Los investigadores del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) en La Haya están intentando acabar con las brechas de seguridad ante el temor de que otros prisioneros “hagan un Praljak” y sigan el ejemplo del antiguo líder militar bosniocroata que la semana pasada se suicidó dramáticamente con cianuro.
Slobodan Praljak se suicidó en el banquillo de los acusados y las imágenes han sido difundidas por las televisiones de todo el mundo. El tribunal siempre ha alardeado de su protocolo de seguridad, que ahora es motivo de mofa.
La Fiscalía de Holanda está investigando los hechos y, paralelamente, el TPIY ha encargado al juez Hassan Jallow de Gambia la tarea de descubrir cómo Praljak, de 72 años, pudo hacerse con un frasco de cianuro de potasio que, según los investigadores holandeses, le causó la muerte.
Es muy probable que la investigación empiece con el fallo de seguridad más flagrante; el hecho de que Praljak no tuviera a ningún guardia lo suficientemente cerca como para poder impedir que el exgeneral ingiriera el contenido del frasco.
En la mayoría de juicios que se celebran en la Haya un guardia con uniforme azul suele situarse al lado de los acusados. De hecho, el mes pasado, cuando el irascible general serbiobosnio Ratko MladiÄ escuchó la condena por genocidio del tribunal, por el papel que desempeñó en la masacre de Srebrenica, el militar estaba franqueado por dos guardias.
Sin embargo, Praljak, que fue condenado a 20 años de cárcel por todos los crímenes que cometió contra la población musulmana durante la guerra de Bosnia, no estaba siendo escoltado por ningún guardia cuando compareció ante el tribunal junto con otros cuatro acusados bosniocroatas para ser informados de que sus recursos contra las sentencias habían sido desestimados.
Durante la sesión, dos miembros del equipo de seguridad franqueaban al grupo de acusados y ninguno de ellos se percató de que Praljak tenía un frasco en sus grandes manos. Se trataba de la última sesión para este tribunal, que termina su labor a finales de mes.
Después de que el tribunal de apelación confirmara la pena de 20 años, el militar declaró: “Slobodan Praljak no es un criminal de guerra y rechazo vuestra sentencia enérgicamente”, tras lo cual ingirió el contenido de la diminuta botella. Los jueces no reaccionaron hasta que un tembloroso Praljak se inclinó hacia el asiento con los ojos vidriosos y anunció que había “tomado veneno”.
“Normalmente hay dos guardias detrás del acusado pero no fue así en esta ocasión”, ha indicado un funcionario croata que ha preferido que no se publique su nombre porque no está autorizado a hablar con los medios de comunicación. Los medios de comunicación croatas indican que tal vez el hecho de que esa fuera la última sesión del tribunal hizo que se relajaran las normas.
Los investigadores también tratarán de averiguar cómo pudo Praljak entrar con veneno en la sala teniendo en cuenta que la normativa contempla registros corporales y de rayos X para los acusados cuando entran y salen del edificio. Habida cuenta de la peligrosidad del cianuro, incluso en pequeñas dosis, los funcionarios del juzgado pueden sentirse afortunados por el hecho de que Praljak solo lo utilizara para terminar con su vida.
A los investigadores les preocupa que otros condenados que están pendientes de la resolución de los recursos que interpusieron y que dependen de un nuevo tribunal que empezará a trabajar en un mes puedan tener la tentación de seguir el drástico ejemplo del militar.
Los suicidios siempre han perseguido al tribunal; una consecuencia indeseada de las duras sentencias por los terribles crímenes que se cometieron en las guerras de Bosnia, Croacia y Kosovo.
De hecho, dos condenados se colgaron en sus celdas de la cárcel de Scheveningen, situada en el litoral holandés. En 2006, Slobodan MiloševiÄ, el expresidente de Serbia y el procesado más famoso del tribunal consiguió introducir un antibiótico en su celda. La sustancia le provocó un problema cardíaco que le causó la muerte cuando faltaba poco para que terminara su juicio, que había durado tres años.
Los visitantes del edificio, que parece una fortaleza, pasan por un detector de rayos X y está prohibido entrar con líquidos. Sin embargo, y por miedo a la reacción del público, las autoridades no se han atrevido a imponer registros corporales más exhaustivos.
“Se parece a la seguridad de un aeropuerto, no es muy exhaustivo”, indica Eric Gordy, de la Escuela de Estudios Eslavos y del Este de Europa de la Universidad de Londres. “Si los registros fueran más completos todo el mundo se quejaría”, añade.
Algunos temen que el suicidio empañe los éxitos de un tribunal que ha logrado encarcelar a docenas de criminales de guerra y ha sentado importantes precedentes para la justicia internacional, condenando a los responsables de atrocidades como limpiezas étnicas, violaciones masivas y el sitio a Sarajevo.
Praljak, un director de teatro que se convirtió en líder clave de las fuerzas bosniocroatas a principios de la década de los noventa, fue condenado por crímenes como el bombardeo de la antigua ciudad de Mostar y abusos a los prisioneros. Sin embargo, el primer ministro de Croacia, Andrej PlenkoviÄ, declaró que el veredicto era una grave injusticia moral. Probablemente esta sea la primera declaración en apoyo a un criminal de guerra condenado por sus crímenes por parte de un presidente de un país de la Unión Europea.
“Este suicidio consolidará la opinión que ya tenían los ciudadanos sobre este tribunal”, indica Mina VidakoviÄ, de la agencia de noticias Sense, que está archivando el material relativo a los juicios: “En Serbia y Croacia la casta y los medios de comunicación están más preocupados por los acusados que por las víctimas”.
Otros creen que el legado del tribunal logrará imponerse. “No creo que este extraño suceso consiga eclipsar los logros del tribunal”, indica el experto sobre los Balcanes Tim Judah. “Sus éxitos superan sus fracasos”, añade.
Traducido por Emma Reverter