A las 21:24 horas (y un segundo) de la noche del miércoles 18 de diciembre de 2013, desde el segundo distrito de París, escribí “¡Hola!” a mi primer match de Tinder de toda mi historia. Desde ese día he conectado la app 920 veces y he hecho match con 870 personas diferentes. Recuerdo a algunos de ellos muy bien: unos se convirtieron en amantes, amigos o terribles primeras citas. A muchos otros los he olvidado. Pero Tinder, no.
La app de citas tiene 800 páginas de información sobre mí, y probablemente también sobre ti si eres uno de sus 50 millones de usuarios. En marzo le pedí a Tinder que me diera acceso a mi base de datos personales. Cada ciudadano europeo tiene derecho a hacer esto bajo la ley de protección de datos de la UE. Sin embargo, muy poca gente lo ha hecho, según apunta Tinder.
Con la ayuda del activista por la privacidad Paul-Olivier Dehaye, de personaldata.io, y del abogado especialista en derechos humanos Ravi Naik, mandé un mail a Tinder pidiendo mis datos de carácter personal. Me hicieron llegar mucho más de lo que me esperaba.
Recibí unas 800 páginas con información tal como mis 'likes' en Facebook, mis fotografías de Instagram (incluso después de haber eliminado la cuenta asociada), mis estudios, el rango de edad de hombres en los que estaba interesada, cuántas veces me conecté, cuándo y cómo se produjo cada una de mis conversaciones online con cada uno de mis 'matches'... y la lista continúa.
“Estoy horrorizado pero en absoluto sorprendido por esta cantidad de datos”, asegura Olivier Keyes, un científico de datos de la Universidad de Washington. “Cada aplicación que utilizas en tu móvil de manera regular posee el mismo tipo de información. Facebook tiene miles de páginas sobre ti”.
Según iba mirando página a página tal cantidad de datos, me iba sintiendo más culpable. Me quedé sorprendida de cuánta información había revelado de manera voluntaria: desde ubicaciones, intereses y trabajos, hasta fotos, gustos musicales o lo que me gustaba comer. Pero muy pronto me di cuenta de que yo no era la única. Un estudio del mes de julio de 2017 reveló que los usuarios de Tinder están excesivamente dispuestos a dar información sin apenas darse cuenta.
“Te tientan para dar toda esa información”, explica Luke Stark, un sociólogo especialista en tecnología digital de la Universidad de Dartmouth. “Las aplicaciones como Tinder se están aprovechando de un simple fenómeno emocional: no podemos sentir los datos. Es por eso que verlo todo impreso te impresiona. Somos criaturas físicas. Necesitamos materialidad”.
Leyendo los 1.700 mensajes de Tinder que he enviado desde el año 2013, inicié un viaje a través de mis esperanzas, miedos, preferencias sexuales y profundos secretos. Tinder me conoce a la perfección. Conoce la verdadera y vergonzosa versión de mí, la que copió y pegó la misma broma a los 'matches' 567, 568 y 569; la que dialogó compulsivamente con 16 personas diferentes el día de Año Nuevo, para después desaparecer.
“Lo que estás describiendo se llama información secundaria implícitamente revelada”, apunta Alessandro Acquisti, profesor de tecnología de la información en la Universidad Carnegie Mellon. “Tinder sabe mucho más de ti cuando estudia tu comportamiento en la app. Sabe cuántas veces te conectas y a qué horas; el porcentaje de hombres blancos, negros y asiáticos a los que le das 'match'; qué tipo de gente se interesa por ti; qué palabras utilizas más; cuánto tiempo invierte la gente en tu fotografía antes de pasar a la siguiente, y así sucesivamente. Los datos personales son el combustible de la economía. Los datos de los consumidores están siendo procesados y comercializados con fines publicitarios”.
La política de privacidad de Tinder te indica claramente que tus datos pueden ser utilizados para ofrecer “publicidad dirigida”.
Tinder avisa, pero tú le das tus datos
¿Qué pasará si este tesoro escondido de datos termina siendo hackeado, se hace público o si simplemente lo compra otra empresa? Casi puedo sentir la vergüenza que pasaría. El solo pensamiento de que, antes de mandarme las 800 páginas, alguien en Tinder pueda haber leído todo esto me hace temblar de miedo.
La política de privacidad de Tinder dice claramente: “No debes esperar que tu información personal, chats, u otro tipo de comunicaciones permanezcan siempre seguras”. Como demuestran unos pocos minutos con un tutorial perfectamente claro sobre GitHub llamado Tinder Scraper que puede “recoger información de los usuarios con el fin de sacar conclusiones que pueden servir a la sociedad”, Tinder solo está siendo honesto.
En mayo se utilizó un algoritmo para extraer 40.000 imágenes de perfil de la plataforma con el fin de construir una Inteligencia Artificial para categorizar caras según el género. Unos pocos meses antes, 70.000 perfiles de OkCupid (propiedad de la empresa matriz de Tinder, Match Group) fueron hechos públicos por un investigador danés que algunos analistas han tildado de “supremacista blanco”, que utilizó dichos datos para tratar de establecer un vínculo entre la inteligencia y las creencias religiosas. Los datos siguen disponibles.
¿Por qué necesita Tinder toda esta información sobre ti? “Para personalizar la experiencia de cada uno de sus usuarios en todo el mundo”, explica un portavoz de la compañía. “Nuestras herramientas para encontrar coincidencias son dinámicas y tienen en cuenta varios factores cuando muestran posibles emparejamientos con el objetivo de personalizar la experiencia de cada uno de nuestros usuarios”.
Desafortunadamente, cuando pregunté cómo se personalizaban los posibles emparejamientos utilizando mi información, y a qué tipo de perfiles seré mostrada, en Tinder fueron bastante más reservados.
“Nuestras herramientas para establecer emparejamientos son el eje central de nuestra tecnología y de nuestra propiedad intelectual y, en definitiva, no podemos compartir información sobre nuestras propias herramientas”, añade el portavoz.
El problema de esas 800 páginas de mi información más íntima es que solamente son la punta del iceberg. “Tu información personal te afecta en el sentido de quién ves primero cuando abres Tinder, sí”, dice Dehaye. “Pero también a qué ofertas de trabajo tienes acceso en LinkedIn, cuánto pagarás por el seguro de tu coche, qué anuncios ves en el metro y si puedes pedir un crédito”.
“Estamos yendo hacia una sociedad cada vez más opaca, hacia un mundo incluso más intangible en el que la recogida de datos sobre ti decidirá incluso las facetas más importantes de tu vida. Al final, tu entera existencia se verá afectada”.
A menudo, Tinder se compara con un bar lleno de solteros, pero es más como un bar lleno de solteros que deciden si elegirme mientras estudian mi comportamiento, leen mi diario y con gente nueva constantemente que ha sido seleccionada en base a mis reacciones en directo.
Como cualquier otro millennial siempre estoy pegada a mi móvil, mi vida virtual está completamente fusionada con mi vida real. Ya no existe diferencia. Tinder es la manera en la que conozco gente, por lo que es mi realidad. Es una realidad que está siendo constantemente moldeada por otros. Buena suerte si intentas averiguar cómo.
Traducción de Cristina Armunia Berges