La unión de un pueblo para seguir latiendo. La juventud de Treguajantes restauró este verano la cúpula de su iglesia y este fin de semana han sumado otro capítulo a su propósito de llenar de vida la aldea.
Este sábado fue una fecha especial: la iglesia de San Martín, tras 60 años sin acoger ceremonias, celebró las Bodas de Oro de sus vecinos Florentina 'Ita' Fernández y Miguel Ángel Martínez. Un emotivo capítulo para la aldea, que se volcó en los preparativos para que todo estuviera perfecto para recibir al matrimonio. Incluso, se contó con un nuevo retablo, elaborado por Santiago Russo, amigo de los jóvenes pertenecientes asociación Virgen de Serrias de la localidad.
“Fue muy emocionante, se portaron muy bien”, señala Miguel Ángel recordando el acto. “Estuvimos comiendo luego cincuenta personas, luego echamos una partida, dimos un paseo... lo típico del pueblo, lo pasamos muy bien, fue muy bonito”.
“Aquí todo lo hacemos por el pueblo”, apunta. El protagonista, carpintero de profesión, se encuentra trabajando madera para las ventanas de la Iglesia. “En un comienzo pensé en celebrarlo en Valvanera, ya que fue ahí dónde nos casamos”. “Vamos a Treguajantes todos los fines de semana y en verano, allí lo pasamos muy bien”, cuenta sobre la aldea, de la que es natal su mujer.
“Estos jóvenes son especiales”, pone en valor Antonio, cura de la zona del Camero Viejo desde hace trece años que ofició la boda este sábado. Y es que, como ha contextualizado, la iglesia llevaba 60 años sin acoger ceremonias, celebrándose, como diferencia, en una ermita restaurada hace unos años. “Habían pintado un retablo, un joven amigo del pueblo empezó a pintarlo el martes y el sábado ya estaba listo en la pared”. Una grata sorpresa, no solo para el cura, sino también para los protagonistas de la jornada.
Esta celebración fue una sorpresa que Miguel Ángel preparó a Ita, como narra Lucía Olivas, presidenta de la asociación Virgen de Serrias, encargada de los preparativos. La carameña se enteró dos días antes de que festejarían en San Martín sus 50 años de matrimonio. Pero lo que no esperaban fue toda la implicación del pueblo en este día. “Al principio la íbamos a hacer en la ermita, porque teníamos la iglesia llega de andamios, pero Antonio nos convenció y Carlos y Sergio, dos albañiles, allanaron el suelo”. Tras esto, los preparativos siguieron: sillas traídas de Soto, alfombra roja y unas botellas de vino etiquetadas con una fotografía de los protagonistas, gracias a un vecino del pueblo trabajador en una bodega y música a cargo de la sobrina de los novios. “Se emocionaron un montón, no se esperaban tanta fiesta, otra vecina leyó en la misa unas palabras y todos llorando”, cuenta entre risas.