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Análisis Sherlock Holmes: Crimes & Punishments, virtualmente elemental

Sherlock Holmes: Crimes & Punishments

Daniel Moreno

A lo largo de la historia ha habido tantos iconos utilizados, reutilizados, heridos, remendados, tergiversados y hasta mal fotocopiados que a veces resulta difícil remontarse hasta su realidad original por muchas biografías y estudios que leamos. Es el caso de Sherlock Holmes, el popular detective creado en 1887 por el escritor inglés Arthur Conan Doyle, un personaje del cual se han sacado tantas y tantas versiones que a día de hoy resulta difícil concebir cómo era el primer Sherlock para todo aquel que no se haya leído una y otra vez los libros originales. Y ni por esas, dado que ‘gracias’ a las películas protagonizadas por Robert Downey Jr. resulta difícil imaginarnos dicho personaje con otra cara que no sea la del popular actor neoyorkino.

El caso es que ya hemos visto de todo de Sherlock, y ahora vuelve a estar de moda. Nuevas series de televisión y las comentadas películas han traído de vuelta aquel famoso “Elemental, mi querido Watson”, y por supuesto el mundillo de los videojuegos no se iba a quedar rezagado, viéndolas venir sin alzar la mano para coger ese pedazo de suculento pastel.

Es ahí donde nace Sherlock Holmes: Crimes & Punishments, título que acaba de aterrizar en PC, PS3, PS4, Xbox 360 y Xbox One de la mano de Frogwares y Focus Home Interactive para ofrecer una aventura gráfica en la que nos veremos obligados a resolver una serie de misteriosos asesinatos.

Sherlock, investiga por mí:

Entremos en materia: este juego no es apto para todos los gustos. Se trata de una aventura gráfica con un ritmo bastante pausado, por lo que evidentemente distará mucho de agradar a todo aquel que busque escenas de acción o momentos de adrenalina. En cualquier caso en la época en la que suceden los hechos tampoco había héroes acorazados ni armas de destrucción masiva, y si no que se lo comenten a los responsables de The Order: 1886, que han tenido que inventar una realidad paralela para poder meter algo de pólvora de la buena.

Nos pondremos cómo no en la piel del tan carismático como excéntrico Sherlock Holmes, personaje que nos tiene acostumbrados a usar su mente para resolver misterios que escapan al ojo humano. Vamos, que estamos ante el típico que es capaz de descifrar si su pareja le pone los cuernos sin necesidad de mirarle los mensajes del móvil; una especie en extinción en estos días que corren.

Por ello, para resolver los secuestros, asesinatos y robos a los que nos enfrentaremos por petición expresa de una policía no tan capaz como nosotros, deberemos inspeccionar al detalle una serie de escenarios que, aunque bien construidos, resultan bastante limitados tanto en tamaño como en posibilidades. Es decir, si nos las vemos por ejemplo a las afueras de una granja tendremos que andar siguiendo un senderito, no vaya a ser que pisemos alguna hortaliza, hasta hablar con el personaje de turno y poder recabar la primera pista. La libertad de acción es más que limitada, al igual que las formas en las que dar con las pruebas incriminatorias.

A nada que andemos un par de pasos ya nos saltará un cartelito diciendo que ahí hay algo. Si nos acercamos y pulsamos determinado botón el bueno de Holmes lo analizará ofreciéndonos su conclusión. Entonces, ¿qué se supone que debemos inspeccionar por nosotros mismos? Pues poca cosa, dado que las opciones para interactuar son bastante escasas, contando con una ‘vista’ que agudiza nuestros sentidos y otra que nos permite ‘imaginar’ determinados objetos. En conclusión, que si en una estantería hay una marca de polvo indicando que falta un objeto, habrá que buscar dicho objeto, y evidentemente si la marca es cuadrada el objeto no puede ser redondo. Bienvenidos a un curso de CCC para detectives noveles.

