No hay amor con bigote

Rioja2

0

Se abrió la puerta del Parlamento de La Rioja y por ella apareció un bigote. Detrás iba el portavoz del Partido Riojano, Miguel González de Legarra. Encima de ambos, un gorro y la característica americana verde oscura de cuadros del regionalista. “Érase un hombre a un bigote pegado”, que escribiría Quevedo. Para el cambio de look se barajaron dos teorías en la tribuna: Movember y Guy Maupassant. La famosa campaña de concienciación sobre el cáncer de próstata ha revolucionado el mes de noviembre con riadas de bigotes andantes por las calles españolas. Ya no es cosa exclusiva de modernos y hipsters, si es que estos conceptos alguna vez han estado separados. La segunda tesis habla de la búsqueda del amor, del sentirse querido a través del mostacho.

Gónzalez de Legarra busca alguien que le quiera en los plenos. Pedro Sanz no le hace caso. Él le habla, le pone ojitos y le señala, pero ni puto caso. Estaría dispuesto a pagarle una copa por un rato de conversación, pero el presidente se le resiste. No quiere saber nada de él. Sólo Pablo Rubio le dedica unos segundos de atención como si fuera uno más de la cuadrilla. Palmadita en el hombro y a seguir. Quizás el portavoz del Partido Riojano piense que “no hay amor sin bigote”, como escribía Guy Maupassant: “En serio, un hombre sin bigote deja de ser un hombre. No me gusta mucho la barba que casi siempre da un aspecto desaliñado, pero el bigote, ¡ay, el bigote!, se hace imprescindible en una fisonomía viril”.

Pese al mostacho que se ha dejado crecer el riojanista, los piropos del presidente son para el portavoz socialista: “Tiene usted una sonrisa encantadora”. La doctrina Maupassant no funciona. Legarra tiene que buscar otro argumento con el que llegar a Sanz. El regionalista está fuera de la discoteca, sin dinero y con ganas de pillar. Todo en contra. “Llegamos al final de tu ciclo”, le dijo. Y éste ni caso. No quería darse cuenta del SOS que le lanzaba. Ese mensaje del portavoz del PR era un whatsapp a las seis de la mañana: “¿No quieres saber nada de mí? No te vuelvo a escribir”. Llegará el siguiente Pleno y no lo podrá resistir: “Hola, ¿qué tal?”. El presidente se mantiene implacable. Ni se inmuta. Tiene alguien que le espera en casa. Incluso tiene alguien que le escriba, pese a que Rubio le comentara que debe cambiar de asesor porque siempre remite los mismos adjetivos en sus discursos. El “optimismo documentado” tenía la culpa.

No se emplearon a fondo los parlamentarios este jueves, pese a que la consejera de Administración Pública y Hacienda, esa que ha visto esta semana cómo imputaban a su número dos por coaccionar y amenazar a funcionarios, señalara que la ley debatida era la “más importante” en todo el año. En los presupuestos, ese asunto de vital trascendencia para que La Rioja siga funcionando, se habló de todo menos de presupuestos. Al menos en su mayor parte. Cuando se ponían millones encima de la mesa parecían kilos de uva. Más de mil había que repartir y todos querían su trozo. Salieron ganadores los ciudadanos, apuntó el PP, porque siete de cada diez van destinados al ámbito social. Pese a eso, la oposición no está contenta. “La segunda ciudad más importante de La Rioja es el paro”, indicó Pablo Rubio.

El tema de la corrupción se pasó por encima porque, como le comentó Cuevas al portavoz socialista, quizás no era el mejor día para sacarlo (en alusión a la apertura de una causa por parte del Supremo contra Chaves y Griñán). Antes de eso, el popular le comentó que el PSOE le había mentido “hasta al médico”. Ni una mención le hizo Rubio después a su triunfal paso, saludo incluido, por la Audiencia Nacional en febrero. Pierde fuerza el socialista, aunque no tanta como para perder la portavocía como apuntó Sanz. El jefe del ejecutivo riojano le dijo que le habían cambiado como portavoz del PSOE, pero se equivocaba. Concha Andreu es candidata pero no toma las riendas del Grupo Parlamentario Socialista en la dialéctica, lo que significa que los ciudadanos pueden seguir acudiendo al hemiciclo para echarse la siesta. Mientras todo esto pasaba, Legarra esperaba en su escaño una respuesta. Puede seguir esperándola. No va a llegar. El regionalista, como le pasaba al coronel de la novela de García Márquez, no tiene quien le escriba.