Según los activistas de derechos humanos en Crimea, la campaña de movilización militar rusa en la península ocupada convoca de forma desproporcionada a los tártaros de Crimea, un grupo étnico que en su gran mayoría se ha opuesto al dominio ruso en la zona desde la anexión en 2014.
“En todas partes, en cada ciudad, escucho que la mayoría de los movilizados son tártaros de Crimea, y sabemos que están apuntando particularmente a los asentamientos crimeos con poblaciones predominantemente tártaras”, dice un activista del grupo que aún vive en la península, durante una entrevista telefónica. “Para nosotros esto será una catástrofe de la que tardaremos años en curarnos”.
El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció la semana pasada una “movilización parcial” en un intento de reforzar con nuevas tropas la invasión rusa en Ucrania en apuros. En todo el país, las familias se han despedido de sus hombres llamados a combatir. Se ha informado de un número desproporcionadamente alto de reclutamientos en regiones pobres pobladas por grupos étnicos minoritarios, como Buriatia y las repúblicas del Cáucaso Norte.
Mayoría musulmana
Los tártaros de Crimea, mayoritariamente musulmanes, representan alrededor del 13% de la población de Crimea. No existe un desglose oficial de quiénes han sido movilizados, pero las numerosas pruebas anecdóticas sugieren que los tártaros de Crimea han sido objeto de un llamamiento desproporcionado. Crimea SOS, una organización ucraniana de defensa de los derechos humanos, estima que el 90% de los avisos de movilización han sido entregados a tártaros de Crimea.
“Se trata de un esfuerzo intencionado por destruir la nación tártara de Crimea”, dijo el sábado el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante su mensaje de cada noche en vídeo.
Tamila Tasheva, la máxima representante de Zelenski en Crimea, también cree que Rusia está apuntando al grupo. “Los tártaros de Crimea son el segmento de la población menos leal a Rusia, y estaba claro que estaban muy animados a causa de los recientes éxitos militares de Ucrania. Ahora están siendo castigados”, dice.
Tasheva, que es tártara de Crimea, dice que ha recibido decenas de denuncias de miembros de su grupo étnico sobre la llegada de la policía a sus ciudades o pueblos y la entrega de citaciones.
“La gente tiene pánico, no sabe qué hacer”, dice. Ella aconseja a los movilizados que intenten entregarse a las fuerzas ucranianas apenas se les presente la oportunidad. “Pero, por supuesto, nos preocupa que los rusos les disparen por la espalda”.
Cuando se le pregunta si proveer de armas a miles de opositores es una estrategia que podría resultar contraproducente para Moscú, Tasheva dice que “por desgracia, los rusos no son tan estúpidos como para poner a todos los tártaros de Crimea juntos en el mismo regimiento”.
Otros también hablan de una sensación de impotencia y pánico en la comunidad, mientras algunos buscan escapar de Crimea.
Con el aeropuerto internacional activo más cercano a cientos de kilómetros de Crimea, los persistentes rumores de que Moscú podría cerrar el puente sobre el estrecho de Kerch que une la península con Rusia y las enormes colas en las fronteras terrestres con otros países que permanecen abiertas en Rusia, huir no es fácil.
“Ahora mismo, es el único tema de discusión. Cómo huir, cómo esconderse, cómo salir de Rusia. Ayer estuve en una fiesta de cumpleaños y nadie hablaba de otra cosa. No hay sonrisas, no hay felicidad. Todo el mundo está deprimido, las mujeres lloran”, dice el activista.
Acoso y persecución
Los tártaros llaman a Crimea su hogar desde hace siglos, pero se convirtieron en una minoría después de que Rusia tomara la región en el siglo XVIII bajo el mandato de Catalina la Grande. Iósif Stalin hizo deportar a toda la población a Asia Central durante la Segunda Guerra Mundial, acusando erróneamente al grupo étnico de colaborar con los nazis. A la mayoría solo le fue permitido regresar a la península en la década de 1980.
Este extenso historial de persecución llevó a muchos tártaros de Crimea a ser muy hostiles a la anexión rusa en 2014. Posteriormente, las autoridades rusas intentaron cooptar a los líderes tártaros de Crimea, pero la mayoría se negó a colaborar. Empezó una campaña de acoso y persecución contra los líderes activos de la comunidad, y Rusia ilegalizó el mejlis, el órgano representativo de los tártaros de Crimea. A muchos de sus miembros se les prohibió entrar en la península y hoy tienen su sede en Kiev o en otros lugares.
Decenas de tártaros de Crimea están reconocidos como presos políticos. Desde que comenzó la guerra en febrero, las detenciones y presiones han ido en aumento: las autoridades rusas están al acecho de sabotajes y complots entre una población a la que considera desleal.
A principios de este mes, la policía de Crimea detuvo a seis invitados y al propietario del salón de fiestas, después de que el DJ pusiera una canción pro-Ucrania en una boda. Las autoridades rusas han dicho que cualquiera que muestre su apoyo a Ucrania podrá ser detenido.
“Primero trataron de comprarnos. Después, de reprimirnos. Y ahora ven la movilización simplemente como una manera de intentar deshacerse de nosotros”, dice Tasheva.
Traducción de Julián Cnochaert.