“Lo apropiado tras un hecho así es básicamente esto: estar de luto con la familia y abrazar a los hijos propios cuando llegan saludables a casa por la tarde”. Esta reflexión la escribía el periodista Detlef Esslinger en el diario Süddeutsche Zeitung en la tarde de este lunes, día en que un niño de ocho años fue arrojado por un desconocido junto a su madre a las vías en la estación central de Fráncfort (oeste germano) cuando pasaba un tren de alta velocidad. El niño fue atropellado y resultó herido mortalmente. La madre logró salvarse del mortal atropello en el último segundo.
La recomendación de Esslinger llegaba tarde. Porque, en Alemania, este trágico suceso parece haberse convertido en combustible político para el principal partido de la oposición, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Esta formación se encuentra en permanente campaña contra la inmigración, contra la llamada “cultura de bienvenida” frente a los extranjeros y, por supuesto, a favor del regreso de los controles fronterizos. Así, Alice Weidel, co-presidenta del grupo parlamentario de AfD en el Bundestag, exclamaba en sus redes sociales: “¡Protección de una vez por todas para los ciudadanos de nuestro país en lugar de una cultura de bienvenida sin fronteras!”.
Weidel, que no es la única figura de AfD que ha salido a la palestra mediática aprovechando la tragedia de Fráncfort, aunque sí es una de las voces más destacadas del partido, hacía esas afirmaciones después de haberse sabido que el presunto autor de los hechos era un hombre originario de Eritrea. Fue detenido por la policía poco después de empujar presuntamente y sin motivo aparente a las vías al niño y a su madre, y después de tratar de hacer lo propio pero sin éxito con una mujer mayor de 78 años.
Apenas tres horas después del suceso, Weidel sólo escribía en Twitter sobre la tragedia ocurrida en Fráncfort con exclamaciones. Tachó la “cultura de bienvenida sin fronteras” de factor “que siempre lleva a que la situación de seguridad sea más amenazante en Europa”. En su diatriba tuitera, Weidel también acabaría reprochando a la canciller Angela Merkel el haberse ido de vacaciones este verano pese al suceso de Fráncfort. Además, cargó contra la política humanitaria de Merkel gracias a la cual entre 2015 y 2016 entraron en suelo germano unos 1,5 millones de demandantes de asilo, la gran mayoría de ellos proveniente de la guerra civil en Siria.
Weidel parecía haber dado a entender que el hombre autor del crimen en Fráncfort había llegado a Alemania durante la llamada “crisis de los refugiados” en el país de Merkel. Luego tuvo que seguir tuiteando y reconocer, tal y como habían dejado claro las autoridades, que el hombre de origen africano detenido era un individuo de 40 años que vivía desde 2006 en Suiza, donde había recibido estatus de refugiado. Se consideraba que estaba “bien integrado” en suelo helvético. Tiene mujer y tres hijos en el cantón de Zúrich.
El tono de los mensajes de Weidel no ha pasado desapercibido. En poco tiempo, los tuits de esta política e influencer de ultraderecha a la que siguen casi 75.000 personas en Twitter lograron cientos de 'me gusta'. No obstante, sus comentarios también generaron reacciones de rechazo.
“Una persona empuja a un niño al tren, el niño muere. Un crimen horrible ocurrido en la estación central de Fráncfort. ¿Pero tiene la política de AfD Alice Weidel que sacar con ello rédito político?”, se preguntaba Stephan Hebel, editorialista del diario generalista de Fráncfort Frankfurter Rundschau. “Una persona comete un acto violento que es horrible, pero esa es toda la historia. Hay autores, y hay víctimas, así que por favor: dejad de dividir por nacionalidad y color de la piel”, pedía el editorialista.
AfD pone en marcha su “provocación estratégica”
Tan justificada como naíf era la petición que hacía Hebel en su editorial de la tarde del lunes. Entre otras cosas porque la ofensiva de la lideresa parlamentaria de AfD en el Bundestag se inscribe en el ya tradicional modus operandi de la ultraderecha alemana.
“Es provocación estratégica, algo en lo que están especializados en AfD. Consiste en llamar la atención usando algo como lo que ocurría el lunes o hace un par de años, cuando un hombre tomó un coche y lo estrelló contra la terraza de un bar, aunque, al final, el caso quedó aclarado en que no era un atentado sino responsabilidad de un perturbado mental”, explica a eldiario.es Franco Delle Donne. Este analista político es el autor junto a Andreu Jerez de dos libros sobre la ultraderecha. A saber 'Epidemia Ultra: la ola reaccionaria que contagia Europa' (Autoeditado, 2019) y 'Factor AfD: el retorno de la ultraderecha a Alemania' (Libros.com, 2016).
A última hora de la tarde de este martes, se sabía que el hombre detenido por los empujones a las vías del tren tenía problemas psiquiátricos, según informaban los medios de comunicación germanos. La policía le buscaba por amenazar con un cuchillo a una vecina en Suiza. Este tipo de detalles se conocieron cuando ya era demasiado tarde. La ultraderecha había conseguido “la centralidad”, según Delle Donne. Es decir, en el partido ultra ya habían logrado que se hable bien o mal de AfD.
En el relato de la ultraderecha alemana, “sus políticos ven en los inmigrantes una falta de valores que luego explican que esos extranjeros estén detrás de los crímenes”, abunda Delle Donne. No es casualidad que, tal y como señalaba en su editorial Hebel, Weidel no tuiteara nada cuando hace ocho días un hombre de Eritrea fuera objeto en la población de Wächtersbach –a unos 50 kilómetros al este de Fráncfort– de un ataque racista con arma de fuego que le dejó con heridas graves. El agresor era un alemán que se suicidó después de realizar unos disparos cuya motivación racista se ha estado investigando.
En el debate político generado por el crimen de Fráncfort, poca relevancia se da a que un alemán de origen serbio de 28 años en cuya sangre se encontraron restos de cocaína arrojara a una mujer a las vías del tren en la estación de Voerde (noroeste germano) hace dos sábados. Ese hombre fue detenido y ahora se encuentra en prisión preventiva acusado de asesinato con alevosía.
Pese al protagonismo mediático que puedan tomar este tipo de hechos, y por mucho que la ultraderecha parezca deseosa de utilizar tragedias como la de Fráncfort para ganar capital político, “Alemania actualmente presenta los índices de criminalidad más bajos desde principios de los años 90”, recuerda Delle Donne. A su entender, da la impresión que el ministro del Interior alemán, el conservador Horst Seehofer, ha caído en el cuestionable discurso de AfD al interrumpir el lunes sus vacaciones después de que ocurriera el crimen de la estación de Fráncfort.
“No sé si una tragedia como la del lunes ha de implicar que el ministro tenga que poner ese asunto en lo más alto de su agenda como si el caso fuera representativo de una ola de criminalidad que se ha desatado y que no se sabe dónde va a terminar. Porque la realidad no se corresponde con algo así”, concluye Delle Donne.