Análisis The Escapists, una hiperpixelada fuga maestra
No, aunque el título pueda llevar a engaño, por suerte no nos encontramos ante el análisis de ninguna adaptación al videojuego de la película Escape Plan protagonizada por esas dos viejas glorias del cine de acción más cascadas que el microondas de un piso de estudiantes (el dueto Arnold + Stallone). Tampoco es la adaptación tardía de The Escapist, entre otras cosas porque en vez de una sólo fuga podremos protagonizar muchas y muy variadas, yendo desde cárceles de mínima seguridad hasta auténticas fortalezas que dejan Alcatraz a la altura de la piscina de bolas del IKEA.
Y todo gracias a un estudio indie, Mouldy Toof Studios, bajo el amparo de Team 17, creadores de Worms, por lo que muchos jugadores ni siquiera oirán hablar de The Escapists para su absoluta desgracia, porque no vamos a haceros esperar hasta las conclusiones de este análisis para deciros ya de entrada que es una pequeña gran joya, uno de esos pocos juegos capaces de dejar atrás todo lo relacionado con la pirotecnia y los espectáculos visuales para centrarse en lo que realmente importa: una jugabilidad profunda, absorbente, y repleta de posibilidades gracias a la cual podremos sentir, pese a encarnar a un pequeño ‘muñequito hiperpixelado’, que llevamos demasiado tiempo a la sombra, que va siendo hora de encontrar una forma de salir del talego, de correr hacia la libertad. Y vaya si la hay, aunque a veces cueste horrores encontrarla.
Así que conecta tu PC o tu Xbox One, olvídate de las decenas de remasterizaciones que inundan hoy en día ambos catálogos, y trata de probar algo diferente. Empezamos:
Lecciones que Bárcenas y compañía no necesitan.
En The Escapists seremos un hombre que por un motivo u otro ha ido a parar con su culo a prisión. El problema es, que a diferencia de lo que ocurre en España con los políticos y banqueros corruptos y malversadores, nuestra estancia entre rejas va para largo y no gozamos de privilegios de ningún tipo, por lo que todas nuestras acciones deberán ir enfocadas a poder fugarnos más pronto que tarde. Aunque tengamos que hacer cosas sucias o éticamente cuestionables, nunca debemos perder de vista el objetivo final.
De esta forma iremos elucubrando un plan maestro, día a día, conversación a conversación; cumpliendo pequeños objetivos mientras tratamos de guardar las apariencias de que todo va como tiene que ir frente a los guardias. El tutorial del juego ya sirve para mostrar algunas de las muchas posibilidades que hay para llevar a cabo nuestro plan, aunque se trata de una muestra ínfima que deja casi todo a la imaginación y el talento con los trapicheos de los jugadores.
La primera cárcel no supone un gran desafío. Saldremos del catre, pasaremos lista en el patio junto a otros compañeros, tendremos nuestras tres comidas diarias, haremos gimnasia, trabajaremos en la lavandería, etc. Entre todos estos quehaceres iremos urdiendo nuestro plan, realizando todo tipo de favores a nuestros compañeros presidiarios o bien sembrando diversas rencillas entre ellos y los guardias para nuestro beneficio. Ojo, porque el marujeo es crucial. Pero la dificultad aumenta con cada nueva prisión que visitamos, hasta convertirse en un auténtico desafío.
Las peleas de ‘adolescentes’ dejarán paso a auténticas reyertas con tipos a los que es mejor no mirar mal (ni siquiera bien), mientras que la amabilidad y buena educación de los guardias dará paso a pura hostilidad y unas restricciones que rozan lo humanamente soportable. Es en estas fases en las que tendremos que invertir horas y horas de juego, a veces con la sensación de que realmente no conseguiremos salir nunca de la cárcel. Y eso quieras o no, en un juego de estas características en el que prima el realismo de la ley acción-consecuencias, es muy de agradecer.
