En 2008, coincidiendo con su último año en una escuela de secundaria que ofrecía preparación militar en la ciudad de Bursa, Mehmet Koç se percató de que el ejército turco estaba experimentando cambios. La fuerza aérea acababa de asumir la gestión de la escuela y un nuevo grupo de comandantes se hizo cargo de la educación de los cadetes.
Koç estaba presenciando la llegada de miembros del movimiento de Gülen, dirigido por el clérigo islámico afincado en Estados Unidos Fethullah Gülen. El presidente de Turquía, Recep Tayyip ErdoÄan, que fue su aliado en el pasado, lo acusa ahora de haber orquestado la intentona de golpe de estado del mes pasado. Gülen niega tener nada que ver con el golpe fallido.
Los gobiernos occidentales y los grupos de derechos humanos han expresado su profunda preocupación por el hecho de que decenas de miles de personas que presuntamente están vinculadas con el movimiento han sido detenidas o han perdido su trabajo en las últimas semanas. Aseguran que la investigación en torno al golpe se ha convertido en una caza de brujas.
En cambio, muchos turcos han expresado su frustración ya que consideran que Occidente se ha tomado el movimiento de Gülen a la ligera. Para algunos turcos como Koç, el ascenso de este movimiento guarda relación con abusos físicos, deudas y una carrera militar fallida.
Equipos de shock
“Fui un buen estudiante y tenía una buena actitud con los profesores”, señala Koç: “Sin embargo, pronto me percaté de que los nuevos comandantes querían hacer las cosas a su manera y que tenían un sistema de jerarquías distinto. A los estudiantes los dividieron en dos grupos, los favoritos y aquellos de los que querían deshacerse, ya que buscaban un determinado perfil”.
El ultimo año de Koç en el instituto fue complicado pero lo cierto es que las cosas no hicieron más que empeorar cuando entró en la academia militar de Ankara en 2009. “A los estudiantes indeseados nos pusieron en los llamados equipos de shock, cada uno de ellos formado por 10 cadetes”, recuerda. Explica que a él lo habían clasificado como kemalista, partidario de las ideas laicas del fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatürk, solo porque pidió prestado un determinado libro de la biblioteca del instituto.
“Nos torturaron. Nos dejaron sin dormir y nos privaron de comida y agua. Constantemente nos teníamos que arrastrar, también por el asfalto. Yo siempre tenía heridas y sangre en la piel. Nos humillaban. Nos obligaban a saltar dentro de contenedores de basura con la boca abierta y nos decían que nosotros también éramos basura y que no nos merecíamos convertirnos en oficiales del ejército turco. Hicieron todo lo que estuvo en sus manos para que nos fuéramos ya que querían que nuestra plaza pudiera ser ocupada por estudiantes del movimiento”.
En Turquía hace tiempo que se da por hecho que la red de Gülen, con el apoyo del Partido para la Justicia y el Desarrollo, ambos movimientos turcos islamistas, penetró en el sistema de justicia y en el aparato de seguridad del país y que se deshacía de todos los que se atrevían a criticarlos. Durante todo este tiempo, ErdoÄan y Gülen todavía eran aliados y los periodistas que se atrevían a informar sobre estos hechos eran encarcelados.
Una alianza acabada
La alianza entre ErdoÄan y Gülen empezó a tambalearse en 2012 y el presidente le declaró la guerra un año más tarde, tras un escándalo por corrupción que salpicó al gobierno, y al círculo y a la familia de ErdoÄan, que por aquel entonces era el primer ministro del país. ErdoÄan cree que Gülen estuvo detrás de todas estas acusaciones
“Los partidarios de Gülen hicieron un trabajo excelente y convencieron a Occidente de que estaban cargados de buenas intenciones. Tienen una inmensa red internacional, capacidad de oratoria y buenos estudios”, señala el periodista de investigación Ä°smail Saymaz. “Durante diez años hemos agonizado en manos de una banda criminal que se presentó ante el mundo como un movimiento pacífico y promotor del diálogo interreligioso, mientras atacaban sin piedad a sus opositores en Turquía”.
La estrategia, el dinero y la influencia del clérigo, unido a la victoria electoral del AKP, hizo que los dos grupos crecieran al unísono y consiguieran relegar a la Turquía secular en muchos aspectos de la esfera pública del país.
Muchos analistas subrayan que un gran numero de seguidores de Gülen desconocían algunas de las acusaciones que pesan sobre la red y creían que el movimiento se limitaba a promover el diálogo interreligioso, la educación y la filantropía, proyectos que esta red organizaba con éxito con la ayuda de instituciones y escuelas privadas de todo el mundo.
“Los kemalistas seculares se convirtieron en la primera víctima del movimiento de Gülen porque ocupaban los cargos públicos que esta red quería para sí”, explica Saymaz. Cuando sus víctimas intentaban explicar lo que les habían hecho, los trataban como si estuvieran mintiendo o estuvieran locos.
“Todos aquellos que eran kemalistas, de izquierdas o kurdos fueron detenidos. Todos tuvieron que hacer frente a un juicio amañado. El AKP se convirtió en el último blanco de ataque del movimiento de Gülen tras su caída en desgracia”.
De los 470 cadetes que integraban la promoción de Koç en la prestigiosa academia militar de Ankara, solo 250 lograron terminar el curso de orientación de 42 días. Koç claudicó en el vigésimo día.
No solo arruinaron sus carreras, los cadetes que abandonan sus estudios militares, completamente gratuitos, y posteriormente no prestan servicio en las fuerzas armadas tienen que pagar una sustanciosa multa. “Mi padre, un obrero, tuvo que vender su coche. Tras mucho esfuerzo, consiguió pagar 56.000 liras turcas, 17.000 euros, nos costó mucho”, explica Koç: “Algunas familias se arruinan y muchas dejan esta deuda a sus hijos”.
Koç subraya que el gobierno optó por mirar hacia otra parte e ignorar la creciente influencia del movimiento de Gülen en el ejército. El jefe de estado mayor también optó por ignorar las quejas de los estudiantes que fueron expulsados.
En calidad de miembro del patronato del sindicato de jueces, Tamer Akgökçe, juez penal durante 30 años, expresa su consternación por el hecho de que el gobierno asuma el papel de víctima.
“El movimiento de Gülen se hizo con el control del poder judicial con la ayuda del gobierno. Destruyeron el Estado de derecho, han hecho mucho daño. Apartaron a jueces y fiscales, los mandaron a destinos lejanos. Destruyeron muchas carreras. Con la ayuda de los integrantes del movimiento de Gülen, aprobaron las leyes que querían y necesitaban. Lograron deshacerse de sus detractores. Sin embargo, la purga actual va en contra de la ley y de todos los principios, afirma.
“Es un hecho que muchos de los jueces y fiscales en prisión preventiva no integran ese movimiento y tampoco tuvieron nada que ver con el intento de golpe de estado. Estamos presenciando la lucha entre dos grupos que pisotearon hasta hacer añicos el Estado de Derecho. Son dos pésimas opciones y una conseguirá ganar a la otra”.
Traducción de Emma Reverter