La imagen de Barack Obama llegando a la Cumbre del Clima de París en un vehículo que consume más de 60 litros a los cien, bien podría ser una metáfora de la naturaleza de los acuerdos que hasta ahora se han alcanzado en esta materia. Sin embargo, esta cita plantea algunas novedades respecto a su predecesora en Kioto. Andrés Barrio, oceanógrafo e ingeniero medioambiental, ha seguido muy de cerca el día a día de la Cumbre. Desde una visión técnica y ecologista, analiza en esta entrevista el punto de partida y las perspectivas de futuro ante lo que considera el mayor reto al que se enfrenta la humanidad.
¿Qué ha pasado con los acuerdos de Kioto?
Kioto está en el baul de los recuerdos de cómo las grandes potencias, políticos y estadistas tienen soluciones para todo pero nunca las llevan a cabo. El por qué, es sobre todo porque se equivocan en donde apuntar. Nos centramos en los focos de emisión, en las chimeneas, pero no nos damos cuenta de que lo importante es el modelo: el modelo económico, el modelo productivo, de consumo, de transporte, el modelo energético y, lo más importante porque es lo que más nos incumbe, el modelo social y de ocio.
¿Qué sería ahora lo más prioritario?
Al menos esto coinciden todos por fin. Los grandes medios y los grandes centros del poder están de acuerdo en ese objetivo de lograr que no ascienda la temperatura del planeta por encima de los dos grados a final de siglo. Esto es una gran noticia porque por fin se escucha lo que indican los expertos, hablamos del Panel Intergubernamental de Expertos por el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), que viene reclamando desde hace tiempo que no se superen esos dos grados para lo que habría que reducir entre un 50 y un 60% las emisiones de gases efecto invernadero para al año 2050, cosa que no se va a conseguir.
¿Cuáles son las principales barreras para alcanzar estos objetivos?
La peculiaridad de esta Cumbre es que los gobiernos iban con propuestas voluntarias de reducción de emisiones. Las más ambiciosas las de Europa que plantea una reducción del 40% para 2030. Así lo acordó la UE en octubre de 2014.
Juntando todas las propuestas que se han hecho (156 países de los 195 países participantes), los expertos dicen que como mínimo aumentaríamos 2,7 grados a final de siglo y eso sería sin duda una hecatombe porque el proceso sería irreversible. Incluso la persona que está haciendo de intermediaria entre los expertos y la Cumbre, Cristina Figueres, ha dejado claro ya que esto es irreversible pero sí puede ser moderado o al menos controlado.
¿Cómo se consigue que los compromisos adquiridos no queden en una mera declaración de intenciones?
Es fundamental que los acuerdos que salgan de aquí sean vinculantes de forma que todas las ayudas que se destinen, se habla de cien mil millones de dólares anuales, sean finalistas, igual que hace la Unión Europea.
El mejor ejemplo es España y el carbón. Se están recibiendo ayudas que debían haberse destinado para reconvertir el sector minero de cuencas asturianas y leonesas pero como se lo dan a otras empresas, lo que hacen es comprar carbón a otros países y pagar el subsidio de los mineros que no están trabajando, en vez de utilizarlo para reconvertir el sector. Pero no hay penalización.
Ni tampoco hay ninguna estructura que regule esas penalizaciones. Además sabemos que son imposibles esas penalizaciones por el propio mecanismo de aprobación que tienen los países. El ejemplo más claro es Obama que propuso un plan para reducir en un 31% la emisión de gases de efecto invernadero en la producción de energía pero para sacarlo adelante necesita la aprobación de dos tercios del Senado y los Republicanos ya han dicho que no van a cumplir con ello. Así que, si de esta cumbre sale algo más ambicioso, todavía menos.
En esta Cumbre, Obama ha utilizado el recurso dialéctico de 'legalmente vinculante' porque, al no poder salir de este encuentro con ningún acuerdo vinculante, propone que se genere una estructura que vele por que se cumplan los compromisos. Volvemos a la tónica habitual de generar superestructuras que regulen, en lugar de acuerdos vinculantes. El discurso es siempre muy comprometido pero a la hora de la verdad, la realidad es otra.
Hasta ahora, se han venido tomando acuerdos desiguales entre los diferentes países pero al final, el daño al medio ambiente es global, no entiende de fronteras.
Vemos los mecanismos que han tenido para decir que sí se ha cumplido con Kioto en zonas como Europa donde se ha conseguido con las compra de derechos de emisión de gases de efecto invernadero. Estamos comprando derechos los países pobres que son precisamente los más afectados por la radicalización de los fenómenos ambientales. Lo que conseguimos así es imposibilitar su desarrollo, perpetuar nuestro desarrollo ambiental y vender a nuestra opinión pública, tan concienciada, que sí que estamos cumpliendo los objetivos.
Mariano Rajoy, el primer día de Cumbre, dijo que España había cumplido con sus acuerdos porque le permitían aumentar un 15% de emisiones, la realidad es que se aumentó un 23%, pero es que además nos hemos gastado 800 millones en comprar derechos. Si ese dinero se hubiera invertido en cambiar el modeloenergético, podríamos estar hablando de que cumpliríamos y además tendríamos toda la inversión hecha para mejorar día a día. Vemos la muestra de que el capitalismo es capaz de hacer negocio con todo, incluso con el CO2 que emitimos, especulando con ello.
