Los Consejos Reguladores cuentan con cientos de inspectores o “veedores” en vendimia, chips que vigilan las entregas o etiquetas con hologramas para evitar los fraudes, aunque deben lidiar con la competencia desleal que representan caldos que usurpan la imagen de las denominaciones y sus ingresos.
Comprar vino “peleón” y ponerlo en botellas con etiquetas falsificadas y la venta de vinos de mesa apelando a una denominación geográfica son prácticas ilegales que contrastan con las exigentes normas de los Consejos Reguladores.
El jefe de los Servicios Técnicos del CR de la DOC “Rioja”, Domingo Rodrigo, ha explicado que no existe riesgo de que uvas procedentes de otras regiones lleguen a la Denominación, aunque sí cree que hay “picaresca elevada” de otra índole, que les perjudica.
Así, hay comercios españoles que publicitan en sus carteles vender “Riojas” en un lineal cuando son vinos de mesa, agrega.
Ha recordado que estos últimos deben estar identificados como tales en el etiquetado y que no pueden llevar la leyenda “Rioja”, sino un código identificador del lugar de elaboración, si bien algunos municipios con viñedos en la Denominación lo prohíben.
A su juicio, hay que luchar contra las ventas de vino “fuera de control” y las botellas sin etiquetar que llegan al usuario como si fueran riojas, más aún cuando las bodegas de la Denominación nunca venden a granel a bares y siempre etiqueta oficial en su botella.
El CR Rioja cuenta con varios sistemas de control y seguridad, y es pionera en utilizar una contraetiqueta con “holograma infalsificable” de la Fábrica de Moneda y Timbre, sistema similar al de los billetes de euro, ha precisado.
Un chip del viticultor sustituye a la tradicional cartilla de papel y, gracias a su banda magnética, se gestiona mejor la entrega de uvas, la producción y los rendimientos de cada productor y la elaboración de bodega, información que el Consejo recibe online.
Por su parte, 200 auxiliares de vendimia controlan 600 bodegas y verifican la calidad de las uvas que llegan a las básculas.
El director técnico del CRDO Ribeiro, Pablo Vidal, ha subrayado que, entre las irregularidades detectadas en locales de restauración, está la venta de “un granel que no se sabe de donde procede” como “ribeiros de la casa” o, incluso, la comercialización de “ribeiros turbios”, a los que se le añade agua y proteínas lácteas para darle esa apariencia.
Una producción limitada de 15 millones de botellas al año y una gran demanda en toda España fomenta, en su opinión, estas prácticas.
Unos 35 “veedores” controlan que no entre uva fuera de la zona geográfica y que se respetan las normas de la Denominación -que es, junto a Rioja, una de las pocas denominaciones con una contraetiqueta en sus botellas de la Fábrica de Moneda y Timbre- y, además, se realizan inspecciones periódicas a viñedos y bodegas y análisis exhaustivos al vino antes de que salgan al mercado.
El director técnico de la DO Abona, Manuel Rodríguez, ha indicado que en el pasado uvas compradas legalmente en la península para consumo en fresco se desviaron a la elaboración de caldos que se ofrecen al consumidor como vinos “de la tierra” o canarios.
En este sentido, ha aclarado que el Consejo cuenta con veedores que están en alerta cuando entran las uvas a puerto, con lo que pueden evitar que lleguen a la Denominación pero no a otros canales.
En ámbito interno, y como el resto de las 9 denominaciones de origen insulares, disponen de un sistema de “autocontrol” dependiente del Instituto de Calidad Agroalimentario (ICA) para evitar irregularidades con los vinos calificados.
El secretario de la DO Cariñena, Claudio Herrero, ha precisado que desde 2002, 1.520 agricultores cuentan con tarjetas -unas con chip, otras con códigos de barras- para controlar las entregas, 15 “veedores” chequean los centros de pesada y hacen varias auditorías.
Apunta que en el mercado de bebidas espirituosas pueden verse ginebra “lirios” o whisky “Bellentines”, pero que en el vino hay plagios, si bien los Cariñena no se han visto muy afectados.
Rias Baixas también ofrece diversas garantías al consumidor sobre los vinos que califican, al contar con 80 veedores en campaña con la misión de controlar métodos de recolección, entregas y estado sanitario de las uvas en “los puntos calientes” y 20.000 parcelas, así como los transportes que se hacen en cinco áreas o subzonas, explica el director técnico del Consejo Regulador, Agustín Lago.
Desde 1997 disponen de un “chip del viticultor” donde se graban los datos de los viticultores, que se suman a otros sistemas de control en botellas con una tirilla codificada de alta seguridad.