Aunque seamos de países distintos, Pakistán y Siria, ambos sabemos lo que implica no tener acceso a la educación por culpa de las guerras y los conflictos. Compartimos un profundo anhelo por ver a los niños refugiados sirios regresar a las escuelas, de forma que sus sueños y cualidades no se pierdan en este mundo.
Nos vimos por primera vez en el campo de refugiados de Jordan Zaatari, donde las niñas sirias de 12 y 13 años son forzadas a casarse con hombres más mayores. Para las familias de esas chicas, el matrimonio es la forma de proteger a sus hijas de la pobreza y la violencia. Entre los ciudadanos que residen en Jordania, la tasa de bodas de conveniencia se ha duplicado en los últimos tres años, y casi todas esas niñas no volverán a pisar una clase en su vida.
La situación era muy diferente hace cinco años para nuestras hermanas. Antes de la guerra en Siria, todos los estudiantes tenían derecho a 12 años de educación gratuita en los colegios, y el país contaba con un índice de alfabetización del 90%. Hemos hecho todo lo posible para persuadir a estos padres e hijas de que la enseñanza es el mejor modo de proteger su futuro.
Vamos a avanzar durante los próximos días hasta convencer a los líderes mundiales de lo mismo. Iremos juntas a la conferencia en apoyo a Siria, celebrada en Londres, para recordar a nuestros líderes que el futuro de estos niños está en sus manos. Sin un aumento significativo de la financiación, miles de jóvenes sirios continuarán un año más sin asistir a la escuela. Cada año de ausencia implicará, siendo sinceros, una grave pérdida de oportunidades para ellos mismos, sus familias y su país.
Países fronterizos como Jordania, Líbano, Egipto e Irak están abriendo sus puertas y sus colegios a los niños sirios, aunque no cuenten con los recursos necesarios para ayudar a todos y cada uno de ellos. Mientras, los países más ricos alientan a los refugiados a permanecer en sus regiones en vez de recibirles en Europa, y tampoco ofrecen el dinero necesario para resolver la crisis.
Los países ricos deberían invertir 1.300 millones de euros este año para ayudar a cada niño afectado por la crisis en Siria a acceder a las escuelas. Parece una cantidad enorme, pero los costes de la pasividad serán mucho mayores. Los expertos advierten de que nos enfrentamos ante toda una 'generación perdida' de niños sirios.
Los niños en Siria no están perdidos. Están esperando. Esperan a que los líderes del mundo establezcan y cumplan unos compromisos que estén a la altura de su propia voluntad. Mientras los jefes de Estado se esfuerzan por encontrar una solución política para Siria, la mejor esperanza para el futuro del país se encuentra allí mismo, aguardando a que se tomen las medidas necesarias en las escuelas. Después de cinco años de conflicto, los jóvenes refugiados siguen preparados para reconstruir y reclamar un futuro mejor para ellos y para Siria. La educación es la mejor inversión que podemos hacer en favor de los niños sirios, el porvenir de su país y la estabilidad de la región.
El camino está claro y los medios disponibles. Todo se reduce a una cuestión de preferencias. No nos podemos permitir perder una generación entera de niños sirios. Y ellos se niegan a convertirse en una generación perdida.
*Este artículo de opinión ha sido escrito en colaboración con Muzoon Almellehan, refugiada siria y miembro de la Fundación Malala por la educación.Fundación Malala
Traducción de: Mónica Zas