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La vida después de una UCI por covid: aprender a tragar, andar y respirar

Rioja2

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Salir de la UCI después de haber vencido al coronavirus es un gran paso, pero no es el fin de la lucha. A partir de ahí, se inicia otra batalla: la de rehabilitación. Y es que después de días o incluso meses en la UCI, con intubación y sedación, las secuelas son tan importantes que es necesario trabajar para reaprender a tragar, levantarse, caminar e incluso respirar con normalidad.

“De la UCI sales muy desacondicionado”, explica el jefe de Neumología del Hospital San Pedro, Carlos Ruiz. Fatiga, disnea (falta de aire), anormalidades pulmonares, migrañas, pérdida de fuerza muscular... la lista de problemas derivados de una estancia prolongada en la unidad de intensivos es extensa.

Estar conectado a una máquina durante una media de 20 días, con los músculos relajados al estar en estado de sedación -“es como estar en ingravidez”-, supone perder musculatura no sólo en las extremidades, el tronco o la cintura, sino también en el diafragma, con lo que es es necesario rehabilitación motora y también respiratoria.

Para ello, un equipo multidisciplinar formado por intensivistas, internistas, fisioterapeutas, cirujanos, enfermeras y farmacéuticos, entre otros, se ha volcado desde el primer día en el Hospital San Pedro para hacer frente a esta nueva enfermedad de la que tan poco se sabía al principio.

La rehabilitación

“Hay pacientes que mueven solo las muñecas”, explica Ruiz, quien detalla que, además, muchos de ellos han requerido traqueotomía, con lo que tienen que aprender a manejar bien las secreciones y a tragar, comer y beber. También sufren úlceras por haber estado mucho tiempo boca abajo y pueden tener infecciones en el pulmón.

La rehabilitación para que estos pacientes sean capaces de recuperar su vida cuando salgan comienza de forma precoz ya en la unidad de cuidados intensivos, donde se inician las movilizaciones de las extremidades y la fisioterapia respiratoria.

Cuando abandona esta unidad, los programas siguen en planta, en una nueva fase de recuperación que suele durar semanas, aunque depende también de otros factores como la edad o tener patologías previas como sobrepeso, hipertensión o enfermedades respiratorias.

A estas secuelas hay que añadir los importantes efectos psicológicos de una estancia prolongada en la UCI. “Los pacientes están en un box y, aunque se procura que estén en un sitio con ventana cuando despierten, suelen salir desorientados. Los ritmos circadianos salen alterados, también los ciclos del sueño, y hay que resetearlos un poco”. Así, ya en planta, tienen que adaptarse al ritmo de comidas, sueño, luz y oscuridad. También sufren “pérdidas de concentración, de memoria y de atención, además de cefaleas, migrañas, ansiedad y depresión”.

En definitiva, “hay un desacondicionamiento tanto físico como mental, con cansancio generalizado”. No obstante, Ruiz lanza un mensaje optimista: “con el paso del tiempo la situación del enfermo mejora mucho. Siguen haciendo su terapia en casa y ya son capaces de levantarse, caminar o comer. Hemos revisado a pacientes que dejaron la UCI con bastantes secuelas en marzo o abril y, a fecha de hoy, la mayoría está muy bien”. De hecho, sólo del 1 al 3% de estos pacientes se quedan con cicatriz pulmonar. El resto normalizan sus funciones respiratorias.

Este especialista incide en que “la mejor rehabilitación que pueden hacer es pasear, en casa o en la calle, además, de intentar tener orden laboral y social. Salir del círculo de sentirse un enfermo ayuda”.