El caso de Astou es muy significativo. Sus padres acudían a YMCA a aprender español y así conoció esta asociación. Un día, se animó a convertirse en voluntaria y, desde entonces, colabora participando en actividades y talleres para los más pequeños. Pablo también acude aquí varios días por semana, en este caso, para ayudar a los niños con los deberes. Sólo lleva dos meses viviendo en Logroño pero desde el primer día busco un lugar donde poder hacer un voluntariado.
Su trabajo en esa asociación les hace sentirse útiles y, sobre todo, les aporta “felicidad”. “Compartes la felicidad que tienen estos chiquillos, que desbordan entusiasmo. Si todo el mundo probara a ser voluntario, aunque sólo fuera un día, acabaría repitiendo”, subraya Pablo.