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Lucha internacional por los derechos sexuales

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Los Derechos Sexuales siguen siendo una de las asignaturas pendientes en muchos países del mundo, pese a ser un conjunto de libertades registradas oficialmente en el Congreso Mundial de Sexología de 1997. Son derechos humanos universales, basados en la libertad, la igualdad, e inherentes a todos los seres humanos.

Entre los derechos sexuales destacan: el derecho a la libertad sexual a la autonomía, integridad y seguridad sexuales del cuerpo, a la privacidad sexual, a la equidad, a las decisiones reproductivas libres y responsables, a una educación sexual integral, o a una información sexual basada en el conocimiento científico.

En este sentido, aún hay mucho camino por recorrer en materia de derechos sexuales. Según un informe publicado por Human Right Watch, en el mundo hay en la actualidad más de ochenta países que todavía cuentan con “leyes de sodomía” que penalizan las relaciones sexuales consensuadas entre personas adultas del mismo sexo. Estas leyes refuerzan el control estatal sobre la vida privada y la pública; dividen a la gente y marcan a determinados ciudadanos como diferentes.

Así mismo, la equidad sexual se ve negada para muchas mujeres en todo el mundo. La ley islámica, o “sharia” impone en ciertos países leyes que entienden la familia y el matrimonio como la unidad social básica, a la vez que atribuyen al marido amplios poderes sobre su mujer y su prole. La poligamia por parte del varón está permitida con un límite de cuatro mujeres y siempre que las pueda mantener en igualdad de condiciones, pero esta permisividad no es igual para la mujer, que se enfrenta a duras penal que pueden llegar a la muerte si mantiene relaciones sexuales con alguien que no sea su marido.

Activismo por los derechos sexuales

Las organizaciones de activistas que trabajan por la libertad de género y la orientación sexual encuentran actualmente problemáticas muy diversas, como la falta de recursos, el aislamiento y desconocimiento de su actividad, o situaciones de gran violencia en respuesta a sus actuaciones.

El informe titulado “Por el mismo camino, por caminos diferentes” de Human Rights Watch, desvela la situación de estos grupos. Según los activistas encuestados, el peligro para estas organizaciones proviene de la importancia política que cada vez se da con más intensidad a las cuestiones de género y sexualidad.

Es necesario diferenciar el tipo de activismo que puede llevarse a cabo en un país o en otro, en este sentido, muchas veces resulta más productivo hablar de cuestiones de derechos que de identidades. Generalmente, hablar del derecho a la intimidad o a no ser torturado son las cuestiones que más pueden llegar a los ciudadanos de los países donde los derechos sexuales se ven vulnerados. Desde el informa de HRW se afirma que hablar sobre los derechos de los homosexuales no suele tener buena aceptación fuera de occidente.

Las agendas de los activistas de la materia se relacionan entre sí. Lo más generalizado en muchos países donde los activistas luchan, es poner fin a los abusos policiales y a las amenazas de ejecución, sin centrarse en los derechos matrimoniales.

El principal enemigo de estos activistas es la religión, en concreto, los fundamentalismos, que intentan utilizar el poder del Estado para imponer normas sociales y culturales que consideran que las familias y las comunidades ya no pueden sostener. Algunos gobiernos y figuras políticas intentan a su vez utilizar a los fundamentalistas para reforzar su propia autoridad.

Los fundamentalismos se basan en elementos de la religión, el nacionalismo y otras ideologías y tradiciones para inventar una “autenticidad cultural” fija, inalterable y monolítica, pero que también está amenazada por las influencias que califican de “corrosivas” de los derechos humanos. Cada vez con mayor frecuencia, la sexualidad y el cuerpo son motivos de grandes polémicas. Lo que resulta devastador es que este argumento “cultural” intenta colocar a las personas como seres que no se pertenecen.