Mamá, yo de mayor quiero ser youtuber

Hace no demasiado tiempo, antes de la revolución tecnológica de mediados de los noventa que llevó internet y los medios de difusión digitales a cada rincón del planeta, las aspiraciones en la vida de cualquier preadolescente se basaban en metas y ocupaciones que solían tener un único denominador común: llevar una vida emocionante.

Desde luego eran otros tiempos porque dos décadas después, apostaría a que ser astronauta, bombero o jugador de fútbol no son las prioridades hoy en día. ¿Para qué arriesgar tu vida o tu integridad física cuando se plantean alternativas más seguras y que permiten dedicarse a tu afición favorita?

Los videojuegos como forma de entretenimiento superan desde hace años al cine, al teatro y a la práctica activa de cualquier deporte, llegando incluso a sustituir por completo la vida social de algunos individuos. Es difícil saber cuántas personas aspiran o simplemente fantasean con convertirlos en su modo de vida, pero tengo la sensación de que son muchas, quizás demasiadas. No hay más que ver las hordas de jóvenes, y no tan jóvenes, buscando la forma de hacerse un hueco como testeador de juegos a pesar de saber de antemano la miseria que se paga, o la descomunal cantidad de personas redactando artículos, guías y análisis de videojuegos por amor al arte o en el mejor de los casos, por contar con la oportunidad de destacar y darse a conocer.

Por desgracia para la inmensa mayoría, sólo unos pocos lo consiguen, pero quienes lo hacen, pueden llegar a convertirse en auténticos fenómenos de masas con una capacidad de influencia a la altura de actores, princesas del pueblo y otras estrellas televisivas. Los medios para conseguirlo desde luego están ahí, aunque sólo unos pocos parecen saber aprovecharlos.

Youtube ha servido de plataforma de lanzamiento hacia el estrellato para muchos de los youtubers más populares de estos días. Probablemente ninguno de ellos esperaba ese ascenso meteórico durante sus comienzos, pero a medida que la lista de suscriptores engordaba hasta cifras de siete dígitos, su vida cambió, y de qué forma. De hobby a dedicación profesional, y en algunos casos a ganar cantidades tan desorbitadas de dinero que harían tirarse de los pelos a los millones de “curritos” que madrugan a diario, sufren horas de interminables atascos y agotadoras jornadas laborales para volver con un sueldo destinado casi íntegramente al pago de la hipoteca.

Quizás el mejor ejemplo sea Felix Kjelberg, más conocido como PewDiePie en su canal de Youtube, un joven sueco de 25 años que ingresa más de 4 millones de dólares gracias a los 27 millones de suscriptores que le siguen fielmente. Pero no es el único, Smosh con 18 millones de suscriptores, CaptainSparklez con algo más de 7, o algunos nacionales como ElrubiusOMG o Willyrex con 7 y 4 millones respectivamente, son buenos ejemplos del éxito que se puede llegar a alcanzar en la red.

Los ingresos que obtienen los youtubers de primera línea pueden variar significativamente de uno a otro y las cantidades no siempre se corresponden directamente con el volumen de suscriptores, pero llegados a cierto punto, los beneficios se disparan hasta cifras más que considerables. No es de extrañar que algunas grandes editoras responsables de los videojuegos que utilizan en sus vídeos estén empezando a poner en grito en el cielo y a reclamar un pellizco de esos beneficios en forma de reclamación por propiedad intelectual, utilización ilegítima de marca, difusión no autorizada o impuesto revolucionario.

En cualquier caso, y sin entrar al trapo sobre lo justificada que sea esta reclamación, lo cierto es que la influencia de los youtubers más mediáticos, a veces acaba resultando ser un marketing más efectivo que los espacios publicitarios de toda la vida. No hay más que echar la vista atrás y ver la que lio el propio PewDiePie con Flappy Bird, un juego de dudosa calidad y claro plagio de una franquicia conocida que decidió criticar sin piedad llegando a recomendar abiertamente que nadie se lo descargara. Curiosamente, el efecto fue precisamente el contrario y el juego consiguió batir récords de descarga en pocos días. No es de extrañar que haya compañías que quieran hacer buen uso de esa increíble capacidad para movilizar personas, aunque sea en dirección opuesta.

¿Pero qué hay del propio youtuber? ¿Cuánto mérito se les puede achacar ante semejante éxito? Algunos opinan que para llegar a esos niveles de difusión hace falta ser un auténtico crack, una persona con un carisma fuera de lo común capaz de atraer grandes masas sin apenas esfuerzo. Otros sin embargo opinan que basta con ponerse a decir chorradas delante de un micrófono y esperar a que un golpe de suerte provoque un efecto viral capaz propagarse como un reguero de pólvora.

Es difícil saber cuál de las dos opciones se acerca más a la realidad. A mí particularmente me parece que en algunos casos contados, la fuerte personalidad y sobre todo la profesionalidad que muestran en sus vídeos queda fuera de toda duda, sobre el resto, tengo que reconocer que la única respuesta emocional que me provocan son ganas de abofetearlos mientras me pregunto atónito cómo pueden llegar a tener semejante número de suscriptores.

Lo que resulta innegable es que es una labor que requiere altas dosis de ingenio, imaginación y creatividad para no acabar realizando las mismas actividades día tras día, semana tras semana, de hecho, raro es el caso del youtuber de éxito que se ciñe estrictamente a grabarse mientras juega. Tiene sentido que con el tiempo vayan ampliando la temática de los vídeos, al fin y al cabo gritar como un roedor a punto de ser devorado mientras se juega a un juego de terror tipo Outlast puede tener gracia durante un tiempo, pero al final puede volverse tan repetitivo como insulso, por eso muchos youtubers acaban realizando vídeos de su vida privada, de momentos cotidianos, o incluso recurriendo al viejo truco de hacer el ridículo para forzar una situación que valga la pena grabar. Si gastar una broma a otra persona, darse un golpe o realizarse un primer plano de las hemorroides resulta gracioso o sorprendente, ¿por qué no subirlo al canal? No olvidemos que en algunos casos, hablamos de unas cifras que harían perder la vergüenza a cualquiera.

Sea como sea, hay que reconocer que, solucionarse la vida económicamente a base de practicar tu principal afición, como mínimo resulta digno de aplauso y admiración. Yendo un poco más lejos y hablando desde una perspectiva distorsionada por la envidia insana, llego a dudar si realmente fui capaz de elegir bien mi vocación.