Una víctima del primer ataque de Obama con drones: “Soy el ejemplo viviente de su poder destructivo”
Los tíos de Faheem Qureshi conversaban, bromeaban y tomaban té en compañía de varios vecinos en el salón de la casa destinado exclusivamente a invitados varones. Qureshi, que pronto iba a cumplir 14 años, estaba bastante cerca. Se aburría y le impacientaba no poder ir al parque del barrio para jugar al bádminton y al cricket con otros chicos de Ziraki, su pueblo.
Había sido un día agotador. Como todos los viernes, había orado. También había ido a comprar alimentos por encargo de su madre y ahora recibía en casa a todos los que pasaban a dar la bienvenida a su tío, que acababa de regresar a Waziristán del Norte, una región situada en la zona tribal de Pakistán, tras un viaje a los Emiratos Árabes Unidos.
Fue entonces cuando escuchó un ruido parecido al del motor de un avión. Unos dos segundos más tarde, un misil impactó en el salón. Qureshi todavía recuerda la terrible sensación de quemazón que recorría todo su cuerpo. Salió corriendo de la casa. Necesitaba mojarse la cara con agua pero su prioridad era escapar de allí. No podía ver nada.
Esta es la descripción del daño que sufrió un civil en el primer ataque con drones, aviones no tripulados, ordenado por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 23 de enero de 2009, y que hasta ahora no había salido a la luz. Ese ataque fue el primero de muchos otros; una estrategia antiterrorista que definirá la presidencia de Obama en gran parte del mundo musulmán. Y solo era el tercer día de su mandato.
Todo parece indicar que ese misil no consiguió alcanzar el objetivo que Obama y la CIA se habían fijado. Sin embargo, a Qureshi el proyectil le cambió la vida.
El periplo del niño por distintos centros hospitalarios duró 40 días; y todos los pasó en la más absoluta oscuridad. Su estómago estaba perforado por la metralla y la parte superior de su cuerpo estaba llena de laceraciones. Los cirujanos operaron la parte izquierda de su cuerpo, llena de quemaduras, y también operaron el ojo derecho con cirugía láser. No consiguieron salvar el ojo izquierdo.
Durante todo el tiempo que pasó en el hospital, su familia optó por no darle más malas noticias. Dos de sus tíos, Mohammed Khalil y Mansoor Rehman, habían muerto. También su primo Aizazur Rehman Qureshi, de 21 años; un joven que estaba a punto de mudarse a los Emiratos Árabes Unidos para trabajar. 14 primos de Qureshi se quedaron huérfanos.
Qureshi, entonces un adolescente, se había convertido en el hombre de más edad de su familia, con la responsabilidad de mantener a su madre, a sus hermanas y hermanos. A partir de ese momento, la única prioridad del joven, un estudiante aplicado que quería ser químico, tendría que ser llevar dinero a casa. La familia ni siquiera tenía suficiente dinero para reformar el salón de invitados.
El presidente Obama, que pronto terminará su mandato, quiere ser recordado como un pacificador. En su opinión, y así lo ha reflejado en el último discurso del Estado de la Unión este mes, ha conseguido la desnuclearización de Irán, la apertura de Cuba y terminar con los últimos vestigios de la Guerra Fría. También ha afirmado que consiguió reemplazar las “guerras tontas” que él tanto había criticado por ataques precisos con drones.
Todo lo que Qureshi sabe sobre Obama es “lo que nos ha hecho a mí y al pueblo de Waziristán”. “Se ha comportado como un tirano. Si hubiera una lista de tiranos en el mundo, Obama y su programa de drones estarían en ella”, explica a The Guardian.
Han pasado siete años y Qureshi no ha conseguido que Estados Unidos reconozca su error. La CIA no ha querido hacer declaraciones y ha remitido a la Casa Blanca. A su vez, Ned Prince, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, ha explicado que si bien Obama expresó en 2015 “su remordimiento más profundo” por el ataque con drones de que mató a dos rehenes occidentales en la frontera de Pakistán con Afganistán, la Casa Blanca no hace declaraciones sobre “casos concretos”.
“El gobierno de Estados Unidos se toma en serio todos los informes creíbles sobre civiles que han muerto o han sido heridos. En estos casos, infrecuentes, se lleva a cabo una evaluación para entender cómo pasó y para garantizar que se tomen todas las precauciones necesarias para reducir el riesgo de que algo así vuelva a suceder”, ha asegurado.
“No proporcionamos información sobre casos concretos en los que un civil ha muerto o ha sido herido, pero sí podemos confirmar que en estos supuestos expresamos nuestras condolencias y compensamos a las víctimas y a sus familias”, ha afirmado Prince a The Guardian.
“Al igual que los dos rehenes occidentales que murieron, nosotros también somos personas”, asegura Qureshi. Un intérprete transmite sus palabras. Es la primera entrevista que concede a un periodista estadounidense y se ha realizado por Skype, gracias a la gestión del grupo de defensa de los derechos humanos Reprieve.
Una cifra que se desconoce
Qureshi tiene ahora unos 21 años. Su documento de identidad oficial indica que es más joven pero en su región la fecha de nacimiento no suele ser muy precisa. Parece haber perdido peso, el cabello le cubre la frente y lleva unas gafas metálicas que enmarcan un ojo falso. Ahora es un desplazado interno y vive en Ziraki desde que el ejército paquistaní invadió Waziristán del Norte hace 18 meses. Se acaricia la barba mientras recuerda el momento que cambió su vida.
Sí, Qureshi quiere que Estados Unidos reconozca su error, pida perdón y lo indemnice: “No lo hago por mí. Lo hago por todos los civiles que han sido asesinados en Waziristán”.