Algo más de chicha (aunque sin pasarse) tienen los interrogatorios. Para empezar podremos inspeccionar el aspecto de los sospechosos o de los testigos para saber algo más sobre ellos. Si llevan un pin del Betis probablemente no sean del Sevilla, y si en la cabeza llevan un gorro con dos latas de cerveza conectadas a su boca por unos tubitos, está clarísimo que, en ocasiones, le da a la priva. Aún y con todo cuando Holmes lanza sus conclusiones a determinado personaje sobre su aspecto este se queda patidifuso ante la tremenda inteligencia del detective.

Después nos tocará lanzar las preguntas adecuadas según lo que sepamos. Siempre podremos echar un vistazo al diario para revisar antiguas conversaciones, pistas o anotaciones recogidas antes de iniciar una conversación y así tratar de pillar de una forma u otra a nuestro interlocutor. ¿Y si fallamos? Pues nada, podremos reanudar la partida justo antes de meter la pata para elegir cualquiera de las otras opciones de diálogo disponibles, algo bastante decepcionante en una época en la que buena parte de las aventuras gráficas que nos llegan apuestan por generar diferentes caminos para el jugador según sus acciones.

Es decir, que aquí el término ‘causa-efecto’ no parece tener valor alguno salvo cuando llegamos al momento de concluir el caso, cuando podremos mandar entre rejas al que creamos culpable o bien fallar y enmarronar a un inocente. Aunque lo dicho, tampoco pasa ni media, porque siempre podemos volver atrás y probar con cualquier otro a ver si hay suerte…

La belleza de la Londres Victoriana:

A nivel visual nos encontramos ante un título sorprendentemente bien construido comparado con el resto de apartados. De hecho contaros como anécdota que, cuando mi señora pasó frente a la tele mientras lo analizaba, me soltó un ‘anda, por fin te mandan un buen juego’, algo bastante comprensible después de ver cómo quemo una consola nueva de 400 euros a base de títulos retro. Evidentemente no es la octava maravilla, pero luce bien, tanto si nos fijamos en unos escenarios repletos de detalles, como en unas conversaciones en las que no faltarán los primeros planos con animaciones bastante buenas o en una ambientación general lograda.

Es un juego vistoso, aunque no por ello carente de defectos como lo cerrado de unos escenarios que siempre nos dejan con la miel en los labios al no permitirnos deambular un poquito más por las calles de esa Londres victoriana tan enriquecedora. La iluminación también podría mejorar, aunque como decimos no es precisamente un tipo de juego que requiera de un aspecto gráfico sobresaliente para encandilar al jugador.

Conclusión:

En definitiva nos encontramos ante un ‘pudo ser pero no fue’. Es decir, cuenta con la gran baza de ponernos en la piel de un personaje sumamente carismático e incluso bien planteado y bastante llamativo en esta nueva versión virtual de él mismo. Ciertos diálogos son ingeniosos, al igual que algunos puzles (los menos), y su apartado técnico goza de un nivel más que aceptable, destacando en ciertos puntos. Pero por lo demás tiene demasiados agujeros en el casco, haciendo aguas en puntos clave como el ritmo, la inmersión del jugador y la interactividad.

El mero hecho de que no pase nada tomemos la decisión que tomemos, de que los guionistas hayan decidido llevarnos por un único camino marcado en vez de abrir otros tantos que transitar, no sólo limita su vida útil, que lo hace sin duda alguna, si no que además nos hace perder las ganas de tomarnos su desarrollo más en serio. ¿Para qué prestar atención a los diálogos si basta con repetirlos un par de veces para dar con la opción correcta? Eso por no hablar de ciertos minijuegos que parecen insertados como mero relleno dado que podremos omitirlos sin más.

Aún y con todo y dado el escueto catálogo del que gozan a día de hoy las consolas next gen, seguro que más de uno consigue sacarle cierto gustillo a aquello de ponerse en la piel del detective más famoso de la historia. Quizás en una segunda entrega podamos ser muchos más los que disfrutemos sin poner demasiadas pegas.

Lo mejor:

  • El apartado gráfico y la ambientación.
  • El carisma del gran Sherlock y su excentricidad.

Lo peor:

  • ¿Dónde está el desafío si basta con volver a intentarlo para dar en el clavo?
  • El ritmo es lento y ciertas situaciones se dan como mero relleno.
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