Nadie sabe por qué, en abril del año pasado Tiziana Cantone envió una serie de vídeos con contenido sexual de ella misma a cuatro amigos, incluido un hombre con el que estaba saliendo.
Lo que es seguro es que los acontecimientos rápidamente quedaron fuera de su control. Los vídeos –compartidos a través de Whatsapp y sitios web pornográficos– se hicieron virales y en semanas se habían expandido por todo el mundo. Las palabras que pronunció a una pareja no identificada “¿Estás haciendo un vídeo? Bien”, fueron la guinda de incontables memes. Cantone, de 31 años, fue tan ridiculizada que dos futbolistas italianos –Paolo Cannavaro y Antonio Floro Flores– publicaron su propio vídeo realizado en un supermercado usando esa misma frase como una broma.
Cantone trató, pero sin éxito, detener la avalancha que se formó en su contra. En septiembre se ahorcó. Ahora, no muy lejos de donde acabó con su propia vida, un fiscal llamado Francesco Greco quiere encontrar a las partes que, según cree, fueron responsables de “incitar” a Cantone al suicidio.
A través de un enlace en la embajada estadounidense en Roma, ha pedido al departamento de Justicia que intervenga y fuerce a Apple a darle acceso al iPhone bloqueado de Cantone, el cual podría dar a los investigadores “las causas que le llevaron al suicidio”. A diferencia de las batallas entre las autoridades estadounidenses y Apple, ha apuntado que no está buscando códigos para desbloquear todos los teléfonos, solo el de Cantone.
“Es importante seguir con el caso porque ha sucedido un algo muy serio y tenemos que entender las razones de por qué se ha producido. Tiene que hacerse justicia”, asegura Greco. Parte del problema para las víctimas como Cantone, añade, es lo difícil que resulta eliminar las imágenes y los vídeos de Internet.
“No hay una varita mágica para ello”, dice. “Los ciudadanos necesitan estar protegidos. Cuando algo tiene que ser eliminado, la gente se enfrenta a gigantes tecnológicos, que tienen gabinetes de abogados, cuyas sedes ni siquiera están en Italia, por lo que todo es muy caro”. Un tribunal judicial de Nápoles está examinando cómo se difundió el vídeo.
Greco reconoció que la “incitación al suicidio” es un caso difícil de demostrar y que la falta de leyes correspondientes en EEUU puede acabar con sus posibilidades de que Apple coopere con la investigación. Pero ha habido otros casos importantes sobre ciberacoso sexual en EEUU que han sido sujeto de acciones legales.
En 2010, Tyler Clementi, un estudiante de la Universidad Rutgers en Nueva Jersey, se suicidó después de que su compañero de habitación, Dharun Ravi y una amiga de Ravi, Molly Wei, vieran a Clementi besando a otro hombre a través de una webcam de su dormitorio y difundiesen el encuentro en directo vía Twitter. Ravi cumplió 20 días en prisión después de ser condenado por cargos de amenazas, pero su condena fue revocada el mes pasado por un tribunal de apelación. Ravi se enfrenta a un nuevo juicio acusado de violar la privacidad de Clementi. Wei fue acusada de invasión de la privacidad pero alcanzó un acuerdo, a cambio de testificar como testigo de cargo y de realizar trabajos para la comunidad.
Para Cantone, a la que describían como “frágil y deprimida”, la pesadilla comenzó el día en el que un amigo le llamó para decirle que había visto algunos de sus vídeos en una web de porno. Días después, aparecieron en otras dos webs del mismo estilo y después en otras. Hubo una página de Facebook dedicada a ella, como la “estrella” de estos vídeos, y perfiles falsos que utilizaban capturas de pantalla de los vídeos.
Cantone dijo en una denuncia que ella inicialmente había compartido los vídeos como parte de un “juego”. Su madre cree que su novio le animó a hacer esos vídeos, según La Stampa. Cantone consiguió una importante victoria legal antes de su muerte: un tribunal ordenó que se eliminasen los vídeos de ciertas webs y motores de búsqueda, pero después se le ordenó el pago de 20.000 euros por costes legales. Unos días después se suicidó.
El día de su funeral, mientras se llevaban el ataúd, su madre clamó entre lágrimas: “Ella nunca traicionó a nadie. Ella no era una estrella del porno, no era una prostituta. Devolvedle un poco de dignidad”.
Traducido por Cristina Armunia Berges