Pero no todo es tan horrible. Como decimos, la vida entre rejas puede ser llevadera, sobre todo en las cárceles de baja seguridad. Siempre tendremos que estar pendientes de la energía y vida de nuestro personaje, por lo que realizar diversas actividades aparentemente rutinarias como leer en internet, limpiar, hacer deporte o no saltarse una comida será cuestión de vida o muerte. Tampoco es fácil saber cuándo algo que hemos hecho, por aparentemente insignificante que sea, puede provocar que otro reo nos dé una paliza o que el guardia de turno nos lleve a aislamiento. Pero oye, siempre hay que tratar de ver el lado menos malo de las cosas.
En The Escapists será crucial gestionar sabiamente nuestro inventario. Hay decenas de objetos e ítems que podremos recoger, robar, esconder, comprar o fabricar, pero habrá que estar muy atentos las inspecciones de los guardias si no queremos que nos caiga un señor puro. También será crucial ganar dinero realizando diversos trabajillos a otros reos o vendiendo diversos productos de primera necesidad dentro de la cárcel como el tabaco. De igual o mayor importancia si cabe es el crafting (para que nos entendamos, la creación de nuevos objetos a partir de otros), gracias a lo cual podremos elaborar armas tan demoledoras como un calcetín con una pastilla de jabón dentro o un señor pincho con el que ajustar cuentas a cualquiera.
En cuanto a la propia fuga en sí, que sepáis que prácticamente no hay límites si os lo curráis como es debido. Es decir, podremos cavar túneles, escapar por los conductos de ventilación, robar las llaves, disfrazarnos de guardias… Existe un amplio abanico de posibilidades, pero habrá que tener muy en cuenta cada pequeño detalle para que nuestro plan de huida tenga éxito. Desde la hora del día hasta la climatología, pasando por el turno de los guardias o el mero hecho de que hayamos o no hayamos desayunado esa mañana.
El problema de esta fórmula es que si fallamos en el último momento, si cometemos el menor error o nos topamos con cualquier cosa inesperada, absolutamente todo se va al traste. Acabemos en aislamiento o en la enfermería perdiendo todos nuestros objetos, por lo que casi será más rentable volver a empezar la partida de cero. Y eso queráis o no puede resultar agotador.
En cuanto a su apartado visual, destacar otra vez el uso de los pixels al estilo de tantos otros títulos indie. Sí, puede parecer que nos encontramos ante un videojuego de Game Boy Color, pero no por ello se pierde ni un ápice de tensión. The Escapists es capaz de hacernos sentir que realmente somos un preso entre cuatro paredes, cumpliendo perfectamente su objetivo, y eso es algo que muchos otros títulos de presupuestos multimillonarios y acabados gráficos impresionantes no consiguen ni por asomo.
En definitiva, nos encontramos ante una pequeña gran joya capaz de ofrecer decenas y decenas de horas de diversión a todo aquel que se atreva a concederle una oportunidad. Es un juego imaginativo, realmente profundo, y que cuenta con la virtud de forzar al jugador a llevar un paso más allá su ingenio. Sin pistas, sin facilidades de ningún tipo, apostando por el realismo, por la sagrada ley de la acción y reacción. Que su amigable apartado visual no os lleve a engaño, porque podéis perderos una de las propuestas más originales y absorbentes del momento.
Lo mejor:
- Es capaz de hacerte sentir un auténtico presidiario con el único objetivo de fugarse.
- Cuenta con una profunda jugabilidad repleta de posibilidades. Desde los trapicheos hasta la creación de objetos, pasando por cavar un túnel o disfrázanos. Todo es posible.
- Ofrece muchas horas de entretenimiento, siendo cada vez más y más exigente según avanzamos.
- Su llamativo apartado visual en pixel art no resta ni un ápice de tensión y angustia.
Lo peor:
- Al final todo es prueba y error. El menor imprevisto o fallo en nuestra planificación puede ser letal, obligándonos a empezar de cero.