que, en las próximas semanas, Scholz, de 63 años, se esfuerce más por recordar a los votantes que su condición de ministro de Hacienda y de vicecanciller le da la influencia internacional de la que carecen sus rivales conservadores y ecologistas.

Durante su campaña, los mayores aplausos los ha recibido al mencionar los planes para el impuesto mínimo global a las empresas, un plan que, con razón, dice haber puesto en marcha junto a su homólogo francés Bruno Le Maire.

Los escépticos creen que la ventaja del SPD empezará a evaporarse en cuanto los votantes hayan tenido más tiempo de analizar las políticas que se esconden tras los eslóganes de los carteles, como ocurrió con el Partido Verde y con la CDU.

Recientemente, los conservadores han lanzado una campaña organizada contra la “deriva izquierdista” que prevén si Scholz llega a un gobierno de coalición con los Verdes y con el partido de izquierdas Die Linke, una opción que el centroizquierda se ha negado a descartar hasta ahora por motivos tácticos.

Los partidarios de Scholz dicen que sus oponentes ya han perdido la oportunidad de cambiar de rumbo. Como consecuencia de la pandemia, se espera que este año vote por correo entre el 40% y el 50% del electorado y las papeletas llegaron hace ya dos semanas a las casas de los votantes.

Traducido por Francisco de Zárate