Tras las elecciones celebradas el pasado domingo en Turquía un titular-cliché recorre los medios europeos: “El Podemos turco irrumpe en el Parlamento”. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que ha superado la barrera del 10% de los votos y ha obtenido 80 diputados, está en la boca de todos los analistas. Su llegada a la política turca es clave en la pérdida de la mayoría absoluta del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip ErdoÄan. Y representa aires de nueva política.
Tal vez por eso, la muletilla más usada es comparar al HDP con Syriza o con Podemos. La cuenta internacional del partido, sumándose de alguna manera a la ola de cambio político que recorre el sur de Europa, comparaba a Selahattin Demirtas (uno de los líderes del HDP) con Alexis Tsipras (Syriza) y Pablo Iglesias (Podemos).
Por otro lado, los analistas negacionistas de cualquier virtud de Podemos o Syriza cierran la puerta a la comparación definiendo al HDP como un partido “kurdo” y regionalista. Durante la campaña electoral, ErdoÄan, el hasta ahora poderoso presidente turco, fue un poco más allá en su simplificación: ha asociado constantemente al HDP con el terrorismo kurdo. Y minó por todos los medios el camino de esta nueva formación política, surgida a finales de 2012. La semana pasada dos bombas explotaron en un mítin del HDP en la ciudad kurda de Diyarbakir, con total impunidad.
“El AKP está creando una atmósfera de miedo. Ha habido varias docenas de ataques a oficinas del HDP”, aseguraban antes de las elecciones miembros del partido marxista-leninista Meral of Toplumsal Özgürlük a la revista JacobinMag.
La dicotomía de ErdoÄan entre una Turquía unida por una mano de hierro y una nueva Turquía dividida parece no haber funcionado. Y el miedo frente al separatismo kurdo no ha movilizado tanto como el deseo de cambio. El HDP ha arrasado en el Kurdistán, donde el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) está ilegalizado y está considerado un grupo terrorista: ha conseguido allí más del 70% de los votos.
La clave electoral del HDP habría que buscarla en ciudades turcas como Estambul, Ankara, Izmir o Bursa. Sin el apoyo urbano del resto de Turquía, el HDP no habría conseguido el 13,1% de los votos y no habría entrado en el Parlamento. En ciudades como Estambul, el HDP ha pasado a ser la tercera fuerza.
¿Qué es exactamente el HDP turco? ¿Sirve alguna comparación con Syriza o con Podemos? ¿Y con las revueltas del Gezi Park de 2013? ¿Cuál es su programa?
La República de Gezi
La República de Gezi
El mapa de la República de Gezi, surgido durante la acampada del Gezi Park de Estambul de mayo de 2013, muestra cómo los colectivos kurdos ocupaban un espacio considerable en el parque. Los kurdos de Gezi no estaban muy lejos de los anarquistas, los ecologistas o los activistas LGBT. Las semanas de convivencia de Gezi hicieron más por la causa kurda en Estambul, según muchos de sus participantes, que años de militancia en el Kurdistán.
Elif Genc, en un texto de enero de 2014, destacaba cómo los habitantes de esa República de Gezi temporal se sensibilizaron ante el pueblo kurdo durante la ocupación: “Los jóvenes de clase media se dieron cuenta de que la unión de Gezi contra el autoritarismo y el neoliberalismo estaba en el ADN de las décadas de lucha del movimiento kurdo contra el Estado turco”.
El proceso del Gezi Park y su espíritu de diálogo transversal han sido vitales en la evolución del HDP, que nació en octubre del 2012 como instrumento político del Congreso Democrático de los Pueblos. Surgió como partido hermano del Partido Democrático de las Regiones (DBP), una formación prokurda y feminista. Pretendía funcionar como “paraguas” de ese Congreso Democrático de los Pueblos, formado por cientos de movimientos sociales, pequeños partidos, grupos anticapitalistas y simpatizantes de la causa kurda, entre muchas otras cosas. El #DirenGezi, la “resistencia Gezi” que exploró en ejes transversales y regionales, transformó al HDP en algo más que en un partido nacido en los movimientos sociales clásicos.
