La arquitectura imposible de las favelas: más de 20 años de proyectos urbanísticos fallidos en Río de Janeiro

El gobernador del estado de Río de Janeiro, Wilson Witzel, ha anunciado un nuevo plan urbanístico para Rocinha, considerada la mayor favela de toda América Latina. Se trata del último anuncio en una sucesión de programas de urbanismo durante más de dos décadas que no han dado resultados: el abandono institucional y la falta de atención y de mantenimiento devuelven cualquier estructura al punto de partida. 

El programa Comunidade Cidade fue inaugurado en presencia de Sérgio Magalhães, presidente del Comité Ejecutivo del 27º Congreso Mundial de Arquitectos, que se celebrará en julio en la ciudad, y que encumbrará a Río como la primera capital mundial de la arquitectura.

Entre los que escuchaban el discurso estaba el arquitecto Luiz Carlos Toledo, autor del Plano Director Socioespacial de Rocinha, firmado hace 14 años. Estos planes se guardaron en un cajón y nunca se llevaron a cabo. Ahora, el Gobierno estatal ha apañado un remiendo con el que trata de recuperarlos.

Pero hace más de diez años que se diseñó aquel programa y “Rocinha ha cambiado mucho”, explica a eldiario.es la arquitecta y urbanista Tainá de Paula. Tampoco parece tener sentido, a su juicio, actuar “solo en una favela” en una ciudad que tiene alrededor de 800 esparcidas por toda su geografía.

Las favelas de Río de Janeiro, creadas hace más de un siglo, están acostumbradas a la autogestión y sobreviven equilibrando la complejidad de su tejido social. Los intentos más consistentes de soluciones urbanísticas para estos barrios de viviendas informales arrancaron en 1995, pero se han visto abocados al fracaso por la desatención institucional. 

Aquel año clave nació el programa Favela Barrio. Los fondos venían avalados por el Banco Interamericano de Desarrollo, era una ocasión única. Tainá de Paula admite algunas mejoras sobre todo en la zona norte de la ciudad. Los mejores ejemplos son la favela Fernão Cardin –que “recuperó el cauce del río”– y la favela del Morro do Campinho, donde las diferentes cotas de nivel se convirtieron en áreas de recreo, plazas, puntos de encuentro, parques o mercadillos, explica la experta. La intervención ayudó, al mismo tiempo, “al freno de la expansión y sus problemas socioambientales a largo plazo”. Sin embargo, con el paso de los meses, la mayor parte de las actuaciones se paralizan.

Pablo Benetti, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), ha sido testigo del quiero y no puedo del desarrollo urbanístico en las favelas de Río. Uno de los proyectos premiados en el concurso Morar Carioca (2010) –la continuación del programa Favela Barrio– llevaba su firma junto con las de João Carlos Laufer Calafate, José Augusto Pina, Ana Prado y Ana Gabriella Steinhauser.

El proyecto estaba destinado a acondicionar los severos desniveles del Morro de São João, pero nunca llegó a ser ejecutado. El ayuntamiento acabó desviando casi todos los recursos para las obras relacionadas con los Juegos Olímpicos de 2016.

A pesar de todo, Benetti puede señalar grandes ejemplos de correcto urbanismo en la época anterior, la del programa que firmó. “El problema es que después hubo una falta de continuidad de los Gobiernos”, sostiene. Entre muchas otras, recuerda las labores desempeñadas en la favela Parque Royal. Se instalaron redes de distribución de agua y energía eléctrica; se estrenó iluminación pública y red de alcantarillado; se construyó un centro de salud, una guardería, un centro social, un polideportivo y una plaza, además de ofrecer una solución habitacional a cientos de vecinos que vivían en frágiles palafitos sobre la contaminada bahía de Guanabara.

“Un buen proyecto, un buen trabajo que recuperó un área importante. Si vas hoy te dan ganas de llorar”, dice Benetti sobre su programa.

