En algún momento de la mañana, Donald Trump deberá hacer un alto en sus preparativos antes de la toma de posesión para recibir una clase que no olvidará. Un reducido grupo de personas le contará las instrucciones del uso del maletín nuclear, al que se le suele llamar el “football” (por la pelota de fútbol americano).
No hay en su interior un botón rojo para disparar. Incluye los códigos, planes y sistemas de comunicación que permiten a un presidente de EEUU lanzar un ataque nuclear contra un objetivo concreto. En realidad, el football no lanza misiles. Es un sistema que permite al presidente dar la orden al Departamento de Defensa con las coordenadas adecuadas y hacerlo de forma que su identidad quede verificada.
Como mucho, un presidente tendría 30 minutos, quizá menos tiempo, para tomar la decisión de lanzar esos misiles contra una amenaza inminente. Si ordena un ataque o contraataque nuclear, ninguna persona podrá anular su orden legalmente, ni en las Fuerzas Armadas ni en su Gobierno ni en el Congreso.
El sistema está colocado dentro de un maletín de cuero con estructura metálica. El conjunto pesa unos 20 kilos. Un ayudante militar lleva ese maletín y acompaña constantemente al jefe de Estado siempre que esté fuera de la Casa Blanca. Dentro del edificio, está siempre disponible para ser convocado.
Muy pocos minutos después de que Trump haya jurado su cargo ante el presidente del Tribunal Supremo, tendrá otra cita ineludible. Le entregarán una tarjeta de plástico –a la que llaman la “galleta”– que contiene los códigos con los que debe confirmar su identidad. Deberá llevarla encima, probablemente en un bolsillo interior de la chaqueta; es decir, no hacer como Bill Clinton, que la extravió en una ocasión durante semanas.
Será ese el momento más temido por muchos de sus rivales políticos, y es posible que por algunos de sus partidarios; el momento en que un empresario sin experiencia política ni militar, famoso por su ego desbordado y acostumbrado a imponer su voluntad, tenga el poder de lanzar una guerra nuclear con algunas de las 1.400 cabezas nucleares disponibles en un momento dado para ser utilizadas.
Hillary Clinton intentó aprovechar esa posibilidad nada tranquilizadora durante la campaña electoral. Difundió un anuncio en el que varias personas expresaban sus temores por la idea de un arsenal nuclear controlado por Trump. Entre ellos, estaba Bruce Blair, que en los años 70 fue oficial encargado del lanzamiento de misiles nucleares Minuteman: “La idea de que Donald Trump tenga acceso a armas nucleares me asusta terriblemente. Debería asustar a todo el mundo”.
En su discurso en la convención demócrata, Clinton utilizó la misma idea: “Un hombre al que se puede provocar con un tuit no es un hombre al que se pueda confiar las armas nucleares”. Obviamente, el mensaje no caló en el número suficiente de votantes como para que ella fuera elegida.
Ningún presidente norteamericano ha llegado al poder con la idea de utilizar armas nucleares, aunque al menos Richard Nixon sí se lo planteó como alternativa durante la guerra de Vietnam. Todos han estado acompañados de asesores, militares y expertos muy conscientes de la gravedad de las decisiones relacionadas con su uso. Lo que distingue a Trump de sus antecesores es su personalidad errática y sus ideas a veces contradictorias sobre asuntos básicos de política exterior y de defensa.
Trump dijo en varias ocasiones este año que las armas nucleares son algo “horrible” y que su número “debería reducirse de forma sustancial”. Pero ante la sorpresa de los periodistas que lo entrevistaban, no quiso descartar el uso de esas armas en un conflicto que fuera realmente grave. Ni siquiera en Europa.
“Europa es un lugar muy grande”, dijo en una entrevista en Fox News en marzo de 2016. “No voy a descartar ninguna opción que esté sobre la mesa. Tenemos capacidad nuclear. (...) La última persona que usaría un arma nuclear sería Donald Trump. Así lo pienso. Creo que es algo horrible. Pensar en ello ya es horrible. Pero no quiero descartar nada. Tendremos que negociar. Habrá momentos en que estemos en una negociación difícil, complicada, horrible. La última persona... pero no voy a descartar nada. Lo dije ayer y lo mantengo ahora”.
Le preguntaron en otra entrevista si descartaba el uso de armas nucleares contra ISIS: “No voy a descartar nada nunca”, respondió y explicó que era bueno que los enemigos de EEUU pensaran que él es “impredecible”, también en relación a las armas de destrucción masiva.
Si es necesario tranquilizarse, hay que recordar también que en una entrevista en la revista GQ, dijo que era “altamente, altamente, altamente, altamente (sic) improbable que yo las utilice” (las armas nucleares).