Los últimos cinco años de su vida los ha pasado inmerso en sus estudios. Cristian Alonso es un joven de Navarrete de 22 años, ingeniero en Tecnologías Industriales y máster en Ingeniería Industrial. El próximo mes de septiembre comenzará su proyecto en una empresa dependiente de la Universidad de Colorado en Estados Unidos. Un no parar. En su vida hay hueco también para ayudar en la empresa familiar y para participar en la Fórmula Student como Jefe del Área de Chasis de su equipo universitario de coches de carreras.
Y en toda esa vorágine, un paréntesis casi vital. Cristian ha decidido pasar el mes de julio en Tailandia, enseñando inglés a los niños de un monasterio budista. Cada día come arroz y alguna “tapita de bichos que le hace a uno saltar las lágrimas recordando la calle Laurel”, comparte grandes momentos con sus nuevos amigos monjes mientras descubre sus verdaderos nombres al agregarlos a Facebook y, sobre todo, se encuentra a sí mismo en la búsqueda de lo que quiere y debe hacer en adelante.
Curiosa forma de pasar el verano, ¿cómo surge esta experiencia de voluntariado en Tailandia?
Después de estos 5 años de esfuerzo, necesitaba un cambio de mentalidad. Siempre me ha encantado conocer nuevas culturas desde dentro y también he estado ligado a programas de voluntariado tanto en Logroño (en Sanyres) como en San Sebastián (en ASPACE) así que decidí aunar esas dos pasiones en una en el que iba a ser mi último verano antes de entrar en el mundo laboral. No había estado nunca antes en Asia y me llamaba mucho la atención una cultura tan diferente, encontré algún programa de voluntariado y, dado que me encanta la enseñanza, cuando encontré la posibilidad de dar clase en un templo budista a monjes, lo tuve claro. Era la mejor opción para descubrir un mundo nuevo, ayudar a quien lo necesitaba y aprender mucho.
¿Cómo es el día a día en un templo budista?
Nuestros alumnos tienen entre 14 y 21 años y no todos son monjes, si bien es cierto que todos visten como tal, porque viven en el centro.Yo doy las clases de inglés junto con una compañera francesa y el monje que es profesor de la asignatura nos da libertad total para organizar las lecciones como nosotros queramos. Preparamos las clases la tarde anterior y solemos organizar juegos y ejercicios sencillos para que retengan las ideas gramaticales más importantes. Las clases empiezan a las 8,30 y la comida se hace a las 11, nosotros comemos con los profesores. A las 12,30 comienzan las clases de la tarde y estamos ahí hasta las 5 aproximadamente.
Son días muy largos porque cuesta acostumbrarse a los horarios pero nos lo pasamos muy bien y el tiempo pasa volando. Por las tardes y los fines de semana organizamos excursiones o planes más tranquilos por la ciudad (Chiang Mai). Residimos con una familia tailandesa, lo que nos permite estar totalmente sumergidos en la cultura tanto en cuanto a costumbres como a comida, horarios, forma de pensar...
¿Cómo está resultando la experiencia?
La realidad es que después de un año muy intenso apenas había tenido tiempo de reflexionar sobre lo que me esperaba aquí o sobre lo que yo esperaba de aquí. Quizás por este motivo, por el hecho de no tener ninguna expectativa, todo está siendo especialmente enriquecedor. La forma de ser de la gente, el agradecimiento y la hospitalidad, es aquí parte de su forma de vida y esto contrasta mucho con lo que te encuentras en Europa.
Las personas aquí tienen esa extraña mezcla entre confianza e inconsciencia que hace que desde el primer momento te traten como uno más de su familia, sin prejuicios, sin importarles tu raza, condición sexual, económica... Son infinitamente modernos mentalmente lo cual contrasta aún más con una cultura y una religión muy tradicional pero que ha sabido perfectamente adaptarse a la nueva realidad.
Por supuesto los demás voluntarios con los que convivo hacen esta experiencia todavía más completa. Convivo con gente de todo el mundo, desde Brasil hasta Italia o Alemania y es una maravilla ver cómo la inquietud de ayudar y de conocer es algo universal.
¿Qué aprendizaje te llevarás después de este mes entre monjes budistas?
A nivel profesional lo más evidente es la fluidez con el inglés que desarrollas al estar en un ambiente tan internacional y la oportunidad de vivir la enseñanza desde tan cerca que es algo que me apetecía mucho probar porque siempre me ha gustado dar clase. De esta forma estoy confirmando que en un futuro me encantaría compaginar mi vida laboral con la educativa.
A nivel más personal, me está sirviendo como 'reset' mental para volver a situar las prioridades de mi vida. El día a día frenético que llevaba hasta ahora me había situado en una zona de comfort de la que necesitaba salir. Quería nuevos retos, quería volver a sentirme en un aprieto porque no hay mejor manera que enfrentándote a situaciones complicadas para mejorar como persona. Todo esto me está sirviendo exactamente para eso, aquí soy muy feliz todos los días y tengo a mi disposición muchos menos medios para serlo de los que encontramos en España así que espero poder trasladar este cambio de mentalidad en mi futuro.
¿Crees que ese estilo de vida tiene cabida en el mundo de locos en el que vivimos? ¿Cambiará tu vida esta experiencia?
Creo que hay muchas diferencias insalvables y difícilmente aplicables en Europa de la cultura tailandesa. Sin ir más lejos, es increíble ver cómo funciona aquí el tráfico o el hecho de que aquí la religión sea un pilar fundamental de la sociedad en todos sus estratos y edades. Son además una sociedad mucho menos consumista. Aunque viven en gran medida del turismo, no he percibido esa casi necesidad que tenemos en España por tener un mejor coche, casa, móvil...
Creo que aquí carecen de muchas de las oportunidades de las que disponemos en Europa desde el momento en que nacen. Muchos de los monjes con los que hemos hablado provenían de pequeños poblados rurales y su única opción pasaba por convertirse en alumnos del templo budista para obtener una educación. En el momento en que tienes que tomar esa decisión tienes que adoptar una eterna lista de normas a seguir con las que tienen que aprender a convivir para ser felices. Y eso es algo que ellos no han podido decidir, por eso pienso que aquí en Tailandia la gente debe luchar por ser feliz en una vida mucho más determinada por sus circunstancias económicas y sociales mientras que en Europa, muchos de nosotros tenemos todas las opciones a nuestra disposición y aún así nos cuesta trabajo ser felices. Lo que seguro que me llevo de este país es la sensación de sentirme increíblemente afortunado y la responsabilidad de aprovechar esas oportunidades correctamente: siendo sinceros (persiguiendo lo que de verdad queremos en la vida), siendo trabajadores (no podemos desperdiciar lo que tenemos) y ayudando a aquellos que tienen menos posibilidades.