Las buenas ideas se van al traste por la falta de planificación y control del Poder Público en las zonas más reprimidas de Río. “La favela va creciendo, y eso acaba deteriorando principalmente las redes de saneamiento”, analiza la arquitecta y urbanista Solange Carvalho. “Parque Royal contaba con alrededor de 1.500 familias al principio. Ahora ya están en 2.800 familias. La infraestructura no soporta toda esa carga”.

Entre los programas Favela Barrio y Morar Carioca apareció la rotundidad de uno de los programas de aceleración del crecimiento del Gobierno Lula da Silva, el PAC Favelas, de 2008. Era la época del viento a favor, cuando la crisis económica mundial, que en Estados Unidos era “un tsunami”, según Lula, si llegaba a Brasil sería “una olita que no se serviría ni para surfear”. Una nueva oportunidad perdida.

“El mejor legado, si es que hay alguno”, describe Pablo Benetti, “es la valoración positiva de la Colonia Juliano Moreira”. Este rincón de la zona oeste de Río de Janeiro fue inaugurado hace un siglo ya con la instrucción de mantenerse aislado. Era una colonia psiquiátrica.

El proyecto urbanístico incluyó vías de integración con la ciudad, y también vías secundarias entre los diferentes barrios de la colonia. Muy pocos años después de esta intervención, ante la ausencia del Poder Público, la favela está en manos de las milicias paramilitares, que cuentan con una de sus principales fuentes de ingreso la falsificación de títulos de propiedad de terrenos y la edificación y venta de construcciones ilegales.

Entre el pesimismo y la esperanza se mueve la arquitecta Solange Carvalho. “Hay varias cosas que han salido muy bien”, asegura. “Donde hubo inversión en saneamiento y en apertura de vías, una reestructuración del tejido urbano, se ha demostrado que salió bien”. Los defectos recurrentes, bajo su punto de vista, son que “los programas son montados generalmente sin consultar a los vecinos” y que los proyectos, como sucedió con el PAC Favelas, “acaban siendo desmantelados para desarrollar solo los que interesaban a las constructoras y a los políticos”.

Las demandas de los vecinos de las favelas

Pero, ¿qué piden los principales afectados, los vecinos? La experiencia de Benetti tras años de conversaciones con ellos es que sus demandas se centran en “servicios básicos, fundamentalmente la cuestión ambiental, recolección de basuras –una de las opciones es abrir calles–, y el saneamiento. A nadie le gusta vivir en medio de la basura”. El desafío de los terraplenes de algunas de las favelas que nacieron en los innumerables cerros de la ciudad hace que se ensayen esquemas como en Santa Marta, con funiculares asignados para la recolección selectiva de residuos. Allí los camiones de la basura no llegan, y es habitual ver cúmulos de bolsas de basura arrojadas por el barranco.

Con el paso del tiempo, ha ido surgiendo entre los vecinos otra reivindicación, un mayor acceso a la cultura. “En Manguinhos ven que hay exposiciones en el Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB)”, relata Tainá de Paula, “pero lo que ellos quieren es poder verlas en su favela”. Persiguiendo esta demanda cultural, en la Vila Operária –municipio de Duque de Caxias– decidieron que si nadie les había ofrecido la oportunidad de contar con una galería de arte en la favela, ellos mismos convertirían sus calles en una galería de arte urbano a cielo abierto. El evento Meeting of Favela (MOF) ya va por la XIV edición, reuniendo a algunos de los mejores artistas urbanos del mundo.

El acondicionamiento de zonas comerciales es fundamental para desarrollar, a su vez, iniciativas de emprendimiento en las favelas de Río. Solange Carvalho se fija en el potencial del mercado de la calle Teixeira Ribeiro, en el Complexo da Maré. El Fórum de Desarrollo Local de la Maré está trabajando en un proyecto de peatonalización para dar un paso más en la configuración de uno de los mercados más populares de la periferia de Río. Intentan lograr que la favela se convierta, poco a poco, en un punto de encuentros urbanos.