María
(un nombre figurado) lleva ya dos semanas trabajando tras casi un mes de vacaciones. La noche de antes apenas pudo pegar ojo pensando en todo el trabajo acumulado con el que se iba a encontrar en la oficina y en el estrés con el que se enfrentaría de nuevo a la rutina. Cuando llegó a su puesto de trabajo, le costó arrancar. Además, se mostraba irritable, triste e incluso padecía dolores de cabeza y desmotivación. El diagnóstico: síndrome postvacacional, un desequilibrio emocional cada vez más extendido entre los profesionales con estudios superiores y con puestos de responsabilidad.
Y es que según un estudio elaborado por la consultora Randstad, el 56% de los trabajadores reconoce sufrir el síndrome postvacacional, cuyo perfil es el de una mujer, española, de entre 30 y 44 años y con estudios universitarios. Además, la mitad de los trabajadores tarda el menos una semana en rendir al 100% en sus puestos de trabajo.
Según, Noelia Moreno, psicóloga de Centro ADARA, este síndrome afecta, sobre todo, a los individuos insatisfechos con la vida que llevan o con su trabajo. Los síntomas son pérdida de interés y motivación por realizar cualquier actividad, pensamiento lento y reiterativo, falta de concentración, alteraciones del apetito y trastornos del sueño.
Sin embargo, la psicóloga quiere dejar bien claro que en ningún caso este síndrome, que no deja de ser un conjunto de características o síntomas, es una patología. Para contrarrestar los efectos del síndrome postvacacional es necesario que antes de volver al trabajo, visualicemos la situación, la valoraremos y hagamos una lista con las cosas agradables y otra con las desagradables.
Nuestra psicóloga nos advierte que también es necesario realizar ejercicio físico para mantener a raya el estrés y sobre todo, dedicar parte de nuestro tiempo a actividades que nos gusten y diviertan además de reservar las horas necesarias para dormir.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Tal y como está la situación económica y laboral en el país, podemos sentirnos afortunados si padecemos síndrome postavacacional: eso significará que tenemos trabajo. No tienen esa suerte los 21.794 riojanos que cada mañana hacen cola en las oficinas del Servicio Riojano de Empleo.
Es 1 de septiembre, vuelta al trabajo, a la normalidad, a la rutina. Para muchos personas es un día como otro cualquiera, les espera por delante una mañana de espera y paciencia, con la papeleta con un número apretada en una mano y con la carpeta con “los papeles” en otra. Son la cara más amarga de la “desaceleración económica”. Muchos de ellos lleva hasta dos años haciendo esa misma rutina: esperar a ser atendidos en una ventanilla y buscar trabajo. El subsidio por desempleo se va acabando y hay que seguir pagando la hipoteca.
Algunos de los desempleados que esta misma mañana esperaban en la fila del paro estaban acompañados de sus hijos, niños que todavía no han empezado el colegio.
Álvaro tiene 29 años y es ingeniero técnico industrial. Trabajaba para una constructora como jefe de obra pero dejó el empleo para terminar la carrera y hace ocho meses que busca trabajo. Confiesa que es muy díficil entrar en el mercado laboral ya que “en todas las ofertas piden al menos 3 años de experiencia”. Este joven logroñés está inscrito en el Servicio Riojano de Empleo aunque no ha encontrado una oferta que se ajuste a su perfil ya que son más bien generales, “de lo mío hay poco”.
Cuenta con el respaldo de sus padres con los que vive todavía pero asegura que no encontrar trabajo también genera ansiedad. “Yo lo asumo con paciencia pero es difícil vivir con esta inestabilidad. Me gustaría tener mis propios ingresos para vivir de forma independiente, hacer planes y así es imposible”.
Sus amigos también están atravesando por malos momentos. Las empresas donde trabajan están echando el cierre y muchos de ellos ya se están buscando “la vida” por otra parte. “Hay pocas ofertas de trabajo, el mercado laboral está realmente mal aunque ahora, en septiembre, siempre hay más oportunidades, veremos”.
La pérdida de empleo y la imposibilidad de encontrar un nuevo trabajo acarrea, además de problemas económicos, una serie de conflictos familiares que pueden verse agravados durante estos días. “Cuando estas personas ven que otras se incorporarn a sus puestos de trabajo aumenta la sensación de angustia que aunque no desencadene en una crisis sí produce un incremento del malestar: inseguridad ante el futuro, alteraciones de ánimo, ansiedad, strés, baja autoestima. Sin embargo, esto tampoco es una patología, sólo una pequeña crisis. Son las personas que vuelven al trabajo las que pueden padecer alteraciones del sueño hasta que regulen los horarios tras las vacaciones.