¿Así que no fue la curiosidad la que mató al gato?
Es una forma de hablar, un dicho que proviene del inglés e infunde la idea de que la curiosidad puede ser peligrosa, pero no es así. La curiosidad es algo muy humano, también muy animal, que los adultos intentamos ocultar y eso no es bueno. ¿Qué sería del mundo sin la curiosidad? Pues un desierto; no habría nada si no hubiese habido personas que hubieran hecho preguntas y buscado formas de saciar su curiosidad. A veces, preguntas muy tontas, pero fundamentales.
Usted defiende la ciencia como un vehículo hacia la democracia. ¿Qué papel ha de jugar y cuál juega en la actualidad?
La ciencia es la gran desconocida. La gente es consciente de que es algo importante; la mayoría lo vive como algo positivo por sus grandes avances en salud o en bienestar. La ciencia es una solución para el futuro, pero, por otro lado, se percibe como algo ajeno. Incluso se ve con miedo. Es una sensación ambivalente.
¿Cree que los científicos son, en parte, responsables de esa situación?
Sí. Los científicos tienen una gran responsabilidad. No se pueden esconder, como hacían antes, en su 'torre de marfil'. Han de contar lo que hacen y por qué es interesante. El científico no puede serlo en su trabajo y cuando sale de él dejarlo a un lado. También es verdad que los conocimientos científicos exigen pensar bastante. La ciencia es una literatura complicada, que obliga a utilizar el sentido crítico. Hay que romper estereotipos por una y otra parte, más aún en una sociedad como la actual que busca el placer instantáneo como el de encender la televisión.
Hablando de la televisión, ¿qué le parecen las últimas apuestas por programas de entretenimiento con contenidos científicos?
Bien. Cualquier iniciativa que promocione la ciencia me parece bien, aunque no debería quedarse sólo en lo espectacular, lo sorprendente, el artificio y las 'cosas' que explotan. Hay muchas más cosas de las que se pueden hablar, que nos rodean y son fundamentales en nuestra vida. La ciencia tiene muchas páginas, algunas con color y otras en blanco y negro, aunque todas son igual de importantes. Hay que atender a todas, aunque en un país como este pedir tanto parezca demasiado. Pero yo creo que hay que pedir 'cien' para que te den 'uno'.
Encabeza la Sociedad para el Avance del Espíritu Crítico. ¿Cómo le sienta el estigma del escéptico?
Lo llevo con orgullo. El escepticismo es fundamental para la ciencia. La curiosidad no puede contentarse con la primera respuesta que se dé como que veamos algo en el cielo, que alguien nos diga que son ovnis y nos lo creamos sin más.
Ésa es otra de sus luchas: los curanderos, videntes, astrólogos ... ¿Por que nos los creemos?
Porque no nos comprometen a nada. Hay gente que abusa de la ciencia para hacer pseudociencia. Algunos, incluso, lo hacen con la salud y venden productos que no sirven para nada, con los que hacen negocio o incluso atentan contra las personas. Es denunciable.
¿La educación promueve el espíritu científico?
La educación se trata muchas veces como una píldora, que sirve para obtener un título y trabajo e hipotecarnos después. El ejemplo está en los más pequeños cuando preguntan y preguntan '¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro?' y se les acaba callando porque 'dan la tabarra'.
Si tuviera que poner una nota a España en Ciencia, ¿cuál sería?
Suspenso, aunque ahora pueda decirse que progresa lenta aunque adecuadamente. La situación ha ido mejorando. El Planetario de Pamplona, por ejemplo, cumple 14 años, hay más museos e instituciones y mayor presencia mediática e interés. Eso es algo que hace cinco años no se podía decir.