Vecinos de Kiev y Leópolis, entre el shock y la huida por la invasión rusa: “Esto es inexplicable”

Gabriela Sánchez

24 de febrero de 2022 20:14 h

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A Igor Likhvanchuk le despertó de madrugada el estruendo de dos explosiones cerca de Kiev. “Nos pusimos en pie y empezamos a prepararnos”, cuenta horas después, mientras se refugia en un andén del suburbano de la ciudad, junto a su mujer, dos amigos y dos perros. “No sabíamos qué hacer y bajamos al metro para resguardarnos de una posible segunda ola de proyectiles”. 

A su alrededor, observaba inquietud, tensión, pero aún no percibía desesperación. “La gente entra y sale. No es la vida normal de los ucranianos, pero no es la vida en pánico”, decía Likhvanchuk, filólogo hispánico, cuando aún empezaba a digerir la situación de su país, tras la ofensiva lanzada por Rusia en la madrugada de este jueves. Reconoce haber necesitado tomar un par de tranquilizantes para mantener la calma. “Han pasado muchas cosas esta mañana y ahora vamos entendiendo… ”. 

Paralizados durante unas horas en el metro de Kiev, Likhvanchuk y sus amigos buscaban un plan, que aún no habían llegado a materializar. “El problema es que mis familiares están lejos y no podemos llegar a ellos”. Su suegra está a 150 kilómetros de Kiev. Su padre, de 70 años, vive en Kovel, una ciudad situada entre las fronteras de Polonia y Bielorrusia, a 50 kilómetros de distancia de cada una de ellas. “Yo no puedo ir allí, no puedo salir de aquí”, dice, con cierta impotencia, como si necesitara justificarse. 

El filólogo habla con su padre, le pregunta y él responde que sigue en casa. Que de allí no se va, a no ser que sea para resguardarse en algún tipo de refugio subterráneo. “Todo el territorio de Ucrania está siendo bombardeado así que no importa dónde estás. No va a salir del país porque esa es su ciudad, allí es donde nació y donde vivió. No se va a ir”. 

“¿Qué nos va a decir nuestra familia? ¿Qué nos va a decir la abuela de uno de mis amigos, de más de 90 años? Una mujer que defendió Kiev de los nazis junto con los rusos, cuando empezaron a atacar la ciudad. Ella estuvo hombro con hombro con los rusos y ahora está viendo una situación en la que son ellos quienes empiezan a atacar nuestra ciudad”, dice Likhvanchuk, acongojado. Se ve forzado a hacer una pausa antes continuar. “No puede decirnos nada. Porque todo esto es inexplicable para ella. Es inexplicable para todos”. 

En las afueras de Leópolis, ciudad próxima a la frontera con Polonia, Oksana Horin se despertó cuando su marido salió de casa a las cuatro de la mañana. Quería echar gasolina. “Vio en redes sociales que Putin iba a atacar y temíamos que más tarde hubiese mucha gente en las gasolinera”, cuenta la mujer ucraniana. A las seis de la mañana, la ucraniana escuchó el sonido lejano de algunos proyectiles. Su ciudad, por el momento, no ha sido afectada. Resopla, pero habla con calma: “La verdad es que no quiero asumir la realidad”. 

Horin vive desde hace cerca de una década en España, donde también vive una de sus hijos. Durante años fue la directora de un colegio ucraniano de Madrid. Ahora trabaja como programadora en una empresa española y el teletrabajo le permite pasar temporadas en su país, donde vive su marido y otra de sus hijas, de 16 años. 

El ataque ruso le pilló en Ucrania, y por ahora no se plantea volver a España. “Mi marido no quiere huir, quiere defender nuestra ciudad, y yo no quiero que se quede aquí solo. Las mujeres también nos estamos organizando y tenemos que defender a los ancianos”, dice sobre la posibilidad de volver a su vida tranquila en Móstoles, el municipio madrileño donde vive... o vivía. Ella misma intercambia los tiempos verbales sin saber bien cuál escoger: “Queremos ser un ejemplo y transmitir que no nos vamos a ir, sino que intentaremos defendernos y ayudar en todo lo que se pueda”. 

Plan para sacar a su hija

Quien le preocupa es su hija. Aún no han tomado la decisión, pero la adolescente ya tiene hecha la maleta. “Creemos que lo mejor es mandarla a Madrid, con su hermana, pero aún estamos pensando cómo y cuándo hacerlo”, dice Oksana. Para viajar a España, antes debe salir del país. “El plan es llevarla en coche a la frontera con Polonia, para que cruce a pie”. 

