Logroño se ha convertido, en los últimos años, en un destino habitual para celebrar despedidas de soltero. Es frecuente ver grupos de gente en pleno Casco Antiguo con los disfraces más inverosímiles, disfrutando de la noche logroñesa. Los hosteleros de la Laurel los “sufren” cada fin de semana. Lo cierto es que no están en contra de este fenómeno, aunque advierten de los riesgos de su masificación.
“Se nos ha ido de las manos”, lamenta uno de los miembros de la Asociación de Hosteleros de la Zona de Laurel, Adolfo Muro, quien admite que estos jóvenes que llenan la calle cada sábado “traen mucho dinero a Logroño” y, además, “tienen todo el derecho del mundo a divertirse, aunque sin pasarse”.
“No hacen cosas tan graves como para llevarse las manos a la cabeza, el problema es que son 600 personas cada fin de semana a la vez y La Laurel no está concebida para eso”, asegura Muro, quien critica que haya empresas que organizan diversas actividades como vaquillas o visitas a bodegas, que culminan en esta calle. “Nos los entregan borrachos, sin haberlos emborrachado nosotros”.
“PERMISIVIDAD EXCESIVA”
A estas empresas y páginas web que promocionan Logroño se ha sumado el 'boca a boca'. “Creen que en Logroño pueden hacer lo que quieren y nadie les dicen nada”. Muchas de estas despedidas incluso cuentan con charanga o con otro tipo de animación para la que no han pedido ninguna autorización, mientras que los hosteleros “necesitamos permiso para poner un hinchable o un payaso haciendo globoflexia”.
Este fenómeno comenzó antes de la crisis, “de una forma discreta”, relata Muro, pero con la recesión económica muchos hosteleros comenzaron a aceptar y a potenciar este tipo de turismo “porque tenían que pagar las rentas”. “Yo entiendo que a la gente que no llega a final de mes las despedidas le pueden servir a corto plazo, pero, a largo plazo, nos podemos cargar la calle Laurel”. Y es que los bares reciben quejas de los clientes de toda la vida y también de los turistas.
¿Cómo se ha llegado a esta situación? Para este hostelero, la respuesta hay que buscarla en la “excesiva permisividad” del Ayuntamiento. “No hay presencia policial en la calle. Esto se arreglaría con más policías que, tan sólo con que se paseen por la zona, pueden disuadir a los jóvenes de portarse mal”.
Muro apuesta por esta medida, frente a otras más drásticas como prohibir la entrada de despedidas en un bar o prohibir sólo las de gente que llegue disfrazada. La otra alternativa, seguir como hasta ahora, supondrá “convertir a Logroño en Las Vegas”.