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¿Qué consecuencias tendrá la acumulación de poder en manos del presidente chino?

Tom Phillips

Pekín —

¿Qué está haciendo Xi?

Al pretender eliminar los límites a los mandatos presidenciales esta semana, Xi Jinping ha disipado cualquier duda existente sobre su deseo de mantenerse como “líder indiscutible” del país durante muchos años.

“A menos que sea destituido, tendremos a este tipo para el resto de nuestras vidas”, señala Orville Schell, que escribe libros sobre política china desde hace más de cuatro décadas.

¿Por qué quiere Xi permanecer en el poder?

La explicación obvia es su aparente convicción de que él, y solo él, puede devolver su esplendor al Partido Comunista –ideológicamente laxo y lleno de casos de corrupción– y a China. Xi llegó al poder en 2012 prometiendo devolver al Reino del Medio a su lugar correspondiente en el centro de los asuntos mundiales. El año pasado, Xi declaró la llegada de una “nueva era” de poderío global chino. Parece decidido a conseguirlo.

Pero la determinación de Xi de permanecer en el poder también puede ser un acto de autoprotección. El presidente chino ha purgado, humillado y encarcelado a tantos enemigos poderosos que la cárcel política más conocida de China está hasta los topes. Puede que vea en el poder eterno la única forma de evitar que rivales con deseos de venganza le condenen algún día a un destino similar.

“El miedo es que si su reinado no continúa la gente podría intentar vengarse”, señala Carl Minzner, autor de un nuevo libro sobre el “renacimiento autoritario” de China.

¿Qué ventajas tendría ese Gobierno unipersonal?

Posiblemente, depende de cuánto valores la libertad. Algunos argumentan que la supremacía de Xi le dará la autoridad que necesita para acabar con la corrupción generalizada e imponer reformas económicas dolorosas. Otros sostienen que podría beneficiar a la población rural pobre, cuya causa ha defendido el líder chino.

Con un escéptico del cambio climático en la Casa Blanca, hay incluso quien espera que Xi se erija como el mayor guerrero ecologista dictatorial del mundo, un tirano amante de los árboles dispuesto a usar sus poderes autoritarios para salvar el planeta.

“Si defiendes que el mundo necesita liderazgo, que Estados Unidos vive un periodo de desbarajuste y que Europa es un castillo de arena, entonces el liderazgo chino quizá tenga algunas virtudes, especialmente en sectores como la proliferación nuclear, el cambio climático y pandemias”, señala Schell. “No importa lo que pienses sobre su estilo de liderazgo autoritario, al menos puede liderar”, añade.

¿Cuáles son los peligros?

Para los disidentes y progresistas que sufren la peor represión política en décadas, la extensión de la fecha de caducidad de Xi es una pesadilla. Qiao Mu, académico en el exilio, sostiene que la estrategia de Xi condena a los disidentes a una vida de “oscuridad y miedo”.

Pero otros también advierten de consecuencias desastrosas para el conjunto del país. La historia contemporánea china ofrece una poderosa lección de los peligros del liderazgo bajo un solo hombre. El enloquecido impulso de Mao hacia la industrialización condenó a decenas de millones de personas a la muerte durante la Gran Hambruna. Una década más tarde, la Revolución Cultural se volvió en su contra y devastó la economía.

Minzner está entre los que temen el regreso a una era de “purgas, agitación política y el mandato de un hombre sobre todo lo demás”. Con Mao, la política china era “como un deporte sangriento donde no se sabía lo que podía pasar a personas clave del sistema de un día para otro”, recuerda. “Pensábamos que China se había alejado de aquello”.

James Palmer, autor del libro La muerte de MaoLa muerte de Mao, también teme que China pague un alto precio por su brusca regresión a una “dictadura total”. “Con el poder ahora concentrado en un solo hombre y con nadie dispuesto a retarle, la posibilidad de cometer errores desastrosos se ha disparado”, advirtió a Foreign Policy.

¿Por qué no se ha condenado la acumulación de poder?

La falta de censura se produce probablemente como resultado del creciente nerviosismo de Occidente hacia un posible enfado de una China más poderosa e irritable que nunca por temor a dañar los lazos económicos.

Minzner cree que esta falta de condena resalta la poca consideración que tiene la mayoría de los gobiernos occidentales hacia Pekín. “Sería diferente si algún Estado democrático cancelase elecciones, pero China es un Estado autoritario, por lo que las expectativas no eran necesariamente altas”, señala.

Una tercera explicación, sin embargo, es el auge global de regímenes autoritarios desde Moscú a Manila. “Cuando se escriban los libros de historia de instituto, esto no va a ser descrito como la era de la Ilustración... será la Era del Gran Líder”, asegura Schell.

Visto desde ese ángulo, la ratificación de Xi como el más fuerte de los hombres fuertes del siglo XXI ya no parece una aberración, sino más bien un patrón.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti