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Uğur Şahin y Özlem Türeci: la pareja alemana que ha creado la vacuna más prometedora

Philip Oltermann

Berlín —
11 de noviembre de 2020 22:55 h

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La gran idea de una pareja de científicos podría proteger a la humanidad de un virus que ha matado a más de un millón de personas y poner fin a una pandemia que ha hecho tambalearse a las economías del mundo.

Pero mientras el mundo respiraba un poco aliviado por las noticias de que la vacuna experimental desarrollada por la empresa de biotecnología alemana BioNTech y la farmacéutica estadounidense Pfizer ha tenido resultados positivos en la fase 3 de los ensayos, UÄŸur Åžahin y Özlem Türeci mostraban una modestia llamativa.

El consejero delegado de BioNTech, Åžahin, que todavía va en bicicleta a la sede de una empresa valorada en 18.600 millones de euros, dijo que se trataba de una “victoria de la innovación, la ciencia y del esfuerzo de colaboración mundial”. Con suerte, dijo Sahín, ayudará “a recobrar cierta normalidad”.

Sus declaraciones revelan rigor científico, una sólida ética de trabajo y espíritu emprendedor que ha hecho que su empresa haya adelantado a los competidores más consolidados en la carrera por desarrollar una vacuna contra la COVID-19. Los dos científicos se convirtieron este otoño en los primeros alemanes de raíces turcas en formar parte de la lista de millonarios del país (en el puesto número 93).

Hijos de inmigrantes turcos

Ambos especialistas son hijos de inmigrantes turcos que llegaron a Alemania a finales de los 60. Åžahin, de 55 años, nació en Ä°skenderun, en la costa mediterránea de Turquía, pero cuando tenía cuatro años se mudó al país germano, donde su padre trabajaba para la fábrica de Ford en Colonia. Türeci, de 53 años, es la directora médica de BioNTech y creció en Lastrup (Baja Sajonia), donde su padre, nacido en Estambul, trabajaba como cirujano para un pequeño hospital católico.

Para los dos, la mezcla de culturas generó entornos infantiles llenos de vida: Türeci se describe a sí misma como “turca prusiana” y en las entrevistas habla con admiración de las monjas que atendían a los pacientes en el hospital de su padre.

Åžahin, aficionado al fútbol, encontraba inspiración en los libros de divulgación científica que sacaba de la biblioteca en la iglesia local. Tras doctorarse con una tesis sobre tratamientos de inmunoterapia para células cancerígenas, siguió a su tutor de tesis hasta la Universidad de Saarland, en la ciudad de Homburg, donde Türeci estudiaba medicina.

La pareja se casó en 2002, interrumpiendo su investigación lo justo para quitarse la bata del laboratorio y correr al registro civil el día de la boda. Su hija nació cuatro años después.

Åžahin y Türeci viven desde 2001 en Maguncia, una ciudad a orillas del Rin famosa por su carnaval y por ser el hogar de Johannes Gutenberg, inventor de la imprenta con tipos móviles.

Los dos científicos tenían un espíritu emprendedor similar. Para investigar cómo entrenar al sistema inmunológico de forma que atacase a las células cancerosas planearon establecer un laboratorio dentro del hospital universitario de Maguncia. Hasta que se dieron cuenta de lo difícil que era conseguir los fondos necesarios. Entonces, decidieron montar su propia empresa, como explicó Åžahin al portal de noticias Heise.

Su experiencia en inmunoterapia, útil en el desarrollo de la vacuna

Fundada en 2001, su primera empresa se llamaba Ganymed, no por el apuesto héroe de la mitología griega sino por una expresión turca que significa, más o menos, “obtenido con trabajo duro”, explicó Türeci al periódico Süddeutsche Zeitung. Pionera en terapias de precisión con anticuerpos para combatir el cáncer, la empresa fue vendida en 2016 a la farmacéutica japonesa Astellas por 1.400 millones de euros.

BioNTech, su segunda empresa, tiene hoy unos 1.300 trabajadores y fue fundada en 2008 junto al oncólogo austríaco Christoph Huber, quien todavía forma parte del consejo de supervisión. Con BioNTech, la pareja se dispuso por primera vez a desarrollar tratamientos de inmunoterapia contra el cáncer, utilizando el material genético llamado ARNm para que el cuerpo humano generara sus propios antígenos.

Los años de experiencia de la pareja con el método del ARNm demostrarían su utilidad cuando a principios de 2020 escucharon hablar del nuevo coronavirus.

Åžahin dice que leyó por primera vez sobre la COVID-19 en la revista The Lancet el viernes 24 de enero. El lunes siguiente ya estaba convocando a sus empleados para comunicarles que la compañía se dedicaría a buscar una vacuna contra el coronavirus. Como dijo en una entrevista al periódico The Wall Street Journal, algunos de sus compañeros ya estaban pensando en sus vacaciones de esquí y les fastidió. Pero Åžahin insistió.

La farmacéutica estadounidense Pfizer, que ya había colaborado con BioNTech en una vacuna contra la gripe, decidió rápidamente ayudar con los costes de desarrollo y distribución. En marzo, cuando Alemania entró en su primer confinamiento, BioNTech ya tenía 20 candidatos para una posible vacuna, y pasó a probar cinco para investigar las reacciones inmunes en el Lightspeed, un programa de investigación acompañado por 500 científicos.

El avance llegó a principios de noviembre, cuando un análisis provisional demostró que su candidata a vacuna tenía un 90% de eficacia como mecanismo de protección contra el contagio del virus en los ensayos mundiales, más de lo que esperaban la mayoría de los expertos.

Cuando en la versión alemana de Business Insider le preguntaron en qué momento se vacunaría él mismo, Åžahin dijo: “Tan pronto como la vacuna sea autorizada, seré uno de los primeros en hacerlo; pero primero tenemos que asegurarnos de que la vacuna llega a las personas que la necesitan con urgencia: especialmente a los ancianos, a las personas con enfermedades previas y al personal médico”.

Traducido por Francisco de Zárate.