Los vecinos de la comuna anarquista de Copenhague, en pie de guerra contra las pandillas

Òscar Gelis Pons

Copenhague —
27 de agosto de 2023 21:22 h

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En la entrada de Christiania, la autoproclamada ciudad libre anarquista situada en el centro de Copenhague, un cartel indica que no están permitidas las drogas duras, las armas, ni la violencia. Otro señala que no se pueden hacer fotos en la calle principal de este barrio, fundado en el año 1971 con el sueño de convertirse en una comuna antisistema situada en plena capital danesa. Sin embargo, los vecinos de Christiania están en pie de guerra contra las pandillas que han tomado el control del barrio, generando una creciente inseguridad entre los residentes y los centenares de turistas que cada día lo visitan.

En el corazón de la polémica se encuentra Pusher Street, conocido también como el Distrito Verde: una calle de unos 100 metros con una plaza adyacente, alrededor de la que se vertebra el barrio. Aquí normalmente se levantan una veintena de puestos ambulantes que mayoritariamente venden hachís, pero también se puede encontrar todo tipo de drogas. En un día habitual, los trapicheos en la calle son más que evidentes a plena luz.

Los turistas y los jóvenes que buscan algo para fumar tan sólo tienen que acercarse a uno de los puestos, en lo que hay carteles escritos con serigrafía de grafiti para atraer a los clientes: “Aquí tenemos cannabis”. Cuando la policía hace presencia en Pusher Street ―un hecho que ocurre con frecuencia―, los puestos ambulantes desaparecen y los vendedores, la mayoría encapuchados y con la cara tapada, se esconden hasta que se haya marchado. Poco tiempo después, los camellos vuelven a ocupar la calle y todo sigue igual.

El uso y el consumo de drogas siempre ha formado parte de Christiania y, a pesar de las polémicas, las autoridades de Copenhague nunca han encontrado la forma de pararlo. Pero los vecinos denuncian que ha habido incidentes en los últimos años, desde que la venta de drogas blandas ha pasado a estar controlada por bandas del crimen organizado.

Tiroteos, palizas y amenazas a los vecinos

Este verano, una serie de episodios muy violentos han alterado el barrio y la Policía teme que la violencia de las pandillas se pueda extender al resto de Copenhague, en una guerra entre bandas.

Los incidentes más recientes ocurrieron en el mes de julio, cuando dos personas relacionadas con las pandillas fueron apuñaladas con 24 horas de diferencia. Una semana después, un hombre que según la Policía pertenecía al grupo Hells Angels, fue golpeado hasta la muerte en Pusher Street.

La lista de incidentes violentos ocurridos en Christiania es interminable e incluye varios episodios con muertes por tiroteos y ataques con piedras contra las patrullas policiales. “La situación en Pusher Street se ha vuelto insoportable”, resume Ole Lykke Andersen, un vecino de 77 años, en declaraciones recogidas por el periódico Berlingske.

Según otra vecina, que prefiere mantener el anonimato porque asegura haber recibido amenazas por parte de las pandillas, los incidentes están protagonizados por “personas que no tienen nada que ver con Christiania, son pandillas que vienen de fuera y utilizan el barrio para vender droga”, explica en declaraciones al periódico Ekstra Bladet.

Protestas vecinales

A raíz de la espiral de violencia y conflictos, que se ha agudizado en los últimos meses, la semana pasada una cincuentena de vecinos decidió emprender una acción reivindicativa contra las bandas. Por la mañana, la calle de Pusher Street amaneció bloqueada con barricadas con mensajes como “Pusher Street está cerrado”.

En un comunicado publicado en Facebook, los vecinos explicaban que la acción “no iba dirigida a las personas que usan el cánnabis de forma recreativa y responsable”, pero pedían que “no compren más hachís en Christiania”.

“A menudo nos preguntan por qué los vecinos no cerramos Pusher Street. La respuesta corta es que nos sentimos impotentes y asustados”, decían en el comunicado.

A pesar de la aparatosidad de la acción y la atención que consiguió atraer en los medios de comunicación, unas horas más tarde Pusher Street volvía a estar visiblemente ocupada por los pandilleros, haciendo los trapicheos habituales. Según los vecinos, el mensaje que se quería difundir con la acción es que ni los vecinos ni la policía pueden poner fin al problema, sino que son los políticos quienes tienen que resolverlo. 

Legalizar el hachís  

Según la Policía de Copenhague, el año pasado se efectuaron 875 detenciones y más de 100 redadas en los puestos de hachís en Christiania. Pero, a pesar de la presión policial, los vecinos piden otras soluciones para frenar la inseguridad, como legalizar el consumo de cannabis con usos recreativos: “Eso significaría alejarse de la criminalidad y pasar a la regulación estatal, y se podría controlar de muchas maneras”, según Andersen. “Cada vez tenemos más experiencias de otros países que lo han legalizado”, añade este vecino.

Por su parte, la alcaldesa de Copenhague, Sophie Hæstorp Andersen, calificó la acción protagonizada por los vecinos como “el principio del fin de Pusher Street”, tras las protestas de la semana pasada. También afirmó que “los vecinos se han responsabilizado y han demostrado que están hartos del crimen organizado, esta es la actitud que permite un diálogo entre el Ayuntamiento y Christiania”.

Andersen ha declarado en más de una ocasión que, desde el Ayuntamiento, están abiertos a empezar un debate sobre la legalización del cannabis recreacional: “No es ningún secreto que queramos buscar soluciones para evitar que sea un mercado de criminales con violencia y jóvenes implicados, debemos entrar en diálogo con el Gobierno y el Estado”, declaró en una entrevista con el periódico Berlignske.

Una de las propuestas que está sobre la mesa es que la venta de cannabis se controle desde el Estado, con un sistema similar al que Suecia y Noruega aplican para la venta de alcohol.

Una utopía acorralada

Más allá del debate de la regulación del cannabis, hace un año la comunidad de Christiania alcanzó un compromiso histórico con el Ministerio de Justicia, la Policía de Copenhague y el Ayuntamiento para cooperar y frenar definitivamente la violencia y el crimen organizado en el barrio.

Uno de los puntos acordados podría significar una gran transformación urbana, con la construcción de 15.000 metros cuadrados de viviendas sociales en Christiania, lo que implicaría la llegada de nuevos vecinos y los residentes actuales podrían alquilar uno de esos pisos, en lugar que vivir en edificios ocupados o alojamientos informales.

Históricamente, la ciudad anarquista nació cuando un grupo de jóvenes ocuparon los antiguos barracones militares que se encontraban abandonados en la isla de Amager y los renovaron para albergar casas, guarderías para niños, talleres artísticos y cafés. La mayoría de los residentes siguen viviendo en esos barracones o en casas levantadas por ellos mismos al lado del lago del barrio.

En la actualidad, Christiania tiene alrededor de 900 residentes, mantiene sus propias reglas y la comunidad se autogestiona. Los habitantes no pagan alquiler, pero sí una cuota para mantener los espacios comunes, el servicio de reciclaje y limpieza, y un pequeño centro social y de salud del que se ha dotado el barrio.

Además, Christiania se ha convertido en un polo de atracción de la actividad cultural más alternativa de Copenhague, albergando salas de conciertos y numerosos espacios artísticos.

Hasta ahora, los vecinos han defendido la semiautonomía de esta “ciudad libre”, que sin duda ha dado un carácter muy especial al barrio. Pero hoy en día, el auge del crimen organizado, los proyectos inmobiliarios y la gentrificación acorralan lo que un día fue un paraíso utópico que se levantó al margen del sistema.