Está claro que hay países a los que les costará más alcanzar unos objetivos comunes por sus altas tasas de contaminación.
Entre China y EEUU reunen el 50% de las emisiones. Aquí vemos que, como decíamos al principios, el problema es el modelo social y económico al que nos enfrentamos. Todo esto va además siempre unido con el uso de combustibles fósiles. De ahí la necesidad de que las ayudas finalistas se encaminen a que los países en vías de desarrollo implementen sistemas energéticos no contaminantes.
¿Es factible ese objetivo de no superar los 2 grados para el año 2100? ¿Sería suficiente?
Eso haría que los efectos del cambio climático no nos hicieran cambiar tanto ni cambiaran tanto el clima de nuestro día a día. Hay un cálculo científico de la temperatura que tendría el mar con el efecto atemperante que hace. Eso haría que se siguieran deshelando los tres polos, los dos Polos geográficos y el Himalaya, y esto sería irreversible.
Además el mar es el verdadero sumidero de carbono, absorbe dos gigatoneladas de CO2 anuales de las que emitimos nosotros y, cuanto más temperatura tiene el líquido, menos gas absorbe, como cuando calentamos la leche. Es un círculo vicioso. Esos dos grados son el límite que se ha calculado para que la temperatura del mar no se desmadre hasta el punto de generar un crecimiento lineal.
Esos acuerdos globales, las medidas que puedan llegar a adoptarse en la Cumbre de París, ¿qué efectos pueden llegar a tener en nuestro día a día?
El principal problema de esta cumbre es que se están analizando las emisiones de la industria, el transporte y la producción de energía. En esta producción de energía, mientras vamos llegando a un horizonte que pueda ser100% renovable, primero tiene que haber un descenso de consumo energético y ahí entran las ciudades que consumen el 70% de la energía global. Ahí es donde tenemos que entrar las personas y las administraciones. Calculan que en Europa tendríamos que reducir un 60% nuestro consumo energético actual para emitir un 50% menos.
También es importante implementar la rehabilitación energética de las viviendas y también la economía circular. Esto significa que la industria se dote de recursos que provengan en mayor medida de la reutilización de sus propios residuos.
Ha pasado una semana desde el inicio de la cumbre, ¿se pueden hacer las primeras valoraciones?
Desde luego, y son bastante pesimistas. Nadie ha marcado una mejora en las propuestas. Además estas cumbres se acaban derivando a tratar problemas globales, económicos... Vemos en los medios que se va a tratar el asunto de la Cumbre del Clima y se acaba hablando de seguridad y terrorismo.
Por otro lado, los principales problemas los está poniendo la India porque es el país que está encabezando la protesta del mundo subdesarrollado, concepto que Europa y EEUU querían erradicar en esta cumbre para que las exigencias fueran globales. Pero argumentando que un indio emite una décima parte de lo que emite un estadounidense, está pidiendo 206.000 millones de dolares para cumplir con la reducción del 35%. Está intentando bloquear las negociaciones.
A día de hoy, si que se atisba un acuerdo porque ya hay un borrador común de 50 páginas en el que se establece una redución inmediata de gases de efecto invernadero para 2030 donde no se fija la cantidad, pero si dice que entre 2030 y 2080 se debe llegar al 0 Co2. Esta próxima semana acudirán a la cumbre los ministros de Industria y Medio Ambiente que son los que deben firmar este acuerdo que esperemos que acaben ratificando.
¿Qué puede suponer este asunto en la economía de los países?
Invertir en cambio climático es lo más rentable que pueden hacer los estados. Por un lado, por los daños que el cambio climático realiza en la economía, en las fuentes de agua, en los daños que provocan los eventos climáticos cada vez más extremos, y por otro lado, porque la inversión en renovables haría disminuir la dependencia que tenemos en la compra de energía con el exterior.
Además, la OCDE dice que si se invirtiera el 5% del PIB en cambiar nuestros modelos energéticos y de transporte, conseguiríamos revertir el cambio climático. En cambio, si no lo hacemos, para el año 2050, que según sus datos habría aumentado ya la temperatura 4 grados, tendríamos que gastar el 50% del PIB para revertirlo por los problemas que se generarían de abastecimiento de agua, agricultura, etc. La inversión en luchar contra el cambio climático es lo más rentable que hay hoy en día.
No podemos olvidar que el cambio climático es también el mayor reto al que se enfrenta la humanidad. En otros asuntos como la seguridad no se escatiman gastos, incluso Francia va a incumplir ahora el límite de gasto de la Unión Europea. Y no nos estamos dando cuenta de que el cambio climático es también un problema de seguridad mundial.
Y al margen de todo, nosotros, en España, somos la frontera con el desierto del Sáhara, los que vamos a sufrir la desertización de forma directa. Si los españoles no somos la vanguardia en la lucha contra el cambio climático, estaremos cometiendo una irresponsabilidad que pagarán las generaciones futuras.