De nuevo llega la última noche del año. Después de los 365 días pasados toca recibir con alegría y jolgorio el 2009, ese año que muchos llaman de “la crisis”. El que más y el que menos se prepara para recibir la salida y entrada de año con ánimo, alegría y buena suerte y no hay quien escatime en intentonas para que esta buena suerte se multiplique por mil. Cientos de conjuros y artimañas se acumulan en las páginas de los internautas, cada cual con un toque personal que haga de su ritual el mejor y el más eficaz.
Desde tomar las doce uvas al compás de las campanadas hasta la lista de buenos deseos confeccionada en papel especial y escondida hasta el próximo año. Nadie se quiere perder la ocasión de pedir sus ilusiones al nuevo año.
En España es de todos conocido y seguido el ritual que marca que por cada campanada que dé el reloj de La puerta del sol hemos de tomar una uva. Esta tradición se remonta a principios del siglo XX. En la Nochevieja de 1909, los cosecheros lograron deshacerse del excedente de producción de ese año con una popular celebración que desde entonces se viene realizando cada fin de año: comer doce uvas a la vez que el calendario pasa de año. Son estas las uvas de la suerte, que muchos acompañan con doce deseos, uno por cada uva, uno por cada campanada.
La costumbre se vive en cada hogar español con tremenda expectación. Elegir la cadena que retrasmita el momento es tarea ardua, pues a unos gustan más unos presentadores y a los demás otros. En los últimos años se ha innovado en lugares diferentes, dejando a parte la puerta del sol madrileña, sin embargo nadie olvidará a ese Ramón García, que enfundado en su capa dio las campanadas durante varios años seguidos mientras una jovencísima Ana Obregón explicaba la forma de no confundir los cuartos con las campanadas. De cualquier forma, todas casas preparan con mimo los paquetes que contienen las doce uvas, haciéndose con las más pequeñas y fáciles de tragar el más avispado de todos.
En los últimos años se ha puesto de moda celebrar con los vecinos la llegada del nuevo año, lanzando desde uno y otro piso cohetes y petardos por doquier, compitiendo para ver cuál es el que mayor estruendo produce. Los más niños y los más mayores se preparan días antes con tremenda munición que espera el momento cumbre para ser explotada.
Eso sí, no hay quien perdone el entrar en un nuevo año sin ropa interior de color rojo. A poder ser regalada, todo aquel que quiera tener suerte durante el año venidero, deberá vestir sus bajos con una prenda de color rojo. Una vez que pase el momento importante de la noche la puede seguir llevando, quitársela y guardarla en un cajón como amuleto o quemarla, eso ya depende de las creencias de cada cual. El origen de esta tradición parece remontarse a la Edad Media, donde pensaban que el color rojo simbolizaba la vida, a la vez que estaba prohibido por considerarse el color del demonio. Sin embargo, superando toda superstición, los medievales se decidieron por llevar una prenda de color rojo bajo sus ropajes, oculta, en el momento que salía el sol, como símbolo de vida.
El brindis debe hacerse, dicen algunos, con una copa de champang en la que haya un anillo de oro en su interior, símbolo de la riqueza. Que sea de oro blanco o de amarillo, eso no importa, lo único que avisamos es que las autoridades advierten del peligro de tragarse el objeto, por lo que pedimos a todos nuestros lectores que vayan a realizar el ritual que lo hagan con sumo cuidado, no sea que con las ganas de momento tengamos más oro en nuestro estómago que en nuestras manos.
Los más creyentes apuntan tres deseos en una lista momentos antes de que el año dé su fin y lo tienen pisado durante las campanadas. Una vez que éstas han terminado queman el papel. Dependiendo de la cantidad de papel que se queme se cumplirán uno, dos o los tres deseos.
Aquellos que quieran lanzarse a la aventura en el nuevo año no tienen nada más que poner su maleta delante de su puerta hasta las campanadas den paso a un nuevo año. Y para que los malos espíritus abandonen el hogar lo ideal es abrir las ventanas de la habitación donde se recibe el 2009. Esta última opción es compatible con el lanzamiento de cohetes, por lo que haciendola mataremos dos pájaros de un tiro.
Desde Rioja2 queremos ofrecerles nuestro ritual personal. Cojan lápiz y papel y apunten:
El mismo día de Nochevieja deben hacer dos listas. En una de las listas pondremos todas las cosas malas que no queremos que nos pasen en el año venidero. En la otra escribiremos los buenos deseos que queremos que se cumplan el próximo 2009. La lista de las cosas buenas la guardaremos en un lugar secreto en el que sólo nosotros sepamos dónde está; mientras, la lista de cosas malas la quemaremos con una vela de color rojo y tiraremos las cenizas. Con esto y un bizcocho nos despedimos del 2008...y aseguramos un 2009 perfecto.