Tal vez nunca se sepa la cifra exacta de personas que han sido asesinadas por drones estadounidenses. Si bien en los dos últimos años Obama y la CIA han hecho gestos para terminar con el secretismo oficial, el principal acto de transparencia ha sido el reconocimiento por parte de Obama de que estos ataques se han producido.
Desde la llegada de Obama a la Casa Blanca, 371 drones que sobrevolaban las zonas tribales de Pakistán han matado entre 256 y 633 civiles, según el recuento del Bureau of Investigative Journalism, una ONG británica que promueve el periodismo de investigación. Cualquier intento no gubernamental que intente contabilizar los ataques tiene sus limitaciones.
Las investigaciones de los periodistas suelen iniciarse con el soplo de una fuente oficial, que presumirá de que los muertos en el ataque son combatientes hasta que se demuestre lo contrario.
Las zonas de conflicto impiden que los medios de comunicación y las ONG puedan llevar a cabo investigaciones independientes y exhaustivas. Es por este motivo que se dispone de muy poca información que permita cuestionar la versión oficial, que afirma que los civiles asesinados por drones se pueden contar con los dedos de una sola mano. Las comisiones del Congreso de Estados Unidos que supervisan a la CIA no han hecho más que impedir la transparencia que Obama prometió, incluso cuando han cuestionado a la CIA por otros asuntos. En 2014, la presidenta de la Comisión de Inteligencia del Senado estadounidense rechazó una petición para que se hicieran públicas las muertes causadas por drones.
“Qué ha hecho mi familia?
Qureshi recuerda que durante el mes que estuvo postrado en el hospital sin saber si volvería a ver solía preguntarse qué había hecho para recibir un castigo tan horrible: “¿Qué ha hecho mi familia? ¿Por qué me ha tenido que pasar a mí?
Todo apunta a que ese ataque fue un error. El libro del periodista Daniel Klaidman Kill or Capture: The War On Terror and the Soul of the Obama Presidency (Matar o detener, la Guerra contra el terrorismo y el alma de la presidencia de Obama) afirma que el primer ataque con drones “fue muy mal” y que el objetivo nunca había estado en el lugar adonde fue bombardeado. Un documento filtrado del gobierno pakistaní indica que “nueve civiles” murieron como consecuencia del ataque de un dron el 23 de enero de 2009, probablemente en referencia al ataque contra la casa de Qureshi. The Guardian tuvo acceso a una versión no editada que cita el pueblo y a su tío fallecido.
“Muchas personas de Waziristán que han sido blanco de ataque y han muerto, no tenían ningún vínculo con los talibanes o con los combatientes”, indica Qureshi. “Muchas mujeres y niños han sido asesinados y nadie ha dado ninguna explicación. Peor aún, se han negado a reconocer que esas personas han muerto”.
Según el recuento del Bureau of Investigative Journalism, los ataques de Obama en la zona tribal de Pakistán han causado la muerte de entre 66 y 78 niños.
“No afirmaré que los drones solo han matado a civiles porque probablemente también han matado a combatientes. Sin embargo, sí puedo decir que la mayoría de las muertes son civiles que no tenían nada que ver con lo que Estados Unidos está haciendo en Pakistán o Afganistán, o en ningún otro lugar del mundo”, asegura Qureshi.
Una compensación que no llega
A lo largo de los años, Qureshi y sus abogados han utilizado distintas vías oficiales para solicitar una compensación: el enlace tribal pakistaní, la embajada de Estados Unidos, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Todos los esfuerzos han sido en vano.
Qureshi sabe que nunca será químico. Su única esperanza es poder abrir un pequeño negocio cuando regrese a Waziristán. Canalizará sus ambiciones académicas a través de sus dos hermanos; les pagará los estudios. Espera podérselo permitir: “No podrán estudiar si no los puedo mantener”.
Rechaza el marco teórico de Obama, según el cual la estrategia antiterrorista de Estados Unidos tenía que escoger entre una invasión por tierra y los ataques con drones. Cree que sería mejor intentar dialogar con los talibanes, que han resistido 14 años de ataques.
Qureshi explica que en Waziristán antes se percibía a Estados Unidos como el país que los había ayudado a escapar del control de la Unión Soviética. Y advierte de que ahora sus conciudadanos odian a Estados Unidos: “Nos sacan de nuestros pueblos, nos matan, nos convierten en blanco de ataque sin motivo alguno. Sacuden nuestras vidas por completo. Por supuesto que aquí odian a Estados Unidos. Lo odian por lo que han hecho a personas como yo”.
El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, afirmó la semana pasada que en 2016 los combatientes del Estado Islámico que se encuentren en los bastiones del Norte de África y el sur asiático se convertirán en blanco de ataque de los drones. La última acción de un dron en Yemen, el 20 de enero, fue una demostración de que estos ataques pueden producirse incluso en un contexto de caos y de conflicto entre Arabia Saudí, país aliado de Estados Unidos, y el grupo insurgente hutí. África dispone de plataformas de lanzamiento para drones en Djibouti, Níger y Camerún. Países tan dispares como el Reino Unido y Pakistán también bombardean con drones.
Los ataques con drones seguirán siendo una realidad cuando Barack Obama, el presidente que más se asocia con su normalización, ya no esté en la Casa Blanca.
Qureshi no cree que los estadounidenses sean “malos” o “injustos” y los urge a cuestionar la versión de su gobierno sobre los ataques de drones en Pakistán. “Soy el ejemplo viviente de lo que hacen estos drones”, afirma. “Han sacudido Waziristán y también han sacudido mi vida. Yo tenía esperanzas y un futuro por delante, y ahora no hago nada y no sé qué me deparará el futuro”.
Traducción de: Emma Reverter