Al otro lado de la frontera, unos amigos polacos la esperarían y podrían acogerla en su casa hasta conseguir un billete con destino Madrid. Miles de ucranianos han tratado de abandonar el país hacia Rumanía, Eslovaquia, Hungría, Moldavia o Polonia ante la invasión lanzada por Rusia. Varios países de la zona ya se han ofrecido ya a recibir a refugiados.

Mientras la programadora prepara la comida, se mensajea con ellos para preparar el plan definitivo y escribe a sus vecinas para “tomar la iniciativa y organizarnos”. “Los hombres” que quieren unirse a la petición del presidente ucraniano de empuñar las armas, cuenta, se han reunido también en “la Casa de Cultura” del pueblo para definir las estrategias a seguir.

Mientras charla con tranquilidad con elDiario.es, su marido la avisa de que unos amigos dormirán en casa esta noche. “Ellos viven muy cerca del aeropuerto y temen un ataque”, aclara Horin. El primer día de guerra, este 24 de febrero que quedará grabado para siempre, tiene para Oksana un aura de “extraña normalidad”. “Estamos en una situación de estrés, pero aún no nos ha entrado ese miedo, sino que quiero hacer algo para defendernos. Parece que estamos bien. Ahora estoy en casa, tranquila, pero sé que la cosa no está bien”.

Piensa en su madre, aunque dice no temer por su seguridad al no vivir en una gran ciudad: “Está en un pueblo pequeño. Me dice que está rezando, que está rezando mucho”. Su sobrina y otros familiares sí tuvieron que abandonar a la carrera sus casas de Kiev, donde trabajan, tras escuchar las fuertes explosiones de madrugada. “Estoy en el camino a la casa de Leópolis. Llevamos cerca de cinco horas. Ahora hay grandes atascos. He visto a gente andando con maletas por la carretera. También tanques y otros vehículos militares”, cuenta a este medio Cristina por mensaje, ante la falta de cobertura durante el trayecto.

Españoles a la espera

Izan Martín tampoco consigue asimilarlo. El joven español trabaja como entrenador de un equipo ucraniano de fútbol en Dnipró, una de las ciudades que han sufrido ataques. A las 5:30 horas empezó a escuchar explosiones. Nunca se llegó a creer del todo que Rusia fuese a atacar el país pero también tenía la mochila preparada. “Al principio no te lo crees. Lo miras, ves el fuego, y empiezas a hacerlo”. 

Tras escuchar las detonaciones, se organizó junto a varios compañeros del equipo en distintos coches, con el objetivo inicial de viajar hasta la frontera de Polonia, pero cambiaron de plan. “Nos llamamos y decidimos irnos a un sitio muy pequeño, un pueblo, como solución rápida”, explica Martín, quien asegura estar agradecido con la atención de la Embajada de España.

 “Necesitamos información veraz, que alguien nos diga cuál es una vía de escape segura, para saber cuándo salir, por dónde salir y qué hacer”, ruega el joven, un tanto bloqueado, en la habitación de un hotel donde pasarán la noche junto a otros miembros del club procedentes de distintos países, incluidos ucranianos.  “Nuestro drama se soluciona si conseguimos salir de aquí, pero imagínate ellos como están… ”.

Están, como está Igor Likhvanchuk. Tras horas refugiado en el metro, les llegó la información del avance de las tropas rusas hacia la Kiev. Su grupo decidió entonces trasladarse a una ciudad ubicada a unos 100 kilómetros de la capital, para dormir en la casa de la familia de uno de sus amigos, que cuenta con un sótano en el que poder albergarse en caso de ataque ruso. 

El filólogo ruega visibilidad en un perfecto castellano: “No puedo encontrar las palabras para describir lo que Putin está haciendo con nosotros. Tiene en su cabeza crear un imperio y no le importa la vida de los seres humanos. No le importa nada. Estamos rodeados del ejército ruso, pero cada ucraniano va a coger armas y va a defender cada centímetro de su tierra”, dice aún consternado. Pide apoyo por parte de la sociedad y los gobiernos europeos: “Lo que va a pasar en Ucrania puede pasar en cualquier país de Europa. Debe haber una reacción contundente ante lo que este demonio está haciendo”.

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