El desenlace final del gobierno de 37 años de Robert Mugabe en Zimbabue empezó tras un error táctico atípico. Para abrir el camino al poder a su esposa, Grace, y su facción cada vez más influyente, el autócrata de 93 años buscó un enfrentamiento decisivo con el único hombre de la antigua colonia británica que tenía el poder de retar exitosamente su autoridad. Perdió.
Emerson Mnangagwa, el exvicepresidente cuya astucia, larga trayectoria y dureza le han hecho ganarse el apodo de “El Cocodrilo”, fue expulsado bruscamente de su cargo por Mugabe hace nueve días.
La forma del despido debería haber dado que pensar al presidente más mayor del mundo y a la primera dama, de 53 años. Pero no fue así y ahora Mugabe está confinado en su residencia oficial en el lujoso suburbio de Borrowdale. Grace Mugabe, por su parte, está en paradero desconocido.
Mugabe había intentado despedir a Mnangagwa cara a cara en su despacho, pero el exagente de inteligencia se negó a hacer el corto trayecto por la capital de Zimbabue para la entrevista. El presidente lo volvió a intentar, esta vez diciéndole a Mnangagwa –ayudante y colaborador desde que los dos lucharon juntos en las guerras de liberación de los años 70– que fuese a la residencia presidencial. Una vez más, tampoco hubo respuesta.
Esta segunda negativa fue interpretada como muestra de debilidad, explicó un miembro del partido gobernante, Zanu-PF. Unas horas después, un portavoz del Gobierno anunció en una rueda de prensa en Harare, la capital, que Mnangagwa había sido expulsado de su cargo por “deslealtad, falta de respeto, por mentir y por no ser de confianza”.
Mnangagwa, el favorito para suceder a un Mugabe enfermo en agosto, huyó al vecino país de Mozambique. Entonces se produjo una breve pausa mientras Mnangagwa y sus aliados mantenían consultas con el Ejército de Zimbabue y con otros simpatizantes dentro del país y en Johannesburgo, así como con representantes del Gobierno de Sudáfrica. El apoyo tácito de Pretoria, Sudáfrica, fue fundamental, dado que ningún intento de expulsar a Mugabe puede tener éxito sin el apoyo regional de los sudafricanos.
Este lunes, Constantine Chiwenga, el jefe del Ejército de Zimbabue, afirmó que el Ejército intervendría si la estabilidad y la seguridad del país se viesen amenazadas. Mugabe no respondió y algunos de los simpatizantes de Grace desafiaron al jefe del Ejército. El martes por la tarde, vehículos blindados empezaron a tomar posiciones en Harare y a la una de la mañana del miércoles, con los estudios de radiodifusión seguros, el Ejército anunció su intervención para defender la nación de “criminales”.
Pocos en Zimbabue necesitaban una explicación de a quién se refería Chiwenga: al llamado G40, la facción que se ha formado en torno a la primera dama. La lucha de poder entre Mnangagwa y Grace Mugabe llevaba meses acercándose a su punto álgido. El perdedor se vería obligado al exilio, si es que escapaba a tiempo.
Dos líderes sin mucha popularidad
La mayoría de analistas y diplomáticos occidentales consideraban que lo más probable era una victoria de Mnangagwa. Se trataba de una batalla interna del Zanu-PF, pero también tenía una importancia mayor: una lucha generacional entre los veteranos de las guerras de los años 70 y 80 y sus jóvenes y ambiciosos rivales. El nombre G40 es una referencia a la edad media de los miembros del grupo.
Entonces se produjo un cambio. Aparentemente el presidente decidió favorecer a su familia sobre el partido. En las últimas semanas la primera dama habló en público de una mujer presidenta en un futuro cercano y su marido criticó abiertamente a los simpatizantes de Mnangagwa.
En diciembre, miembros del Zanu-PF se reunirán en su conferencia anual donde se anuncian y ratifican los nombramientos más destacados. La posibilidad del nombramiento de Grace Mugabe como vicepresidenta estaba sin duda en la mente de Mnangagwa y de sus muchos seguidores en el Ejército. También lo estaba la purga en desarrollo dentro del partido, la cual ponía en peligro la influencia y el acceso al poder del exvicepresidente.
Mnangagwa y sus simpatizantes también saben, a diferencia de un Mugabe aislado, que a prácticamente nadie en el país le gusta Grace Mugabe. Los medios de comunicación locales relativamente críticos han informado ampliamente sobre los gastos de compras de la primera dama y sus adquisiciones extravagantes, sobre las aventuras nocturnas de la pareja, sobre sus hijos despilfarradores y sobre sus supuestos brotes violentos. Incluso los seguidores leales del presidente dirán que Grace no debería suceder nunca a su marido.
Mnangagwa tampoco es muy querido. Su papel en las masacres de Matabeleland a principios de los 80 le han enemistado con buena parte del sur y el oeste de Zimbabue. Pero este hombre de 75 años es respetado y es probable que sea aceptado como líder. Sobre todo, habrá esperanzas de estabilidad y una oportunidad para reiniciar una economía que se derrumba.
Aun así, el exvicepresidente no es líder todavía. Para que eso ocurra, se necesitará un acuerdo. Desde la toma de poder, el Ejército ha estado en contacto con la oposición. Miembros de la oposición aseguran que han mantenido conversaciones con “gente en el Ejército” durante varios meses sobre la sustitución de Mugabe mediante una autoridad transicional liderada por Mnangagwa, pero junto con destacados líderes de la oposición como Morgan Tsvangirai, veterano líder del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC, por sus siglas en inglés), en los puestos más altos.
Las elecciones están programadas para el año que viene, aunque se podrían convocar antes. A pesar del apoyo generalizado por el MDC en los pueblos y entre los más jóvenes, probablemente Mnangagwa sería el ganador como candidato del Zanu-PF, especialmente si tuviese las maquinaria del partido a su favor y si se mostrase preparado a dirigir un gobierno inclusivo.
Las escasas opciones de Mugabe
Por tanto, Mugabe, “protegido” por el Ejército en su residencia en Harare, se enfrenta a una decisión difícil: podría intentar resistirse a la fuerza política que se le echa encima, negociar o seguir obedientemente las instrucciones de los nuevos amos de Zimbabue.
Los miembros de la oposición creen que Mugabe dimitirá durante el fin de semana. Otros dicen que se le dará la oportunidad de proteger su prestigio anunciando que no se presentará a elecciones futuras y posteriormente saliendo discretamente del país.
La realidad es que nadie sabe lo que pasará. Mugabe se ha ganado la reputación de ser impredecible y tenaz. Pero está mayor y en una posición débil. El presidente es uno de los supervivientes de África, pero un regreso final parece improbable. La era del Camarada Bob parece próxima a su fin.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti