Dos goles de bandera, en sendas ejecuciones magistrales de Robben y Raúl, permitieron un estreno victorioso de Juande Ramos al frente del Real Madrid ante el Zenit (3-0), despedir la 'Champions' hasta marzo con una sonrisa y sobre todo aliviar la tensión en el equipo y entorno antes de rendir visita al Camp Nou.
Los tantos del capitán, que ya había inaugurado el marcador, y Robben en el ecuador del segundo acto sirvieron para endulzar el ánimo de los blancos en esta traumática semana. Una bocanada de aire fresco para un equipo necesitado, que vuelve así a ensanchar los pulmones antes de someterse al juicio del Barça y su estilo de fútbol total.
El Real Madrid, y por extensión Juande, se encontró un partido cómodo, de los que apenas había disfrutado esta temporada. Un Zenit bajo mínimos, sin ambición ni forma, apenas le planteó dificultades y le permitió disfrutar. No jugó bien, pero sí con más frescura y orden, y sobre todo recuperó esa pegada que se había dejado en la rodilla de Van Nistelrooy.
El equipo contó con un excepcional Robben, inmenso a la hora de desequilibrar y que puso la rúbrica a su partido con un 'sombrerazo' de lujo. Raúl le imitó instantes después y el Bernabéu respiró. Espejismo o no, Juande se estrenó con éxito, matizando el dibujo del equipo, con Robben siempre en la derecha y 'centrando' a Higüaín, e incluso pudo ensayar con el ocupante del flanco izquierdo en el Camp Nou. El elegido fue Míchel Salgado aunque restan todavía días para resolver el enigma.
El técnico manchego repitió once, con la salvedad de Casillas, y estuvo vigilante todo el partido, de pie en la zona técnica, insistiendo en que la defensa estuviera adelantada y atenta para evitar errores que podían ser fatales con esa ubicación. Esa predisposición le sirvió al Real Madrid para apretar en los primeros momentos. Utilizó además a Robben como vía de escape por el flanco derecho y el holandés respondió.
El zurdo, al que tanto echará en falta el equipo en el Camp Nou, protagonizó los mejores momentos del partido. Rápido y desequilibrante, acechaba la meta rusa en cada una de sus intervenciones. Sólo le falta elevar el periscopio para divisar camisetas iguales que la suya para que su fútbol termine siendo productivo.
UN ZENIT CONSERVADOR
El Real Madrid era no obstante un equipo más fresco y ordenado. Le ayudó el exceso de conservadurismo de un Zenit replegado, pero sin intensidad. Los rusos, pertrechados en su campo, sólo pretendían caminar por Chamartín al contragolpe. La táctica les pudo salir bien no tanto por su mérito como por demérito local. Algunas perdidas de Gago y Guti, o Cannavaro, generaban inquietud, pero Dudek nunca tuvo que intervenir.
La manija del partido estaba teñida de blanco. El equipo respiraba sosegado aunque adolecía de precisión, en sus numerosas internadas por el centro, para dañar la estructura del Zenit. De hecho el socavón se lo hizo el propio Zenit, bueno su portero Malafeev. El guardameta no atajó un balón que caía mansamente y apareció uno de los mayores oportunistas del fútbol mundial, Raúl González, para hacer su gol.
De nuevo el capitán, y empieza a ser costumbre esta temporada, conseguía arañar el máximo beneficio de una jugada insulsa. Llegaría después el lujo madridista, con dos goles de bandera que sentenciaron el partido a media hora del final. Treinta minutos restantes que fueron insulsos, en los que le cambió incluso la suerte al Madrid porque los rusos estrellaron el balón en el palo hasta en dos ocasiones, aunque este partido será diametralmente distinto al que tendrá que afrontar el equipo en el Camp Nou.