El Eurogrupo, la reunión informal de ministros de Economía y Finanzas de la zona euro, ha expresado este lunes su intención de estudiar un posible alivio de la deuda pública griega (por encima del 180% del PIB), más de seis años después del estallido de la crisis de la deuda helena. En teoría, se tratará de concretar dicho acuerdo el próximo 24 de mayo, dentro de dos semanas, y de concretar algún tipo de reducción en la carga de la deuda estar sería sujeta a nuevas condiciones.
Igualmente, las instituciones acreedoras –la antigua Troika- han hablado de terminar la primera revisión del tercer rescate, dotada de 86.000 millones de euros. De esa cantidad faltan 5.200 millones de euros por entregar a Atenas, que ha llevado a cabo un programa vertiginoso de reformas (y recortes, aunque éstos se han centrado en las clases más pudientes de la sociedad griega) desde el doloroso acuerdo del pasado 13 de julio de 2015.
El anuncio por el cual se estudiarán en los próximos días “medidas a corto, medio y largo plazo” ha sido hecho por el presidente del Eurogrupo, Jeroem Dijssebloem, este lunes 9 de mayo. Llega tras una reunión precedida de cierta tensión entre los propios acreedores, envío cruzado de cartas, amenazas de largarse por parte del FMI y alguna exigencia extra que ya venía del pasado Eurogrupo de Ámsterdam.
Pero la revisión de la deuda supone en hito en los últimos seis años, incluida una reestructuración fallida (2012), caída del PIB y entrada continua en recesión. Según un documento al que ha tenido acceso el Wall Street Journal, el alivio a la deuda consistirá en “extender la amortización de los préstamos, limitar los reembolsos anuales y rebajar los tipos de interés”.
Es la propuesta que ha traído este lunes el Mecanismo de Estabilidad (Mede), una de las partes acreedoras. Ahora los técnicos necesitan trabajarla en detalle, porque los plazos de amortización de algunos créditos se van más allá de los 30 años.
Hubo tensión en los prolegómenos del encuentro, que ya no despierta tantos focos como el primer y agónico semestre de 2015 con Yanis Varufákis al frente de las finanzas helenas. Una carta del FMI filtrada el fin de semana pasado recogía la exasperación de su directora gerente, Christine Lagarde, con sus teóricos socios acreedores (BCE, Comisión, Mede).
El FMI amenazó con abandonar el rescate griego, y condicionó su permanencia a “si la financiación y el alivio de la deuda se basa en objetivos fiscales realistas”. Ante el runrún generado, el ministro de Finanzas de Grecia, Euclides Tsakalotos, envió una misiva a la Troika reclamando generosidad e instando a aceptar una reestructuración de deuda. Algo que por fin ha llegado.
Además del anuncio, cuya trascendencia se verá dentro de 15 días, el Eurogrupo ha acordado una serie de medidas (recortes) que suman hasta el 3% del PIB griego hasta 2018 que incluyen reformas de pensiones, reformas del impuesto de la renta, subidas del IVA y revisiones del salario de los funcionarios.
Son precisamente las medidas que el domingo por la noche el Gobierno de Tsipras sacó adelante en el Parlamento. Las futuras pensiones se verán afectadas, pero la carga impositiva que ha diseñado el Ejecutivo de Syriza recae sobre las rentas más altas. El Eurogrupo ha dado su visto bueno.
Otra de las grandes discrepancias de los acreedores es el superávit fiscal del 3,5% exigido a Atenas y las “medidas de contingencia” que se han votado este 9 de mayo en caso de que Grecia no alcance el objetivo (y que supondrán nuevos recortes automáticos). El FMI no está de acuerdo con este objetivo, acordado en Ámsterdam, que considera poco menos que ficticio. El regreso de Grecia a los mercados parece hoy más cerca.