Sara Medini, analista de la organización feminista Aswat Nissa de Túnez, estaba en una reunión cuando vio la noticia en su teléfono. Primero se sorprendió, después se alegró. “No creía lo que veían mis ojos. Pensé que había leído mal. Le dije a mis colegas: '¡Ha nombrado a una mujer! ¡Ha nombrado a una mujer! Estábamos todas encantadas. Teníamos la piel de gallina. Es un momento histórico, aunque esto no significa que el Gobierno tenga carta blanca”, dice Medini.
La decisión del presidente Kais Saied de nombrar a Najla Bouden, una alta funcionaria del Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica y profesora de ingeniería geológica, como jefa de Gobierno de Túnez la convierte en la primera mujer de ese país y de cualquier otro del mundo árabe en ocupar ese cargo.
La noticia ha sido recibida con alivio por parte de aquellos que esperan que éste sea un paso hacia la normalidad en el país, después de que el presidente decidiera echar a su primer ministro en julio y suspender el Parlamento en lo que muchos calificaron como un “golpe de Estado”.
Pero todavía no está claro qué significará este nombramiento para las mujeres tunecinas. “Que una mujer haya sido nombrada es excelente, es un paso adelante y rompe con estereotipos. Pero no es suficiente. El programa político del Gobierno debe seguir principios igualitarios”, dice Medini. “Ha llegado en un momento increíblemente crítico. Tiene mucho trabajo por delante”.
Excepción en el mundo árabe
Durante décadas, Túnez ha sido considerado un país abanderado de los derechos de las mujeres en el mundo árabe, con un paquete de leyes familiares, aprobado apenas meses después de la independencia de 1956, que abolía la poligamia y permitía que las mujeres presentaran el divorcio.
Las mujeres ganaron el derecho a votar en 1957 y pudieron empezar a presentarse a cargos electos a partir de 1959. En 2011, mientras el país se daba la primera revolución de la primavera árabe, aquella que derrocó al dictador Zine El Abidine Ben Ali, hubo mujeres en las manifestaciones.
Sin embargo, algunos sienten que el camino hacia la igualdad se ha detenido. Saied está en contra de reformar las leyes que brindarían derechos igualitarios a la herencia para las mujeres, algo que el difunto presidente Beji Caid Essebsi había prometido causando ira entre los conservadores y las figuras religiosas.
Desde la revolución, ha habido victorias legislativas entre las que destaca una ley de 2017 que apunta a reducir la violencia contra las mujeres. Pero Medini dice que todavía hay una gran cantidad de trabajo pendiente “a nivel práctico” para asegurar que los cambios sean aplicados.
Además de esto, la grave crisis económica de Túnez exacerbada por la pandemia de la COVID-19 ha golpeado de manera desproporcionada a las mujeres. Según el índice de desigualdad de género del Foro Económico Mundial de 2020, Túnez cayó del puesto 90 al 124 entre 2006 y 2020.
La crisis “ha acentuado las debilidades económicas de las mujeres y así también la dependencia de sus familias, de sus maridos”, dice Medini. “Por ejemplo, una mujer que es víctima de violencia a manos de su marido no puede escapar de su casa o presentar un divorcio, porque no tiene el dinero necesario”.
El precio de sus zapatos
Para Halima Ouanada, profesora de la Universidad El Manar de Túnez, algunas de las reacciones al nombramiento de Bouden evidencian los desafíos que todavía afrontan las mujeres en el poder.
“Más que insistir en su rol como profesora universitaria, en su reputación internacional como académica, después de más de 13 años de experiencia en la administración de proyectos a gran escala, el debate se centró en comentarios sobre el precio de sus zapatos o de sus gafas”, escribe Ouanada en Le Temps News. “Fue presentada como la hija de tal y la mujer de tal ... como si nada se debiera a ella misma, a su inteligencia y a su perseverancia”.
La aparición de Bouden en el centro de atención tomó a muchos por sorpresa. Con 63 años, su carrera en Túnez se centró en el Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica y como profesora universitaria.
Para Hèla Yousfi, profesora de sociología en la Universidad Dauphine en París, su nombramiento no fue sorprendente dada la carrera del mismo Saied como profesora de derecho convertido en político.
“Kais Saied llegó al poder por un movimiento popular extraparlamentario, que expresó su desconfianza total por la clase política”, dice Yousfi. “Así, hay consistencia entre el nombramiento de alguien ajeno a la clase política. Es consistente con la crisis absoluta de fe que siente el pueblo tunecino por la clase política, que durante 10 años no ha logrado realizar las aspiraciones de la revolución tunecina”.
Temen que Bouden tenga poco margen de maniobra. Saied ha mantenido las medidas de emergencia presentadas en julio, asegurando así que la primera ministra responderá exclusivamente a él. Algunos aseguran que será apenas un peón del presidente.
Yousfi reconoce ese riesgo, pero dice que es demasiado pronto para anticipar un resultado en el impredecible paisaje político del país.
“Si mi experiencia en la política tunecina me ha enseñado algo, es a esperar y ver”, dice. “Nadie había pensado que Kais Saied apuntaría a una mujer como jefa de Gobierno. Es posible que su papel se vea limitado: él tiene una concepción orgánica del poder”.
“Pero no puedes predecir qué sucederá. Debemos esperar al programa [político], a la visión, y también a su propuesta en términos de una hoja de ruta institucional. Ahora estamos en un limbo. Hay que esperar y ver”.
Traducción de Ignacio Rial-Schies