“Vergüenza y dolor”: Vietnam empieza a luchar contra el estigma social del abuso sexual a menores
De repente, en una escuela de Hanoi, una estudiante adolescente se derrumbó en clase. Estaba sentada en su pupitre y la sangre empezó a derramarse debajo de su silla. Habían abusado sexualmente de ella esa misma mañana. La maestra le indicó que pusiera algunos pañuelos en la silla hasta que el sangrado parara. La niña rompió a llorar.
El incidente, relatado por el psicólogo del colegio Huynh Mai copó titulares el pasado mayo. A pesar de la cobertura mediática, maestros, víctimas y organizaciones sociales justifican que la reacción de la profesora no es más que un reflejo de la cultura de ignorancia, indiferencia y estigma en torno a los abusos sexuales a menores que arrastra el país desde hace generaciones.
Tras salir a la luz polémicas de abusos sexuales similares, la mayoría cometidos por los propios profesores contra alumnos, el Gobierno de Vietnam ha puesto en marcha varias iniciativas para atajar y visibilizar esta problemática. Una de las iniciativas del Ministerio de Educación para poner fin a la violencia física contra los niños en el hogar y en la escuela prevé clases obligatorias de prevención de la agresión sexual para los alumnos de primero, así como libros de texto que enseñan a los menores cómo tratar la agresión y qué partes de su cuerpo nadie debería tocar.
Para víctimas como Thao (nombre ficticio), es importante que el colegio se convierta en el punto de partida de la campaña. Tenía 13 años cuando su profesor de matemáticas empezó a maltratarla. La agredió durante dos años. Consecuencia del estigma asociado a los abusos y de una dañina cultura de secretismo, nunca ha denunciado al profesor, que no ha sido juzgado. “Estaba muy asustada, no me atrevía a decírselo a mis padres porque amenazó con matarme”, explica Thao. “Me manipuló, me hizo sentir muy mal conmigo misma”, recuerda.
Cuando cumplió 14 años, el maltrato se convirtió en abusos sexuales. Aterrorizada, la niña se lo contó a su madre, pero optaron por no denunciar. “Sabíamos que la policía no haría nada y mi madre no quería que la gente me juzgara y me hiciera daño con comentarios crueles y rumores”, argumenta. Necesitó años para superarlo: “Tuve tantas crisis que no las podría contar. Me hice daño y rompí el corazón de mis padres… tuve que lidiar con los abusos durante 735 días, los sufrí durante 735 días y me parecieron 10 años”.
El suyo no es un caso aislado de abuso a menores en el contexto de la escuela. Los casos que más ruido han hecho este año han sido cometidos por docentes. Hace poco un profesor de Ética ha sido encarcelado por violar a varias jóvenes y otro ha sido detenido tras abusar y dejar embarazada a una alumna.
Una ley de violencia sexual que no protege a los menores
La ley sobre violencia sexual infantil de Vietnam es ambigua, lo que dificulta las condenas. Algunas formas de violencia sexual ni siquiera se consideran un delito penal: la agresión sexual sigue siendo una falta administrativa y la multa máxima es de apenas 13 dólares (11,5 euros).
En marzo, un hombre fue castigado con una multa de tan solo 200 mil dongs (menos de nueve euros) por agredir a una mujer en un ascensor de un edificio residencial de Hanoi. Al mes siguiente, un antiguo funcionario del Gobierno fue sorprendido abusando de un niño en Saigón. El incidente causó revuelo en todo el país y los residentes del bloque impulsaron una campaña para solicitar una modificación de la ley. Mientras esperan la decisión del Tribunal Supremo, siguen debatiendo en torno si “los tocamientos en el cuello y en el ombligo” constituyen acoso sexual.
La campaña gubernamental no solo va dirigida a los docentes. También hay previstos programas de formación a agentes de Policía para que reconozcan las señales de agresión sexual en mujeres y niños más allá de las pruebas de que las víctimas han sido “forzadas”, “atadas”, “golpeadas” o que “su ropa está desgarrada”, para corroborar las acusaciones de violación o agresión.
La Policía vietnamita registró 1.547 casos de abusos a menores en 2018, aunque se sospecha que la cifra real es mucho más elevada porque la mayoría de los casos no se denuncian. Rana Flowers, representante de Unicef en Vietnam, señala que es muy probable que las cifras oficiales solo sean la “punta del iceberg”.
Medidas necesarias pero insuficientes
Flowers celebra la iniciativa del Gobierno pero puntualiza que aún queda mucho por hacer, especialmente en lo relativo a los abusos en la red. “El rápido crecimiento de Internet en Vietnam supone un nuevo riesgo para los niños, ya que los casos de abuso y explotación en Internet y en las redes sociales también están aumentando”, subraya. “Vietnam todavía carece de un marco jurídico sólido para proteger a los niños y niñas de todas las formas de violencia, especialmente del abuso sexual. Esto también se extiende a la falta de servicios de atención y apoyo a las víctimas”, denuncia.
Poco a poco, la campaña de concienciación impulsada por las autoridades va calando en la sociedad. La ciudadanía empieza a hablar del abuso infantil, a pedir leyes y medidas más eficaces y a difundir la campaña en redes sociales. Se ha diseñado un juego para explicar a los menores cómo protegerse y en Ho Chi Minh niños de apenas seis años se han inscrito en clases de autodefensa. La campaña se centra, sin embargo, en dar herramientas a los niños para que puedan reaccionar ante una agresión, en lugar de en prevenir.
Queenie (nombre ficticio) es una más de las víctimas de abusos sexuales que optó por no denunciar a su agresor por miedo a ser despedida. De niña fue agredida en dos ocasiones, por un amigo de la familia y por la pareja de su prima. Tenía miedo de que su entorno cercano reaccionara diciendo que “no ha pasado nada malo” o que “se mantuviera alejada de él y siguiera con su vida como si nada”. “Existe una total falta de apoyo por parte de la sociedad. Todo el mundo se calla, por la vergüenza y por el dolor”, sentencia.
Traducido por Emma Reverter