Logroño, 1628. Dos conventos, La Merced y San Agustín, se enfrentan por unas ventanas en un conflicto que cerca estuvo de acabar en una batalla real y en un baño de sangre. Así lo recoge un artículo de Diego Téllez, profesor del Departamento de Ciencias de la Educación en la Universidad de La Rioja, en el último número de la revista Belezos.
En aquella época, eran numerosos los conventos existentes en España y esta abundancia provocó una escasez de espacio físico, lo que llevó a auténticas batallas judiciales. Es el caso de la 'guerra de las ventanas', que enfrentó a los frailes mercedarios del Convento de Nuestra Señora de la Merced (actual Parlamento de La Rioja) a las monjas del Convento de San Agustín. Ambos estaban muy próximos y dependencias de los dos daban a la misma calle, la de Herventia (hoy Portales).
El conflicto surgió por las obras de ampliación del convento de frailes. Para conseguir más luz, abrieron varias ventanas, ante la queja de las monjas de enfrente, porque “caían al dormitorio con lo que veían las mismas camas del dicho dormitorio y sojuzgaban todo lo que pasaba”. Denunciaron la situación ante el Consejo de Castilla, que pidió un informe al corregidor de la ciudad. Como resultado, se ordenó que se construyesen las ventanas donde no se viera a las monjas, iniciándose así una batalla judicial entre los procuradores de ambos monasterios.
Y es que, pese a las órdenes -incluso se mandó a varios yeseros y albañiles al convento-, los frailes se negaron a cerrar las ventanas. El alcalde llegó a ordenar a los yeseros y a un vecino de la ciudad que iniciaran el tapiado. Cuando el vecino llegó a la ventana, tiraron un ladrillo, dieron en la escalera y le pasó junto al rostro. Los frailes comenzaron a tirar pedradas y se inició una trifulca monumental, en la que salían piedras por la ventanas y el tejado. Acudieron entonces soldados con cajas, tambores, escopetas y alabardas.
Entraron los jueces y el alcalde y se tabicaron dos de las ventanas, aunque al día siguiente los frailes volvieron a abrir una de ellas. La disputa continuó en los tribunales y el representante de las Agustinas en Madrid consiguió que se ordenara de nuevo la clausura cautelar de todas las aberturas. Finalmente, se llegó a una solución salomónica: “ que en cada una de las dichas ventanas se ponga en el marco de ellas una reja de yerro que impida el asomarse afuera de ella”, dando así por concluida la 'guerra de las ventanas'.