Para el politólogo Omer Tekdemir, el HDP se ha convertido en un bloque postmoderno con “agentes contrahegemónicos, izquierdistas radicales, islamistas antistatu quo, laicos, feministas, militantes LGBT y grupos ecologistas”. Su objetivo prioritario no es otro que representar a las nuevas sensibilidades políticas y seducir a un grupo de votantes “más amplio, colorido y multiidentitario”.
No basta con conseguir el voto tradicional de las izquierdas y movimientos sociales. Su forma de organización también rompe los esquemas de la vieja política turca (y mundial). Cuenta con un sistema de copresidencia: un presidente y una presidenta. Desde junio de 2014 el líder kurdo Selahattin DemirtaÅ y la socialista Figen YüksekdaÄ son los copresidentes. El HDP se rige por un sistema paritario entre hombres y mujeres. Y dispone de una cuota del 10% para la comunidad LGBT.
El HDP sería pues un nuevo instrumento político que acoge a una plural diversidad de fuerzas y sensibilidades. En la cuestión kurda, el HDP no menciona apenas al pueblo kurdo: participa incluso en las conversaciones de paz con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Existe un detalle clave en el proceso del HDP y el electorado: la resistencia en Rojava, región autónoma kurda de Siria. “Tanto la insurgencia de Gezi como la lucha en Kobani (ciudad de Rojava) se han convertido en experiencias de rejuvenecimiento democrático y revitalización de la izquierda socialista en Turquía y las ha acercado a otros espectros sociales”, afirman los miembros del Meral of Toplumsal Özgürlük.
Mientras ErdoÄan apoya a varios grupos insurgentes sirios para debilitar a los kurdos, los simpatizantes del espíritu de Gezi y militantes del HDP consideran el proceso de resistencia y autonomía de Rojava como un icono de los nuevos tiempos.
Inclusión frente a segregación
Sin embargo, la novedad más disruptiva del HDP habría que buscarla en un nuevo relato político. Y en un calculado lenguaje inspirador y agregador. El HDP, según Omer Tekdemir, ha encontrado un “lenguaje político y filosófico más efectivo y estratégico”. Los doce puntos elaborados por Selahattin DemirtaÅ y Figen YüksekdaÄ para ampliar los horizontes del HDP –un consenso poético de mínimos– son especialmente provocadores: “Somos mujeres. Somos juventud. Somos arcoíris. Somos niños. Somos defensores de la democracia. Somos representes de todas las identidades. Somos defensores de un mundo libre. Nosotros protegemos a la naturaleza. Somos constructores de una economía sostenible. Somos trabajadores. Somos obreros. Somos la garantía de los derechos sociales”.
Inclusión frente a segregación. Optimismo afirmativo frente a la campaña del miedo. Internacionalismo frente a nacionalismo. “No es apenas un éxito nuestro: es la victoria de todos los pueblos del Oriente Próximo. Pensabamos que esta victoria cambiará el equilibrio en Oriente PÅoximo”, aseguró tras las elecciones el colíder del HDP Selahattin DemirtaÅ.
A pesar de las algunas coincidencias en estilo y objetivos con Podemos o Syriza, la explosión del HDP tiene identidades y peculariades profundamente turcas. Y bebe más de la insurgencia del Gezi Park y de los imaginarios surgidos del #DirenGezi que del diseño político previo. La escritora anglo-turca Alev Scott habla en un artículo de The Guardian de “despertar”.
“Durante las protestas de Gezi, acabé escribiendo un libro sobre lo que yo optimistamente bauticé como Despertar turco (Turkish Awakening es el título de su libro). Tras el bajón que siguió a la protesta, el título parecía una elección tristemente naíf. Ahora me avergüenzo de haber dudado: es un despertar, los resultados lo prueban, y es tiempo para actuar sobre ello”.