La tasa de fertilidad amenaza la idea de Erdogan de una Turquía fuerte

Kareem Shaheen / Gokce Saracoglu

Estambul —

Didem Sen vivía en NiÅŸantaşı, un barrio rico de Estambul habitado principalmente por miembros de la élite laica, cuando a los 40 años intentó concebir a su primer hijo.

Hasta entonces sintió la necesidad de esperar a estar casada y a haber desarrollado su carrera profesional antes de intentar tener un hijo, pero los tratamientos de fertilidad no funcionaban y pronto abandonó.

Seis años más tarde, dice estar agradecida de haber perdido su oportunidad para tener hijos.

“Me desperté esta mañana agradecida de no tener un hijo”, dice Sen. “Es una gran responsabilidad y mucho trabajo, y me preocupaba mucho que mi hijo pudiese tener una buena educación en este sistema y qué tipo de futuro habría para ellos”.

Natalidad en descenso y población envejecida

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha instado de manera regular a las mujeres turcas a tener hasta tres hijos (recientemente, después del nacimiento de su sexto nieto, dijo que el país necesita “cifras mayores para nuestra población como nación”) pero debajo de lo que muchos ven como declaraciones patriarcales pasadas de fecha hay una verdad incómoda: la población de Turquía se ha estancado, y su índice de fertilidad ha bajado hasta su nivel más bajo desde la Primera Guerra Mundial. También está envejeciendo.

Aunque Turquía sigue siendo el segundo país de Europa más poblado después de Alemania, con una población de 79,5 millones, y una de las edades medias más bajas de Europa, 31,5 –pero más alta que en 2009, 28,8 –, los datos de este año del Instituto de Estadística Turco muestran por primera vez que las tasas de fertilidad de 2016 habían caído hasta la tasa de reposición del 2,1.

Este descenso enmascara caídas más pronunciadas en las ciudades, pero está acompañado por un índice de natalidad creciente en refugiados y comunidades rurales que anuncia grandes cambios en la demografía del país en la próxima década.

“La gente de las clases sociales altas en Turquía tienen uno o dos hijos, no tienen que tener tres o cuatro”, dice un médico que solicita el anonimato. “La gente con familias más grandes está en grupos socioeconómicos más bajos”.

Turquía es un dilema familiar tanto para sus vecinos europeos como árabes. Por un lado, un auge de la población sin una economía en expansión capaz de crear puestos de trabajo para los jóvenes que puede llevar a una población joven estancada y al aumento del desempleo y la exclusión –un problema al que se enfrentan muchas sociedades de Oriente Medio–. Pero un descenso descontrolado en la tasa de fertilidad dejaría a Turquía con una población envejecida, un problema al que se enfrentan muchos países europeos.

“Turquía nunca va a tener una población de 100 millones de personas”, dice el profesor Ahmet Içduygu, sociólogo de la Universidad de Koç. “La política de que una población más grande se traduce en un país fuerte pertenece al siglo XX, y es probable que en 50 años nos enfrentemos a los mismos problemas que los países occidentales hoy”.

“Es más, si la juventud no obtiene una educación adecuada y el sistema económico no los absorbe, tendrán lugar consecuencias como problemas de integración con la población de refugiados, desempleo y otras complicaciones”, añade el profesor.

Crecimiento en zonas rurales

Las cifras muestran un crecimiento de la población en las zonas rurales que sobrepasan mucho el de las ciudades principalmente laicas. Mientras que provincias occidentales más cercanas a Europa, como Edirne, tenían tasas de natalidad tan reducidas como de 1,5 hijos por mujer, la provincia sureste de Åžanlıurfa, que tiene una alta población kurda y medio millón de refugiados sirios, tenía una tasa casi tres veces mayor, de 4,33.

El doctor Ali Enver Kurt, ginecólogo y experto en fertilidad mandado por las autoridades del municipio de BeyoÄŸlu en Estambul a dar clases y seminarios al público sobre fertilidad y fertilización in vitro, dice que factores medioambientales como la polución, una alta tasa de fumadores, un alto índice de enfermedades de transmisión sexual y el estrés diario en las grandes ciudades son las causas principales del problema de infertilidad.

El ginecólogo estima que entre un 15% y un 20% de la población turca sufre de problemas para concebir, una cifra que es relativamente normal en sociedades desarrolladas.

El descenso es también un síntoma de la modernidad de Turquía, con niveles de educación en aumento y mejoras en las oportunidades profesionales para mujeres, además del miedo sobre la creciente división en el país. Muchos de los que retrasan tener hijos, o directamente no los tienen, lo hacen por una serie de razones, como el coste, priorizar sus carreras profesionales o porque no quieren criar niños en un país con todo un abanico de conflictos sociales.

Muchos de los factores que limitan el crecimiento de la población en Turquía son comunes en los países del mundo desarrollado, pero Turquía destaca en particular por su extensa población de refugiados. Alberga ya a tres millones de personas que huyeron del conflicto en la vecina Siria, muchos de los cuales podrán optar a la ciudadanía, y esa cifra seguirá en aumento rápidamente. Alrededor de 177.000 bebés nacieron de madres sirias en Turquía entre 2011 y 2016. Investigadores de la Universidad de Hacettepe calculan que 80.000 nacieron en 2016 y se esperan otros 90.000 nacimientos en 2017.

“Esto significa que a partir de ahora nacerán 100.000 bebés más cada año y esto generará un millón más de refugiados en 10 años”, dice el doctor Murat ErdoÄŸan, director del Centro de Investigación de Migración y Política de la Universidad de Hacettepe. Señala que si las familias de refugiados sirios se asientan de manera permanente en Turquía, podrían compensar la falta de mano de obra del país pero que también reforzarían la influencia del islam, después de 100 años de república laica. “Esto presenta aspectos que Turquía tiene que considerar, aparte del aspecto humanitario”, dijo el doctor.

Traducido por Marina Leiva