El objetivo es que ni una sola persona se quede sin comer en Logroño. Y, hasta hoy, lo consiguen cada día, por mucho que las necesidades se incrementen como sucede en época de vendimias. “La solidaridad de los logroñeses es admirable, nunca defraudan”, señala Emilio Carreras, presidente de la Cocina Económica.
Es nuestro último invitado en la ruta sobre ruedas que, en esta ocasión, nos sube a bordo de un Mercedes Clase A para recorrer las calles del Casco Antiguo de Logroño. Carreras nos muestra lo que ha cambiado la Cocina Económica de Logroño en sus 125 años de existencia (este pasado mes de septiembre ha celebrado su aniversario).
Nos cuenta que cada día reciben en su comedor a unas 90 personas a comer y otras tantas para cenar. Aparte hay que contar a las familias que acuden a diario a recoger la comida para llevar, evitando así que los niños tengan que acudir. “En época de vendimia estas cifras se multiplican y tenemos que duplicar turnos de comedor, sobre todo en las cenas”, explica Carreras, “y hacemos cientos de bocadillos todos los días”.
Aunque el comedor es el emblema de la Cocina Económica son muchos otros los proyectos que se llevan a cabo desde el corazón del Casco Antiguo de Logroño. Lo que empezó siendo un comedor social en 1894, cuenta ahora con un Centro de Acogida Integral, un edificio residencial con habitaciones de uso temporal para personas y familias en riesgo de exclusión, un alojamiento alternativo con varios apartamentos, un Centro de Educación Infantil y varios proyectos de cooperación exterior.
Cerca de 180 voluntarios componen la Cocina Económica. “Ser voluntario supone recibir, mucho más que dar”, explica el presidente de la Cocina Económica, arquitecto de formación y voluntario de corazón con más de 40 años de experiencia a sus espaldas, “animaría a todo el mundo a que aporte una parte de su tiempo y de sus recursos a instituciones como la nuestra, porque además de ayudar a los demás, se ayudará a sí mismo”.