Dos senadores cubano-estadounidenses que representan el futuro del conservadurismo estadounidense están librando la batalla para dar la vuelta a las primarias republicanas y trazar el camino que les llevaría a hacer historia como primer presidente latino de Estados Unidos.
Ted Cruz y Marco Rubio, senadores de Texas y Florida respectivamente, rompieron con las expectativas este lunes en los caucus de Iowa. Ambos son senadores en su primer mandato, vistos desde hace tiempo como figuras prometedoras en el Partido Republicano. Ambos han estado compitiendo durante semanas por enarbolar la bandera de la alternativa a Donald Trump.
Sus similitudes biográficas, aunque superficiales, son llamativas. Los dos llegaron al Senado estadounidense de la mano del Tea Party –Rubio en 2010 y Cruz en 2012–, evocando la historia inspiradora de sus padres inmigrantes para ilustrar su sueño sobre EEUU. Los dos son licenciados en Derecho, rondan los cuarenta años –solo se llevan seis meses– y son los candidatos más jóvenes de la contienda. Y, aunque sus ataques mutuos pueden ponerlo en duda, todo en el historial de Rubio y Cruz indica que son conservadores acérrimos.
Sin embargo, los paralelismos acaban ahí. En el poco tiempo que llevan ocupando cargos electos, Marco Rubio y Ted Cruz han interpretado papeles radicalmente distintos tanto en Washington como en las primarias republicanas de 2016.
Desde su llegada al Senado en 2013, Cruz se ganó rápido la fama de exaltado. Como agitador conservador que alardea de “enfrentarse al cártel de Washington”, adquirió protagonismo a nivel nacional al llevar casi él solo al país al primer cierre del Gobierno en 17 años. Llegó al extremo de tachar al líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnel, de “mentiroso”, en lo que fue una sorprendente ruptura de la cortesía parlamentaria.
Este tipo de estrategias ha llevado a que se califique a Cruz como el senador más impopular en ambos partidos, una etiqueta de la que ha presumido en unas elecciones alimentadas por la frustración con Washington. No hace falta decir que no cuenta con el apoyo de ninguno de sus compañeros del Senado, pero sí se ha hecho con el respaldo del ala derecha de su partido en la Cámara de Representantes.
En su cruzada por la candidatura republicana, Cruz ha unido al ala evangélica de su partido con el Tea Party y ha recogido el apoyo de numerosas figuras influyentes de la derecha. Esto, en combinación con una fuerte campaña centrada en las bases y con mucho uso de las tecnologías, ha llevado a comparar a este senador de Texas con otro joven senador en su primer mandato: Barack Obama.
Las similitudes con Obama van más allá. Cruz, también licenciado en la Facultad de Derecho de Harvard, trabajó como ayudante del presidente del Tribunal Supremo estadounidense William Rehnquist y defendió varios casos en el alto tribunal como fiscal general del Estado de Texas.
No obstante, es Rubio, de 44 años, el que se ha ganado más comparaciones con Obama: joven senador de carrera rápida, orador con gancho, que transmite un mensaje optimista de llamada a una nueva generación de líderes.
Su primera candidatura fue con 24 años, momento en el que inició una de las ascensiones más rápidas que se recuerdan en la política nacional de los últimos tiempos. En 1999 fue elegido miembro de la Asamblea estatal de Florida y pasó a ser el más joven de la Cámara y luego su primer presidente cubano-estadounidense.
La ambición desenfrenada de Rubio le llevó incluso más lejos en 2010: presentó su candidatura al Senado de Florida, con pocas probabilidades de éxito y contra los deseos del establishment político. El entonces gobernador republicano del Estado, Charlie Crist, era la primera opción de la vieja guardia del partido y del aparato, pero Rubio pasó de no tener más de un 3% en las encuestas a lograr una inesperada victoria que lo convirtió en una estrella de la noche a la mañana.
Rubio espera conseguir otra victoria sorpresa en 2016, en unas elecciones que en su momento se vio que serían para su antiguo mentor, Jeb Bush. Una vez más, Rubio se negó a esperar su turno. Y aunque por ahora el establishment no se ha unido en torno a su candidatura, se ha hecho con apoyos de congresistas clave y con el respaldo de donantes con mucho dinero. A pesar de esto, no es un moderado y está bien valorado por algunos de los principales colectivos conservadores del país.
Pero el apoyo que mostró en el pasado a una reforma migratoria integral le supuso un problema con las bases del partido. Este asunto es en el que más se diferencia con Cruz y sobre el que más han discutido los dos contendientes en los últimos meses.
También tienen posturas diametralmente opuestas sobre la vigilancia (por los servicios de inteligencia). Rubio quiere recuperar los métodos de recopilación masiva de información de la NSA, mientras que Cruz votó a favor de acabar con muchos de los programas de recogida de datos telefónicos por parte de la agencia. Otro tema en el que tienen visiones diferentes es la política exterior: Rubio adopta un enfoque más neoconservador tradicional, mientras Cruz se acerca a las ideas no intervencionistas típicamente vinculadas con los libertarios.
Al contrario que Cruz, Rubio está bien considerado entre sus compañeros del Senado, algo que puede ser recibido con escepticismo los votantes de las primarias republicanas pero que podría permitirle agrupar al partido en torno a su candidatura. Su objetivo, según ha declarado, es unir al Partido Republicano. Para conseguirlo, tendrá que convencer a aquellos que se inclinan por Cruz o por Trump de que la ira por sí sola es insuficiente.
Traducido por: Jaime Sevilla