Super Smash Bros es sin duda una de las joyas de la corona de la factoría Nintendo, y su última obra para Wii U y 3DS no ha hecho otra cosa que demostrar el buen estado de salud de la franquicia.
Aunque el juego despegó con un plantel de luchadores impresionante, ha ido ampliando el número de contendientes con incorporaciones de otras populares franquicias como Pokémon, Street Fighter, Final Fantasy o Fire Emblem, para enriquecer aún más la experiencia y ofrecer a algunos de los personajes que los fans llevaban reclamando desde entregas anteriores.
En su última actualización, Super Smash Bros incorpora a un personaje de la talla de Bayonetta, y pone sobre el cuadrilátero a uno de los personajes más completos y espectaculares del repertorio, haciendo honor además al excepcional Bayonetta 2, la obra maestra de Platinum Games que aterrizó en Wii U a finales de 2014.
La otra incorporación puede tratarse de un personaje menos popular por estas tierras, pero lo cierto es que Corrin, de la saga Fire Emblem, es también una incorporación de lujo, con unos niveles de espectacularidad en sus golpes que podría llegar a sacar los colores a alguno de los personajes clásicos.
Tal y como comentaba recientemente Masahiro Shakurai, director del juego: “podemos afirmar que el largo desarrollo del juego, ha concluido con estas últimas incorporaciones”, y lo cierto es que a Super Smash Bros, le ha sentado muy bien el paso del tiempo. A pesar de lo criticable que puedan resultar los DLCs de pago, cuando se trata de contenido de calidad para ampliar un título que de por sí resultaba muy completo, bienvenidos sean.
Super Smash Bros ha conseguido mantener bien alto en listón con incorporaciones de personajes muy diferenciados en su estilo de lucha, escenarios y funciones. Poco se puede achacar a uno de los mejores juegos de lucha jamás creados, y aunque siempre seguiremos echando de menos otras tantas incorporaciones que sin duda merecer formar parte de la franquicia Smash Bros, no podemos dejar de aplaudir la labor de Nintendo con un juego incombustible que sigue proporcionando horas y horas de entretenimiento sin que la diversión decaiga.